De pronto, dos personajes con décadas de experiencia en el mundo de la cultura y del arte se juntan en una habitación. Uno fue director del Museo de Bellas Artes durante dieciocho años y hace poco más de dos dirige la Fundación Itaú. El otro es director del Museo de Arte Contemporáneo desde 1998. Ellos son Milan Ivelic y Francisco Brugnoli, respectivamente. Se saludan entusiasmados, se ponen un poco al día y luego se sientan. Están listos para iniciar la conversación. El encuentro no es casual, los convoca una sola cosa: el anuncio de Don’t forget: Marcel Duchamp. Una partida de ajedrez con Man Ray y Dalí. La gran exposición que está ad portas de inaugurarse en el MAC del Parque Forestal.
Nacido en Francia, Marcel Duchamp fue un irreverente. Apenas apareció en la escena artística durante las vanguardias del siglo XX, cambió la forma de hacer arte. Se movió por el cubismo, el futurismo, el cinetismo y el surrealismo, siendo reconocido también como un ícono del movimiento dadá. Un artista que modificó el rol del autor frente a la obra, poniéndola, además, en duda como objeto único con su trabajos ready made: objetos comunes y corrientes, muchas veces realizados en serie, que se transformaron en obras de arte por voluntad del artista.
-¿Por qué no se hizo una exposición de Marcel Duchamp hace sesenta o cincuenta años atrás? -dice Francisco Brugnoli-. Esa pregunta es dolorosa.
Milan Ivelic, que está sentado a su lado, lo apoya y teoriza al respecto:
-Siempre ha habido un desfase en nuestro país y eso ha hecho que obras que debieran haber estado aquí en los años treinta o cuarenta, no llegaran, simplemente. El problema es que hay centros internacionales del arte que son ricos y llevan el bastón de mando, y nosotros estamos en otra situación. Por otra parte, el conocimiento que se tiene del arte internacional o del arte nacional a nivel del país es insuficiente. Si pensamos, por ejemplo, que en las propias escuelas de arte, hace cincuenta o sesenta años atrás, nadie sabía de Duchamp. Entonces, son factores que nos sitúan no en los focos centrales de los circuitos artísticos, sino que en los focos laterales.
Y es, entonces, desde ese foco lateral que ocupa Chile, que por fin se logra el cometido. En julio pasado fue Joseph Beuys, con una retrospectiva completa que lo puso en perspectiva como referente fundamental del arte contemporáneo. No sólo se presentaba su obra, sino que había un diálogo con su contexto, con su propia historia. Hoy es el turno de la muestra de Duchamp, que se inaugurará el 4 de noviembre y que se emplazará en todo el primer piso.
-Para mí es una gran satisfacción tener a Marcel Duchamp. Incluso me genera una satisfacción personal, además de lo que significa institucionalmente -dice Brugnoli.
El foco central de la muestra es Duchamp. Pero no viene solo. Estarán presentes obras de artistas que también formaron parte de las vanguardias. Dos artistas con los que generó una estrecha relación de amistad: Man Ray y Salvador Dalí, con quien se conoció en 1933, en Cadaqués. Fue el artista francés quien los presentó a ambos, cuando recomendó a Man Ray para sacar las fotografías de un artículo escrito por Dalí en la revista parisina Minotaure. Así comenzó todo.
UNA PARTIDA CON DUCHAMP
La muestra le hace honor a una pasión, el ajedrez, y a las reuniones de amigos en torno a la mesa.
-¿Y en qué está trabajando ahora? -le pregunta un periodista a Duchamp.
-En nada -responde él.
-¿Y qué hace?
-Juego ajedrez.
-¿Y por qué juega ajedrez?
-Porque es algo tan sin sentido como el arte.
La anécdota la cuenta Francisco Brugnoli. Y es que el artista francés era un gran ajedrecista, al punto de dejar el arte y dedicarse por completo al ajedrez.
Éste es el denominador común dentro de la muestra. Un recurso que no sólo está presente en su literalidad, sino también como metáfora de que “todo en el arte está eslabonado, todos son eslabones de una larga cadena donde vas recibiendo lo que alguien hizo y lo vas limpiando. Enriqueciendo”, como dice Ivelic.
-Marcel Duchamp es el gran referente. Es el artista más pregnante del siglo XX. Esta muestra nos da la oportunidad de no traerlo solo, sino que de alguna manera referir a un contexto, porque yo creo que uno de los grandes males que tiene todo lo que ha sido la producción de grandes eventos respecto al arte, es de pronto situar a figuras que se convierten en algo así como fetiches culturales, olvidándose que son producto de un contexto. Entonces, traer a Duchamp, con este Don’t forget, no olvidar, es no olvidar que justamente pertenece a un contexto. Es cómo yo lo recojo -dice Brugnoli.
