Por Diego Zúñiga Julio 23, 2014

© Marcelo Segura

“Es una exposición revolucionaria y muy compleja. Hemos sacado de nuestras colecciones particulares, que jamás se han expuesto en ningún museo, y lo hacemos porque sabemos que mi abuelo quería que fuera así, por su apego con Chile”, dice Joan Punyet Miró.

“Joan Miró, la fuerza de la materia” es el título de la exposición, que contará con más de 100 trabajos, entre pinturas, dibujos, esculturas y diversas obras gráficas, que recorrerán las distintas etapas de la obra del pintor catalán.

Joan Punyet Miró (1968) lo recuerda perfectamente: era 1978, tenía 10 años y vivía en Palma de Mallorca, junto a sus padres y a ese abuelo misterioso y cálido, el hombre cercano de los ojos azules, que ya tenía en ese entonces más de 80 años.

El abuelo pintor, el hombre que se encerraba horas y horas en el estudio que tenía en la casa, un lugar que Joan Punyet Miró sabía que existía, pero nunca había visitado. Hasta ese día de 1978, cuando bajó por primera vez al estudio de su abuelo Joan Miró y descubrió un mundo, un territorio alucinante, un planeta lleno de colores y formas nuevas, vivas, inolvidables.

-Yo no lo podía creer -cuenta desde España Joan Punyet Miró muchos años después de vivir aquella primera experiencia con la pintura de su abuelo: bajaba por primera vez a su estudio y descubría su pintura, aquellas explosiones de colores que se mezclaban con el olor a gasolina, a aguarrás, a disolvente, que inundaban la habitación donde ese hombre se encerraba a trabajar desenfrenadamente, a pesar de la edad.

-Fue realmente alucinante. Jamás había imaginado que ese abuelo con el que comía y vivía fuera capaz de inventar un mundo tan creativo. Fue increíble ver aquella catedral del color -cuenta Joan, quien después de vivir esa experiencia nunca pudo volver a ser el mismo. De hecho, años después se iría a estudiar Historia del Arte a Nueva York, luego a Londres y después a París: serían los años de formación de este historiador del arte que ha dedicado su vida a estudiar la obra de su abuelo, a descifrar y cuidar, de alguna forma, aquella catedral del color que descubrió ese día en 1978. Y hoy se apresta a viajar por primera vez a Chile, a inaugurar el 3 de agosto Joan Miró, la fuerza de la materia, una gran retrospectiva del pintor catalán que se exhibirá en el nuevo Centro de las Artes 660 (CA 660), de la Fundación CorpArtes. Una muestra -cuyo montaje estuvo a cargo de Punyet- que permitirá ver obras pertenecientes a la Fundación Joan Miró y a las colecciones privadas de la familia, que por primera vez ha decidido mostrarlas al público.

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Ese mismo año 1978, cuando Joan Punyet descubrió el estudio y la pintura de su abuelo, también iba a descubrir otra cosa: que ese hombre era uno de los artistas más importantes del siglo XX, y que era capaz de mover a mucha gente. No sólo gente: prensa, políticos y otros artistas. Lo iba a ver aquel año cuando Miró montó una gran exposición en Mallorca y fue el Rey de España a inaugurarla.

-Fue una revolución -recuerda Punyet-: había helicópteros, policías, estaba la televisión, medios de otros países. Jamás había imaginado el poder de convocatoria que tenía mi abuelo.

No le quedaban muchos años de vida: iba a morir en 1983, en esa misma ciudad, la ciudad que adoptó para pasar su última etapa. Fue esa etapa, justamente, la que alcanzó a compartir Punyet junto a su abuelo: años de formación, años en los que vio cómo el pintor catalán nunca dejó de trabajar y de insistir en sus obsesiones.

-Si hay algo que yo destaco de Miró es su inconformismo y su rebeldía -cuenta Punyet-, porque los últimos años de Miró fueron unos años de compromiso, y jamás se dedicó a ser un viejo retirado que pinta cuadros con soles o estrellas y los vende en dos millones de dólares. Podría haberlo hecho, pero no quiso.

Y agrega:

-Él nunca dejó de hacer una pintura rebelde, contestataria, antiacadémica, una pintura que no era para burgueses. Siempre fue a contracorriente y eso es lo que más admiro de su obra.

De aquella admiración -y de otras cosas también- hablará Punyet en las dos charlas que dictará en Chile, a propósito de la retrospectiva de su abuelo. También hablará del vínculo del pintor catalán con nuestro país, y especialmente con la poesía chilena. Porque Miró se vinculó, principalmente, con poetas chilenos: Vicente Huidobro y Pablo Neruda, especialmente, con quienes intercambió correspondencia y a quienes leyó atentamente: primero a Huidobro, entre 1917 y 1918, y luego a Neruda, con quien entabló amistad. De hecho, llegó a donar dos cuadros a Chile -en 1972 y 1978, y que hoy están en el Museo de la Solidaridad-, principalmente porque Neruda le habló de Salvador Allende y de su proyecto político.

