“Recuerdo que escribir ‘Radio Ciudad Perdida’ fue más fácil que esta novela, pero es mi impresión. O sea, es que boté un texto a la basura de 400 páginas, y hacer eso es duro. Entonces yo estoy marcado por esa experiencia, ¿no? Me ha dado mucha satisfacción no haberme rendido”.
La frase es del filósofo, escritor y cineasta francés Guy Debord: “De noche andamos en círculos y somos consumidos por el fuego”.
Pero también -aquel día- la frase era de Daniel Alarcón. O por lo menos la tenía en su cabeza desde hacía un tiempo, desde que vio la película de Debord que lleva aquella frase como título. Ahí estaba el escritor peruano criado en Estados Unidos: en la cárcel de Lurigancho, la más grande de Perú, observando a los presos caminar en círculos por un patio estrecho.
De cierta forma, el mismo Alarcón venía de caminar en círculos que no iban a ninguna parte: tenía una novela lista, la sucesora de Radio Ciudad Perdida, pero el resultado no le gustaba. Para nada. La había revisado, mostrado a amigos, y tirado a la basura. Por el momento, eso sí, mientras replanteaba aquel proyecto narrativo, se entretenía con otras actividades, como la escritura de un largo artículo para la revista Harper’s sobre Lurigancho.
-Como muchas frases, guardé la de Debord sin saber qué haría y resulta que cuando fui a la cárcel, una de las cosas que hice fue pasar una noche en el penal. Porque una cosa diferente es pasar una noche en la vaina. Y ahí me resonó la frase. Es que los hombres caminan en círculos, o sea van al patio y caminan en un círculo corto. Era una escena triste y hasta un poco patética y me dio mucha tristeza, mano. O sea, a cualquiera le gusta ir a caminar luego de comer, pero estos apenas tenían espacio. Y entonces ahí supe que tenía el título. No sólo tenía el eco filosófico de Debord, sino que ahora tenía el eco de la imagen en la cárcel.
Al otro lado de la pantalla -vía Skype-, Alarcón recuerda ese momento en que apareció el título de su nueva novela, De noche andamos en círculos (Seix Barral), que llega esta semana a Chile, y que en Estados Unidos fue finalista del Premio PEN/Faulkner. Lo hace desde San Francisco, California, donde vive con su esposa y su hijo. Desde ahí, además, dirige y produce Radio Ambulante. La emisora online se ha convertido en un referente gracias a sus crónicas sobre temas como inmigración, violencia y cultura, además de presentar cuentos de escritores latinoamericanos -entre ellos Álvaro Bisama y Alejandro Zambra- en formato radial. Radio Ambulante se ha convertido en la radio de América Latina: donde todos los acentos se mezclan y las fronteras desaparecen. Y por eso tal vez, a lo largo de esta conversación el español de Alarcón será una mezcla de términos y expresiones de diferentes países.
-Si te pido comparar los procesos de escritura entre esta novela y Radio Ciudad Perdida, ¿qué me dirías?
-Es que no me acuerdo, mano. Recuerdo que Radio Ciudad Perdida fue más fácil, pero es mi impresión, no sé si fue así. O sea, es que boté un texto a la basura de cuatrocientas páginas, y hacer eso, después de tres y medio años de trabajo, es duro, no es algo que uno se olvida fácilmente. Entonces yo estoy marcado por esa experiencia, ¿no? Me ha dado mucha satisfacción no haberme rendido, pero no quiero pasar por eso de nuevo, es horrible. Si comparo ambas experiencias, recuerdo que escribir Radio Ciudad Perdida era como estar tomando un vaso de agua en medio del desierto. O sea, puro placer. Mientras que ésta fue como estar caminando por el desierto.
***
La obra se llama “El presidente idiota” y es también una obra con una historia fallida. Durante los años setenta, en un país sin nombre -que podría ser cualquier país latinoamericano-, existió un compañía llamada Diciembre que intentó llevar aquella obra a escena.
Pero no se pudo. En parte, porque más que una compañía, Diciembre también era un grupo de resistencia y subversión y algunos de sus miembros terminaron en la cárcel.
Casi veinte años más tarde de todo esto, conocemos a Nelsón, un joven actor perdido en la vida que, a su vez, conoce a Henry Núñez, el miembro original de Diciembre, que alguna vez estuvo preso, y quien busca revivir la compañía y su espíritu combativo. Así, ambos personajes (más otro con el curioso apodo de Patalarga) pasarán muchas noches andando en círculos por un país en el que todavía pesan las consecuencias de una guerrilla.
Con una prosa calculada y contenida, De noche andamos en círculos es un avance en la bibliografía de Alarcón. Hay la misma cantidad de páginas que en Radio Ciudad Perdida, pero más contundencia. Las historias se van desplegando y los puntos de vistas se ajustan hasta la mitad de la novela, cuando queda claro que en realidad todo es el relato de un periodista.
Nada de raro en todo caso. En todas las novelas de Alarcón -y varios de sus relatos- es posible rastrear la figura del periodista o cronista. En Radio Ciudad Perdida era Norma, la locutora de un programa radial que ayudaba a contar los desaparecidos; y ahora en De noche andamos en círculos es un cronista que nos va relatando la historia de Diciembre, Henry, Nelsón y lo que sucede cuando “El presidente idiota” se presenta en pueblos alejados de la ciudad. Así, hasta que en un momento la acción se desplaza a una cárcel en la que los presos caminan en círculos.
