“Era importante que no fuera una familia abiertamente politizada. No queríamos un Juan Herrera héroe, que tuviera plena conciencia política, sino que tenía que ser algo que fuera avanzando de a poco. Una familia ‘apolítica’ que se va convirtiendo lentamente”, dice Cuevas.
No sabían hasta qué año iba a durar, pero querían -confiaban- llegar, al menos, hasta el plebiscito, 1988, recorrer casi por completo la década de los 80 y seguir la vida de esa familia, de los Herrera, que cambiaría por completo.
Era 2007 y el guionista Rodrigo Cuevas (1973) se unía a un proyecto algo impreciso, pero que terminaría por marcar la televisión chilena. En ese momento, claro, era difícil vislumbrar el futuro: Cuevas trabajaba en el área dramática de Canal 13, escribiendo teleseries, y de pronto lo invitaron a este nuevo proyecto: una serie sobre los años 80, histórica, estilo Cuéntame -serie española que narra la historia de una familia en los últimos días del franquismo y la posterior transición-, algo parecido, esa era la idea. De hecho, existía la intención de comprar los derechos para adaptarla, hubo negociaciones, pero finalmente comprendieron que no tenía sentido, que había que hacer otra cosa.
El hombre a cargo del proyecto era Alberto Gesswein -en ese entonces, director del área de ficción del canal-, quien tanteaba ideas, buscaba guionistas, pero no llegaba a encontrar la historia. Hasta que apareció Cuevas y, entonces, Los 80 empezó a tomar forma: apareció Juan Herrera, apareció esta familia de clase media chilena, aparecieron los personajes que protagonizarían esta serie, que ahora vive sus últimas horas, pues el domingo se emite su último capítulo.
Después de siete temporadas, después de recorrer casi toda la década de los 80, después de ver cómo la Historia intervino en la historia de los Herrera y después de convertirse en un referente ineludible cuando se quiere hablar de televisión de calidad, la serie llega a su fin.
-Estoy contento con cómo se cierra todo -dice Rodrigo Bazaes (1973), el director de las dos últimas temporadas de Los 80, en una oficina de Canal 13. A su lado, Cuevas asiente y agrega:
-El domingo va a ser un momento especial.
Dice eso y se guarda todo lo demás.
***
Han sido siete temporadas, que comenzaron el 12 de octubre de 2008, cuando conocimos a los Herrera. Pero fue en 2007 cuando Rodrigo Cuevas empezó a darle forma a la historia.
-Hubo un momento clave, que fue cuando nos sentamos con Alejandro Goic -asesor de guión del proyecto- y pensamos en conceptualizar un par de cosas que hoy parecen elementales, pero que fueron importantes para el desarrollo de la historia. Desde plantear que esta familia tenía que ser de clase media baja, para que estuviera en una posición frágil, vulnerable -o sea, si Juan Herrera se quedaba sin pega, todo podía peligrar-, hasta generar identificación: que lo que le pasara a esa familia le hubiera podido pasar a cualquier familia de esa época -dice Cuevas y agrega-: Eso era importante y también que no fuera una familia abiertamente politizada, porque eso nos iba a permitir hacer un recorrido más ingenuo por esos años. No queríamos plantear a un Juan Herrera héroe, que tuviera plena conciencia política, por ejemplo, sino que tenía que ser algo que fuera avanzando de a poco. Una familia “apolítica” que se va convirtiendo lentamente.
Una vez trazadas esas líneas, Boris Quercia fue elegido para dirigir, y Bazaes se sumó como director de Arte, con un elenco en el que destacaban Daniel Muñoz y Tamara Acosta. Iban a ser los 80, una década marcada por la última parte de la dictadura, por el atentado a Pinochet, por las protestas, por el plebiscito. Temas complejos -más aún en 2007, dicen Cuevas y Bazaes-, que podrían haber hecho ruido en ciertos ejecutivos, pero que sin embargo no detuvieron el proyecto.
-Hay un poco de mitología siempre al respecto -dice Cuevas-. No fue tan difícil conseguir apoyo para hacer la serie en términos de censura. En parte por indiferencia, sobre todo al inicio, porque el canal estaba ocupado en otros programas más grandes. Entonces se sabía que había un grupo de gente que estaba trabajando en una serie, pero no éramos el foco de atención y así pudimos trabajar tranquilos. También, claro, hubo ejecutivos que apoyaron y que sin ellos, nunca se hubiera puesto al aire Los 80.
-Cuando leí el primer guión -recuerda Bazaes-, me hice bastantes preguntas. “¿Vamos a grabar esto?”, me dije. Porque estaba muy bien, me parecía muy interesante el nivel de profundización que se pretendía, sobre todo para tocar o abrir temas morales y políticos. Me sorprendió mucho, y me pareció muy seductor. Y, al poco tiempo, como dice Rodrigo, me di cuenta que nadie estaba muy preocupado de censurar o controlar contenidos.
La primera temporada de Los 80 promedió más de 20 puntos de rating, lo que les dio un piso importante para avanzar. Y aquellas cifras sólo iban a incrementarse, además de la buena recepción de la crítica: Los 80 se convertía en el ejemplo absoluto de que sí se podía hacer televisión de calidad y que eso podía tener buenos resultados en términos de audiencia.
-Yo estaba convencido de que le iba a ir bien, pero no había antecedentes acá de una serie que fuera tan larga y que funcionara -dice Cuevas, quien durante todos estos años, y estas siete temporadas, intentó comprender los motivos que llevaron a Los 80 a convertirse en una serie exitosa, que conectó con el público y con la crítica.