Es una muestra en la que además de piezas artísticas hay intimidad. Como una tarjeta postal de Man Ray a Salvador Dalí. Una carta de Duchamp a Man Ray. Un manuscrito de Dalí con un dibujo de él y de Duchamp. Fotografías juntos y separados, con sus esposas, en sus tertulias o paseos. Diferentes documentos que grafican una amistad, pero también otros que permiten situarlos en un período, en un contexto de producción, y que denotan la importancia de la convivencia entre artistas. La discusión. La retroalimentación permanente.
Éstas son algunas de las obras que se podrán ver en la exposición “Don’t forget...”: Man Ray (1), Salvador Dalí (2) y Marcel Duchamp (3).
UNA EXPOSICIÓN FALLIDA
Lo cierto es que hay antecedentes de un interés por exponer la obra de Duchamp en Chile. Antecedentes concretos. En enero de 2013 se anunció públicamente el que sería el gran evento del año: en junio se inauguraría una muestra de Marcel Duchamp. Distinta a la de ahora. También en el MAC y con la colaboración de Fundación Itaú. Sin embargo, terminando con toda la expectación en torno a la muestra, un mes y medio antes de la apertura tuvieron que cancelarla: antes de que llegara a Chile, la familia de Duchamp prohibió que se expusieran las obras provenientes del taller de Arturo Schwarz, historiador del arte y amigo del artista.
La muestra era similar a una que se había realizado en Proa meses antes. Eran obras de la colección de la italiana Luisella Zignone, entre las que estaban una serie de ready mades que habían sido editados con la ayuda de Schwarz. A muchos de ellos, Duchamp no alcanzó a ponerles el sello de autentificación antes de morir. Por eso se pusieron en duda.
La Asociación Duchamp habían apoyado las demás muestras, pero cambió de comisario justo antes de que las obras llegaran a Chile. Simplemente no se pudo realizar. De hacerlo, podía perjudicar a la coleccionista, viéndose envuelta en un problema judicial. Y aquí, en el MAC, se hubieran visto obligados a clausurar la exposición. No había cómo.
Pero entonces tuvieron su revancha.
LA GRAN ALIANZA
Luego del fracaso de la exposición en 2013, Brugnoli e Ivelic no se dieron por vencidos. Las ganas y la necesidad de mostrar a Duchamp en Chile pudieron más. Siguieron insistiendo y buscando, hasta que lograron hacer las gestiones para traer, luego de que se exhibiera el año pasado en el Museo Arqueológico de Murcia, Don’t forget… Hablan de eso, pero en medio de la conversación es imposible obviar el gran problema del arte en Chile: el financiamiento.
-Los presupuestos que tienen los museos estatales son insuficientes. Así, insuficientes. Categóricamente. Y si dependieras de tu presupuesto personal, no traes estas exposiciones porque no tienes los recursos para hacerlo -asegura Ivelic.
-Son ridículos -corrobora Brugnoli.
-El Estado te aporta un monto histórico, pero es tan histórico y tan anclado al pasado, que prácticamente no se renueva. Tendría que haber un cambio de mentalidad a nivel de las autoridades políticas, que piensen que la cultura no es un lastre, que la cultura no es un lujo, sino que también es una necesidad -dice Ivelic.
Reconocen que una de las salidas está en el aporte privado al arte. Y no sólo de las empresas internamente, como lo hacen Telefónica o Gasco, por ejemplo, sino en la formación de alianzas público-privadas, como la que une desde hace años al MAC con la Fundación Itaú.
-Cuando asumí la dirección, pedí a nuestra corporación una dedicación especial por una colección que no estaba guardada en las mejores condiciones, y atención significaba ponerla en valor: poder exponerla y poder restaurarla. Y la corporación inició un contacto con BankBoston, el antecesor de Itaú -Itaú compró BankBoston y quedó la misma gente, por eso hay una continuidad-, y con ellos hicimos la primera gira en la historia de la colección por el país. Se restauraron ochenta, cien obras -no recuerdo bien- e hicimos una gira por ocho regiones. Fue una empresa mayor -cuenta Brugnoli.
De ahí en más siguieron trabajando en conjunto, transformándose en socios permanentes para proyectos importantes, entre los que destaca la selección de obras de la 27ª Bienal de São Paulo, Cómo vivir juntos, el 2007.
-Indudablemente ahora es una coronación. Es una coronación que a nosotros nos pone muy bien respecto a la realidad chilena, pero yo creo que también a ellos por estar respaldando una exposición de un artista tan de vanguardia -dice Brugnoli-. Había que pagar una deuda.