-La novela nace a partir de tu visita a Lurigancho.
- Fui ahí a presentar la novela, mi primera novela, y me quedé totalmente fascinado, con ganas de conocer y conocer. Y no tenía ningún plan de conocer nada, no entendía lo que estaba viendo, era un lugar abrumador en todo sentido de la palabra: tú entrabas y sentías que estabas entrando a las páginas de Dante. Era realmente un asalto entrar ahí. Y pues, como experiencia impresionante, pero no tenía mucha perspectiva, ni experiencia. Y así organicé una segunda visita, una tercera, y luego cada vez que estaba en Lima, la visitaba, sin realmente tener un plan y eso por cinco años. Y el 2009 organicé una clase donde iba dos o tres veces a la semana, y dictaba un curso de ficción con estudiantes que eran indiferentes, pero que iban por puro, para... para cambiar la rutina, para hacer algo. Y ésa era mi excusa. Pasar tiempo adentro, conocer gente y conocer historias.
-En muchas de tus historias hay cronistas, periodistas o locutores. Me pregunto si tiene que ver con que en Alabama, donde creciste, grababas programas de radio que le mandaban a tus primos en Perú. ¿Ves ahí alguna conexión?
- O sea, no era un programa de radio. Es que obviamente no había llamadas por Skype, WhatsApp, esas cosas que hoy te permiten estar conectado con tu familia. Mis padres nos grababan con una de estas grabadoras de casetes, y luego las mandaban por correo a Perú. Y sí, era una suerte de show familiar, se podría decir. Y luego mis primos hacían lo mismo allá en Perú, juntaban sus grabaciones y nos las mandaban a nosotros. Pero mi viejo sí tenía experiencia con la radio. Trabajó en una emisora en Arequipa, en Perú.
-¿Entonces tenías la figura del periodista en tu casa desde chico?
-Sí, bueno, ése fue su primer trabajo. Y yo creo que su primer amor. Era locutor de... narrador de partidos de fútbol. En los años cincuenta. Era parte de una emisora que se llamaba Radio Continental, si no me equivoco. Trabajaba desde el Estadio Melgar.
-¿Lo acompañaste alguna vez?
-No, esto fue cuando él era muy joven. Hemos ido juntos al estadio, pero no en plan de narrar partidos, aunque me hubiera gustado. Cada familia tiene unas leyendas, ¿no? Ésa era una de las nuestras.
***
Daniel Alarcón dice que Radio Ambulante le consume todo el tiempo. Y que la ficción, de hecho, la tiene de lado. Luego de terminar esta novela no ha escrito mucho. Por estos días prepara dos relatos que irán en la versión en inglés de El rey siempre está por encima del pueblo. Y eso. Ningún otro proyecto de ficción en el horizonte. Hoy invierte toda su energía en consolidar Radio Ambulante.
- Yo tenía planeado sacar esta novela y dejar de escribir por un tiempo. Y entonces estoy en ese plan, tanto como editor, como reportero y periodista. Pero, por ejemplo, la historia que produje sobre Ruth Thalía para Ambulante (episodio “La concursante”); eso fue como una novela corta, épica, de investigar a todos, a convencerlos de que hablen conmigo, la mezcla, organizar el guión. Eso fue una educación literaria. Y de seguro que por ser no tan experto me demoré un año y medio. Pero valió la pena.
-¿Te ha afectado la forma en que escribes ahora que trabajas más para la radio?
-Bueno, se nota la presencia de la radio y del periodismo en esta última novela. La construcción de la historia y la forma cómo termina la novela. Eso está ahí. Creo que sí es posible, me ha acercado más a la historia de escribir en español, porque ahora sí escribo todos los días mis guiones para Radio Ambulante, cuando edito los guiones de otros, eso ahora es parte de mi rutina, cuando antes no lo era.
-Tu papá fue comentarista de fútbol y hace poco trabajaste cubriendo el Mundial desde Colombia, ¿cómo fue esa experiencia?
- Bonito, mano, el Mundial es cultura, es parte de mí, el fútbol es lo más importante. Fue muy lindo, por un lado porque lo vi con mi esposa que es colombiana. Y a Colombia le fue muy bien. Y claro, me enamoré del equipo, me enamoré de Bogotá que estaba todo de verde, todos bailando el rastastás, y todos felices.
-Aunque Perú no estaba en el Mundial.
- Sí, bueno, cada gol colombiano lo gritaba y luego recordaba que Perú no estaba ahí. ¿Pero sabes por qué fue lindo especialmente? Porque tenemos un hijo de ocho años y éste será el primer mundial que recordará. Para el anterior teníamos nuestro Panini, pero se sacaba los mocos en los stickers, o sea no entendía, y ahora el chino hablaba con los primos para intercambiar monos. Ahora vivió un mundial. Y va a pensar que a Colombia siempre le va bien, que siempre se celebran goles y alegría, y la vida le enseñará que el fútbol es para la gente dura.
-Y en las próximas eliminatorias va a tener que decidir cuando Perú juegue contra Colombia...
-Sí, claro. Aunque ahí él es muy práctico: apoya al que va ganando.