-Yo creo que hubo mucha gente que pudo ser sensible ante la honestidad de la serie. Es cierto que a algunos ejecutivos les inquietaban ciertos contenidos, porque en ese tiempo no se hablaba tanto de la dictadura en la televisión abierta, pero en su mayoría lograron ver que prevalecía en la serie la historia de una familia y todas sus complejidades. Una historia honesta, simple y con la que todos podían conectar. Yo recuerdo sólo una vez que me dijeron que tuviera cuidado, que estaba dando una visión muy favorable al Frente con el personaje de Gabriel…, pero me lo mandaron a decir tan tibiamente, que yo dije: “hagamos una reunión y lo conversamos”, pero quedó ahí.
-Lo que brilló en la serie -dice Bazaes- fue el componente humano que había en la historia. Además, habitamos un contexto de mercado tan práctico, que era evidente que Los 80 era algo capitalizable para el canal. Había público para lo que quisiéramos decir y eso era rentable.
-Eso nos protegió -dice Cuevas-. Si nos hubiera ido mal, seguramente habrían aparecido todos los censores. Pero el éxito que tuvo la serie de parte de la crítica y de la audiencia creo que nos protegió mucho.
***
Rodrigo Cuevas y Rodrigo Bazaes vivieron parte importante de su infancia en dictadura. Recuerdan los años 80 ya un poco más grandes, entrando en la adolescencia. Vivían lejos de Santiago los dos: Cuevas crecía en Arauco, mientras Bazaes lo hacía en Iquique. Y si bien la dictadura se vivió de manera distinta en la provincia que en la capital, los recuerdos de ambos inevitablemente están plasmados en la serie, en la idea de reflejar -como muy pocas otras ficciones televisivas lo habían hecho con tanta precisión- a la clase media.
-Fue una suerte igual que la clase media de esos años, por la precariedad material de Chile, fuera mucho más homogénea -dice Cuevas, quien escribió el guión pensando, detalladamente, en cómo iba a ser toda la escenografía. De hecho, escribió algunas descripciones de cómo era la casa de los Herrera, pero cuando supo que Bazaes sería el director de Arte, las borró.
-Cómo iba a estar diciéndole al flaco lo que tenía que hacer -dice Cuevas ahora riéndose.
-Oye, pero ahora que soy director me ponís todo -dice Bazaes y se ríe.
Hoy, ambos están completamente relajados, pero admiten que los últimos meses fueron difíciles, intensos, trabajando en contra del tiempo y con un presupuesto justo.
-No fue difícil cerrar la historia -dice Cuevas-, porque los personajes estaban delineados, sabíamos a dónde iban. Lo difícil fueron las limitaciones de producción y de tiempo. Porque desde que escribo el guión me ciño a ciertos parámetros: interiores, exteriores, cantidad de extras. Trabajas con una calculadora al lado, y para el equipo realizador es lo mismo. Pero tratamos de hacerlo lo mejor posible para que no se noten estas dificultades.
-Sabíamos que el juego de naipes era limitado -dice Bazaes-. Siempre hemos trabajado con presupuestos limitados y eso me hace pensar que los desafíos que nos colocamos con Los 80 son difíciles de seguir desarrollándolos en televisión. No sé si otra serie, con las mismas condiciones, podría lograr lo mismo.
-Sí, de hecho, yo no volvería a trabajar en las mismas condiciones, sería demencial. Terminaría en El Peral o separado -dice Cuevas, entre risas.
-Lo que pasó con Los 80 es que se convirtió en un espacio de convergencia, de intereses comunes, técnicos, artísticos, políticos, que permitieron que la gente funcionara con compromiso -agrega Bazaes.
-Y, además, la gente nos empezó a pedir todo -dice Cuevas-, que se profundizara más en lo político, pero con eso corríamos el riesgo de desnaturalizar a los personajes. Creo, sin embargo, que fuimos pioneros en plantear varios temas sobre esa década.
Mientras la familia Herrera iba viviendo sus propios dramas personales, éstos se entrecruzaban con la historia de Chile, en un cruce que la televisión no había abordado, y que sólo se podía encontrar en el cine y en la literatura: las imágenes puertas adentro de una época, la familia chilena de clase media reflejada con todos sus matices: hijos rebeldes, separaciones, precariedades económicas, fracturas emocionales que nos interpelaban directamente, con un paisaje de fondo reconocible, y que llevaron a los Herrera a separarse, como familia, pero que en esta última temporada parecen volver a encontrarse, en un año 1989 cuando Chile ve cómo se termina la dictadura. Una última temporada en la que la calidad visual y narrativa de la serie no ha bajado en absoluto.
-Estamos cansados, pero orgullosos -dice Cuevas-. Muchos de los que estábamos en este proyecto trabajamos con una pasión un tanto desmedida. Todos queríamos hacer HBO, pero sin tener los medios para hacer HBO. Independiente de tener un presupuesto superior a la media, sigue siendo muy inferior para la calidad que queríamos. Pero eso lo suplimos con un compromiso tremendo.
-No sé qué tanta escuela puede dejar Los 80 -dice Bazaes-, si es que no hay un cambio importante en las condiciones de producción de la televisión abierta. O replanteamos el modelo para trabajar para un público más amplio o no sé, porque esto que hicimos nosotros no es sostenible, esta calidad con estos recursos.
No están contentos, tampoco, con que hayan dividido el último capítulo -de larga duración- en dos, pero aprendieron a convivir con esos problemas de programación en estos últimos años. No quieren adelantar nada del final, pero Cuevas lo vuelve a decir:
-El domingo va a ser un momento especial.
Dice eso y se guarda todo lo demás.