La imagen es un déjà vu. Una chica flaca y de cabello platinado, anteojos oscuros y una boca pintada con un rojo furioso, vestida únicamente con unos calcetines negros y zapatillas, se pasea cerca del metro Salvador, ensimismada, mientras escucha música con unos audífonos. Esto ocurre ahora, en el 2015, y mientras esta chica platinada camina desnuda, pocos se detienen a mirarla.
No pasó lo mismo hace más de una década, cuando otra chica flaca y platinada, la original, esa que se hizo conocida como Baby Vamp, se paseó desnuda por las calles de Santiago. Todo era parte de una acción artística del argentino Luizo Vega, y esa vez hubo revuelo, debate en los diarios y hasta un alcalde, Pedro Sabat, terminó golpeando, en vivo y en directo a Vega en un programa de televisión. Ese Chile, el de ahora, y el de hace no tanto, se cruzan de manera frontal y sorpresiva en la serie documental Chile en llamas: el arte de la censura, que Chilevisión estrena el próximo miércoles en horario prime.
Una serie de siete capítulos que revisa los casos más conocidos de censura en Chile, y que en su primer programa, “Censura al desnudo”, además de incluir casos como la Casa de Vidrio y la fotografía masiva de Spencer Tunick, recuerda a Baby Vamp y hace un experimento: repite lo mismo que hizo Luizo Vega en el 2002 con una actriz, vestida igual que la Baby Vamp de entonces. Sólo que esta vez a nadie parece espantarle ver a una chica desnuda.
Detrás de este experimento y esta larga investigación está la documentalista Carmen Luz Parot, que se hizo conocida por trabajos como Estadio Nacional (2003) y El derecho de vivir en paz (1999). Si este último estaba dedicado a Víctor Jara, con esta serie documental Parot amplió su mirada al ámbito artístico. Porque este recorrido por la censura es apasionante y con ejemplos en todas las áreas. Desde una liga de damas que se escandalizaba por los desnudos en las pinturas de Valenzuela Puelma en las primeras décadas del siglo XX, hasta las presiones para evitar que Iron Maiden actuara en Chile, a inicios de los 90. Una serie que se viene con todo. Esta vez, sin censura.
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A pocos días del estreno de la serie, y en la oficina que mantiene al lado de su casa, en una tranquila calle de Ñuñoa, la documentalista saca un afiche del estreno de La última tentación de Cristo que guarda como un pequeño tesoro. Carmen Luz lo guarda desde 2003, año en que esa película de Martin Scorsese se estrenó en Chile, quince años después de su realización. Ese año, Carmen Luz también tomó su cámara y partió al Cine Arte Alameda, lugar donde se estrenó la película, para registrar ese momento.
Hizo lo mismo con otros episodios polémicos y de censura artística. El 2002, cuando se estrenó la obra de teatro Prat, que le costó la renuncia a Nivia Palma, directora del Fondart, en medio de las críticas porque la obra supuestamente ofendía al héroe patrio. O el 2006, cuando un artefacto de Nicanor Parra, “El pago de Chile”, provocó escándalo por colocar a los presidentes de Chile colgados.
Pasarían varios años antes que la obsesión de Parot se convirtiera en una serie para la televisión. Primero pensó en hacer un documental, y el 2007 se ganó un proyecto Corfo para investigar el tema. Así, armó un equipo interdisciplinario con gente de distintas áreas. En cine, por ejemplo, sumó a Luis Horta, coordinador de la cineteca de la Universidad de Chile, y a Raúl Camargo, director del Festival de Cine de Valdivia. En literatura, a Andrés Gómez, editor de Cultura de La Tercera.
Después de un par de años, Parot vio cómo los casos de censura se acumulaban y cómo la investigación crecía hasta volverse contundente, pero inabarcable en un solo documental. Así, la nació la idea de convertirlo en una serie para la televisión, y en 2013 ganó un fondo del Consejo Nacional de Televisión (CNTV), cercano a los $ 150 millones.
Esa vez, algunos miembros del jurado no estuvieron de acuerdo con su proyecto, y lo rechazaron porque temían que no tuviera tanto material que mostrar. Desde este miércoles, se podrá ver cuán equivocados estaban. Y cómo la historia de la censura en Chile tiene cifras vergonzosas, como cerca de mil películas prohibidas.
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En Carmen Luz Parot conviven, sin complejos, la periodista con la documentalista. Chile en llamas es una muestra de esto, y un ejemplo de cómo la pasión por investigar y por el archivo pueden estar pensadas para un público masivo.
