“Lennon” no es una novela exclusiva para entendidos ni para el público duro. Porque aquí el personaje quizás ni siquiera sea el John Lennon que todos conocemos, sino sólo una voz y todo lo que ésta decide contar.
Llegué tarde a los Beatles. Bastante tarde, la verdad, y entré por el lado más difícil: por el Sgt. Pepper’s. Fue parte de un proceso de alfabetización musical emprendido por mi mujer hace algunos años y que, supongo, ha rendido ciertos frutos. Antes de eso, los Beatles eran la banda que escuchaban mis papás cuando jóvenes y sabía de ellos lo mismo que sabe todo el mundo. En fin. Valga esta confesión a la hora de decir algunas cosas sobre esta novela aparecida originalmente en Francia en 2010, y que Alfaguara acaba de publicar en Chile, traducida por César Aira.
Lennon, de David Foenkinos (1974), toma como personaje al músico de Liverpool para relatar todo lo que éste le podría haber contado a su siquiatra. El médico tiene su consulta en el Dakota, el mismo edificio de Manhattan donde Lennon pasó sus últimos días, y que el músico describe como “un refugio de millonarios”. Y vaya si es cierto, porque el Lennon que presenta Foenkinos es el único posible para contar y entender su historia: el presente de un músico que a los 40 años posee una fortuna, fama y conciencia del poder de su discurso político y creativo; alguien sabedor de su influencia como ícono a veces cultural, a veces mainstream o bien en contra del modelo.
“Ahora estoy en calma, y trato de cerrar los ojos para escuchar dentro de mi cabeza el ruido de los años sesenta. ¿Es posible contar eso? Cada minuto que vivíamos tenía la densidad de un siglo”, se pregunta Lennon al comienzo de una sesión. “Dije que éramos más populares que Jesucristo. Podría decir que soy más rico que Bangladesh. Es Yoko la que administra mi dinero, pero veo que nuestro apartamento se amplía más y más. Si seguimos así, terminaré yendo a cagar a Brooklyn”.
La novela se sitúa entre el 21 de septiembre de 1975 y el 7 de diciembre de 1980, un día antes de que fuera asesinado. Lennon viene de una pausa en su carrera como músico en la que se dedicó a su hijo Sean. Fueron cinco años de silencio y sin presencia mediática. De modo que el Lennon que ahora habla es un hombre que se reencantó con la música y ha grabado con Yoko Ono un disco llamado Double Fantasy en cuya carátula aparecen ambos besándose en una foto en blanco y negro.
“La recepción del álbum fue muy buena. Tan buena que me dan ganas de salir de gira. Yo que pensaba que no volvería a querer dar un concierto”, dice hacia el final del libro.
En la tarde del día siguiente, a la salida de su edificio, Lennon se encontrará con un grupo de fans, entre ellos Mark David Chapman, a quien le firma un disco. Rato después, cuando regresa, Chapman lo aborda nuevamente y le dispara cinco veces: acierta en cuatro. Lennon muere esa noche y Chapman dirá que ha hecho lo que hizo porque su ídolo se transformó en un burgués.
Hasta ahí, hasta los balazos llega la historia conocida por todos. Lo que hay dentro del libro de Foenkinos, en cambio, es una mirada a la larga ruta que convirtió a John Winston Lennon en John Lennon y, posteriormente, en John Winston Ono Lennon.
Estamos frente a una novela que, como artificio, necesita más que nunca de la complicidad del lector. Si un relato de esta clase por lo general requiere del pacto entre alguien que cuenta una historia de mentira como si fuera verdadera y otro dispuesto a creerla, aquí Foenkinos enfrentó una dificultad mayor, pues Lennon y los Beatles tienen, juntos y por separado, una legión de fanáticos que conoce bien las biografías de cada miembro de la banda.
Por suerte, el autor no se marea en su empeño por entender al músico desde la emotividad, y lo consigue metiéndonos de cabeza en un relato fascinante, que va y viene como va y viene la memoria de alguien que intenta hallar explicaciones a episodios fundamentales de su vida.
“Más tarde, tuve que usar gafas. Al comienzo de los Beatles, nadie me vio llevarlas. Gracioso, cuando se piensa que ahora mis caricaturas son una nariz y unas gafas. En su momento eso no correspondía al rock. Al final de mi adolescencia, cuando salía de la casa de Mimí me las quitaba, y pasé años en la bruma, años tropezándome con todo. Quizás así me volví artista, soñando lo que veía. Inventando la realidad. Todos los escritores usan gafas, y se piensa que es porque leen mucho. Estoy convencido de lo contrario: porque no ven nada, desarrollan las capacidades necesarias para la escritura”.
Lennon no es una novela exclusiva para entendidos ni para el público duro. Porque aquí el personaje quizás ni siquiera sea el John Lennon que todos conocemos, sino sólo una voz y todo lo que ésta decide contar. Y esa voz, esa parte de Lennon que es su voz y su memoria, comienza no sólo a construir la historia del músico, también traza lo esencial (y lo banal) de las distintas épocas que cruzó: la pobreza de una banda de principiantes, lo pungas que fueron en Hamburgo (cogotearon a un marinero borracho para robarle), el éxito, el desprecio (y el pánico) que les tenía Elvis, la rivalidad con los Rolling Stones, el impacto que el disco Sgt. Pepper’s generó en Brian Wilson (el líder de los Beach Boys literalmente cayó en cama luego de escucharlo), los experimentos cada vez más complejos en el estudio de grabación, las drogas, los viajes místicos, las rivalidades internas, las peleas a muerte, la presencia de Yoko Ono y el fin de una banda que pareciera que nunca se iba a terminar.
“Se sabe poco, pero la supresión del servicio militar en Inglaterra fue lo que permitió que existieran los Beatles. Dada nuestra diferencia de edad, nunca podríamos haber tocado juntos. Ringo y yo nos habríamos ido. Un año después le habría tocado a Paul, y al año siguiente a George. A veces tienen buenas ideas esos ingleses imbéciles”.
En otro sentido, Lennon es una novela sobre el magma que hizo posible la música de los Beatles. Está la interna a la hora de trabajar, hay comentarios y digresiones sobre algunas canciones y el recuerdo de cómo dieron con el concepto de determinados álbumes y sus carátulas. Pero siempre bajo la mirada de un músico que observa con distancia esos años en el escenario. “Yo gritaba pidiendo auxilio, y la gente aplaudía. Era un animal asustado”.
Lennon y la exposición. Lennon bajo la luz implacable de los focos que siempre le gustaron y siempre buscó, hasta que de pronto se dio cuenta de que era otro, que tenía 40 años, muchas culpas y muchas penas guardadas que justificaban su violencia de juventud, porque, quiérase o no, Lennon más de una vez fue un caballo desbocado, un tipo maletero capaz de patear a otros en el suelo. El tipo que escribió “Imagine” vino harto después.
En Lennon, Foenkinos se atreve a narrar, y en su empeño enfrentó un riesgo mayor: cómo borrar los márgenes de lo que es sabido y ampliar los de la especulación; o bien de qué forma permitir que quienes conocen a Lennon y su música (o creen conocerlo) estén dispuestos a entrar en el juego. Pero si es cierto que las buenas historias resisten que sean contadas una y otra vez, esta novela es un muy buen ejemplo de aquello.