Un vínculo político y poético con Chile.

-Miró desde siempre estuvo lejano a los pintores y cercano a los poetas. Él era un poeta que pintaba con pinceles, escribía poemas con pinceles -dice Punyet sobre su abuelo para explicar, también, por qué no tuvo un mayor vínculo con pintores chilenos.

Miró buscaba otra cosa, siempre. La encontró, en parte, entre los poetas de la Generación del 27, y luego entre varios de los pintores surrealistas que conoció en París: una libertad absoluta para abordar la vida, el escape eterno de un artista que evitó siempre las etiquetas y la comodidad.

Le tocó transitar por épocas difíciles: la Primera y Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil española, los distintos enfrentamientos en que la democracia estuvo en peligro, y todo el periodo de las vanguardias, del que fue protagonista y artífice.

Un recorrido por todas estas etapas, justamente, se podrá ver en Joan Miró, la fuerza de la materia: son más de 100 trabajos, entre pinturas, dibujos, esculturas y diversas obras gráficas.

-Es una exposición revolucionaria y muy compleja -dice Punyet-. Hemos sacado de nuestras colecciones particulares, que jamás se han expuesto en ningún museo, y lo hacemos porque sabemos que mi abuelo quería y decía, de alguna manera, que fuera así, por su apego con Chile. Es un esfuerzo extraordinario, corriendo los riesgos que implica un viaje de miles de kilómetros desde Palma de Mallorca. La revolución del lenguaje, la iconografía del símbolo, y luego el gran discurso matérico de Miró, un discurso de lo pobre, de lo desechado, dibujos de la guerra civil y mundial se podrán ver. Sus trabajos más reconocibles, pero también una pintura negra, oscura, de las épocas más difíciles, aunque ahí también hay astros, lunas, constelaciones, que fueron su forma de mostrar una esperanza para la unidad después de tanto caos.

Y Punyet agrega:

-De alguna forma, esta exposición es un homenaje tardío a un hombre que siempre estuvo vinculadísimo a Chile.

Sucesión Miró, ADAGP, Francia / CREAIMAGEN, Chile, 2014

 

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Falta poco más de una semana para que se inaugure esta retrospectiva de Miró -una de las más grandes hechas en Latinoamérica- y todo el mundo trabaja intensamente en el Centro de las Artes 660. No sólo será la inauguración de una de las muestras más importantes en lo que va del año en nuestro país, sino que además será también el inicio de este nuevo espacio cultural, ubicado en Rosario Norte 660 y que contará con una exposición permanente de Roberto Matta y un teatro para más de 800 personas.

Por eso hay mucho movimiento por estos días en el CA 660: las obras de Miró llegaron hace unas semanas, y las han estado desembalando con todo el cuidado que requieren obras de esta envergadura. Es una exposición ambiciosa, y el espectador se dará cuenta de entrada: están los colores habituales -el rojo, el verde, el amarillo, el negro, el azul- y las formas oníricas y lúdicas que caracterizan a las pinturas más representativas de Miró, pero también están los registros de las guerras mundiales y de la guerra civil: un Miró más oscuro y triste, más desconcertante, también. Es cierto que hay siempre elementos que nos recuerdan que estamos viendo un Miró -el trazo, las lunas-, pero también vamos descubriendo otro mundo, la forma en que el pintor catalán fue dejando registro de estas tragedias históricas, pero siempre con su estilo, evitando las marcas realistas para fugarse hacia lugares nuevos y estimulantes: es un arte abstracto que no deja indiferente al espectador, que busca bombardearlo con los colores y las formas, que son siempre amables a primera vista, pero que luego se vuelven misteriosos y casi siempre indescifrables. Es el uso del color para transmitir aquellas sensaciones que iba experimentando Miró a lo largo de su vida. Porque pasamos por esas pinturas de las guerras para luego ver su trabajo más reconocible, esos cuadros llenos de colores vivos que tanto prestigio le dieron. Es el estilo de Miró que todos conocemos, que ya se vislumbraba en muchos de sus dibujos y que luego fue mutando hacia las esculturas, muchas de ellas realizadas en los últimos años de vida del pintor, hechas con materiales desechados -ratoneras, sartenes, cucharas de sopa- a los que daba una vida nueva e inesperada.

-Su obra es muy difícil de entender, es una pintura llena de emociones, de evocaciones, y he intentado hacer una lectura transversal en esta exposición -cuenta Punyet sobre lo que podremos ver en esta retrospectiva, que estará abierta hasta el 26 de octubre.

Y agrega, finalmente:

-Es una pintura muy viva, que dejó marcas en distintos pintores, en Pollock y Rothko, por ejemplo, y que no ha perdido su actualidad, porque es un mundo que nunca está resuelto.

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