—Entiendo que para hacer televisión hay que hacer ciertas concesiones de ritmo y relato, para que sea más entretenido. Lo tenía muy claro, yo trabajo en televisión hace muchos años, y esa idea del artista que quiere hacer su obra y que no le importa si lo entienden porque es un genio, no es mi caso —dice Carmen Luz, quien trabajó en el programa Extra jóvenes, en los tiempos de Felipe Camiroaga.
Parot está satisfecha, porque Chile en llamas debutará en horario prime, y no a las cuatro de la tarde de un domingo ni en febrero. Cuenta que cuando presentó el proyecto a Chilevisión, después de ganar el fondo del CNTV, de inmediato contó con el apoyo de Pablo Morales, director de programación en ese entonces, y que a las actuales jefaturas del canal les gustó tanto el proyecto, que adelantaron su salida al aire.
De hecho, el canal aportó bastante material de sus archivos, como la primera entrevista que Pedro Lemebel dio en televisión, en el año 2000, en el programa De vez en cuando, La vida, con Tati Penna, que será incluido en el segundo capítulo, “Cuestión de género”, que muestra las dificultades que escritores como Gabriela Mistral y José Donoso enfrentaron por su homosexualidad.
“El mismo día que Neruda moría en la clínica, la televisión chilena montó un show con la pira de quema de libros, donde estaban los libros de Neruda”, cuenta Carmen Luz Parot.
Uno de los capítulos más dramáticos estará dedicado a la persecución de los artistas tras el golpe de 1973. A la muerte de Víctor Jara, el compositor Jorge Peña Hen y el camarógrafo Jorge Müller, se sumará material exclusivo sobre Neruda, como las fotografías que tomó el brasileño Evandro Teixeira en la Clínica Santa María después de su muerte. “También nos centramos en la destrucción de la casa (La Chascona), que es muy poco conocida. No se conoce que cada pieza de esa casa fue reconstruida en base a fotos, que su funeral fue totalmente vigilado. Y que el mismo día que Neruda moría en la clínica, la televisión chilena montó un show con la pira de quema de libros, donde estaban los libros de Neruda”, cuenta Parot.
Otros dos episodios abordarán la censura durante la dictadura. Uno de ellos estará dedicado a la música, con el exilio de Inti-Illimani y la destrucción de sellos musicales y de discos. También se incluye la historia de recuperación de masters de discos que fueron destruidos y quemados, como ocurrió con la Cantata Santa María de Iquique, de Quilapayún, que apareció hace poco en el baúl de la casa de una bailarina. Y, además, se rendirá un homenaje a Ricardo García, creador del sello Alerce e impulsor de la Nueva Canción Chilena.
En el último capítulo, “Razones morales”, se incluirán obras artísticas que se han enfrentado a credos y prejuicios morales, especialmente a la Iglesia Católica. Allí caben casos como la prohibición de ver La última tentación de Cristo, la polémica por la escultura fálica en Machalí o el frustrado concierto de Iron Maiden, en 1992 en la Estación Mapocho.
Porque, pese a que la serie aborda casos desde los años 60, lo más sorprendente es que hay muchos episodios de censura —o de intento de censura— que ocurren después de los 90, cuando ya había vuelto la democracia al país. Parot cree que eso se debe al enorme poder que tuvo la Iglesia Católica:
—En los 90, la Iglesia Católica tuvo un poder enorme, en un Estado que es laico, que se explica por el agradecimiento que se tenía a la Iglesia por su rol en la defensa de la democracia y de los derechos humanos. Eso coincide con la actuación de Iron Maiden, a quienes se les quita el lugar para actuar en la Estación Mapocho. Eso fue confirmado por Arturo Navarro, director hasta ahora de ese centro cultural. Él nos confirma que recibió presiones desde la Concertación para que Iron Maiden no actuara ahí. Enrique Correa lo condena, porque eso fue vergonzoso para la imagen internacional de Chile.
—Más de 10 años después, Chile en llamas recreó el episodio de Baby Vamp y no pasó nada. ¿A qué lo atribuyes? ¿El país cambió?
—En las nuevas generaciones hay un culto al desenfado, una total falta de pudor. Yo lo veo como un rechazo a las antiguas generaciones, cuando el verdadero problema de este país son los derechos humanos, son los abusos que vemos a diario. Es una generación más moralista, pero el enjuiciamiento ético está puesto en lo fundamental. La vergüenza no está en tu cuerpo, está en el clasismo, en la discriminación.