Son dos hombres que tienen una historia increíble que contar.
Steve Murphy y Javier Peña viven de eso hoy: de contar aquella historia de la que fueron protagonistas, un relato que probablemente todo el mundo conoce —en parte—, pero no desde el lugar que lo pueden contar ellos; dos ex agentes norteamericanos de la DEA (Drug Enforcement Administration), los dos hombres que atraparon en 1993 —después de años de persecución— a Pablo Escobar.
—Es importante que se conozca la historia. Pero la historia real, no la que contaron otras personas en libros o que interpretaron en películas —dice Steve Murphy, quien junto a Peña llevan años realizando conferencias en distintos lugares —universidades, organizaciones sin fines de lucro—, donde cuentan la historia de cómo atraparon al narcotraficante más importante del mundo durante los 80 y 90.
—Las conferencias van desde una hora a presentaciones de seis horas. Contamos algunas de las técnicas innovadoras que inventamos, algunas de las estrategias. También hacemos presentaciones sobre liderazgo, resolución de conflictos. Cosas así. Desde que salió Narcos, la demanda ha aumentado de manera exponencial —explica Murphy.
Narcos, la serie de Netflix que ha tenido una excelente acogida crítica, que ya confirmó una segunda temporada y que está basada, justamente, en la historia que cuentan Murphy y Peña: la historia que les cambió la vida.
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Cuando empieza Narcos, lo primero que vemos en la pantalla es una definición del realismo mágico: “El realismo mágico se define como un entorno realista y detallado que se ve invadido por algo tan extraño que resulta increíble. No por nada el realismo mágico nació en Colombia”.
Esta definición es muy discutible, por supuesto, pero nos deja claro desde dónde se cuenta la historia de Narcos: desde los norteamericanos, desde la voz de Steve Murphy —interpretado por Boyd Holbrook—, quien no sólo narra todo el proceso que significó capturar a Escobar, sino también la vida de él y de Javier Peña —interpretado por el actor chileno Pedro Pascal—, la vida de esos agentes de la DEA que deben instalarse en Colombia para atrapar a un narcotraficante que invade Estados Unidos con cocaína y que se vuelve millonario, poderoso y peligroso.
A sus 58 años, Steve Murphy y Javier Peña llevaban un buen tiempo contando esta historia, hasta que fueron contactados por Chris Brancato, Eric Newman y Carlo Bernard —creadores de la serie—, quienes les explicaron que estaban preparando este proyecto sobre la vida y captura de Pablo Escobar, y que necesitaban sus testimonios, pues querían enfocar la serie desde esa mirada.
Ambos se sorprendieron que tantos años después de que hubiese ocurrido todo —casi dos décadas en ese momento—, alguien siguiera interesado en ese relato. Así que contaron nuevamente su historia y entonces Narcos tomó forma.
—Obviamente que todo lo que muestran en la serie no es exactamente como pasó. Los guionistas se tomaron ciertas licencias dramáticas para hacerlo más emocionante. Pero creo que después de todo, Javier y yo estamos muy contentos por cómo salió todo. Muy complacidos con los guionistas y los actores, por la manera en que nos interpretaron. Aunque no fumamos, ninguno de los dos. Pero en cada escena estos tipos están con un cigarro —dice entre risas Murphy.
—Sí, nosotros les contamos la historia, la línea de tiempo y los guionistas le agregaron el valor de la entretención. Pero la historia básica de lo que pasó, de cómo Escobar mató a miles de personajes y del imperio que creó es tal cual —dice Peña.
“Obviamente que todo lo que muestran en la serie no es exactamente como pasó. Los guionistas se tomaron ciertas licencias dramáticas para hacerlo más emocionante. Pero creo que, después de todo, Javier y yo estamos muy contentos por cómo salió todo”, dice Steve Murphy.
—Algo que les pedimos a los productores y a los guionistas, en un principio, fue que no queríamos glamorizar a Pablo Escobar. Y creo que eso se respetó en Narcos. Se lo ha interpretado tal como era. Tenía una personalidad carismática, podía ganarse los corazones de las personas, pero de la nada le dabas vuelta la espalda y comenzaba a matar personas. Wagner Moura (quien interpreta a Escobar) está increíble en su papel. Y creemos que Pascal y Holbrook se han lucido también —agrega Murphy.
Les contaron la historia a los productores, y luego asesoraron a los guionistas, con quienes se reunieron en California. Ahí, trataron de responder todas las preguntas, y luego siguieron haciéndolo por teléfono y por correos electrónicos. También la serie los hizo volver a Colombia, después de muchos años, pues fue fundamental su relato en la reconstrucción de los lugares donde ocurrió la historia. Debieron ir a un país que ha cambiado mucho en dos décadas, buscar las huellas de aquello que vivieron y les cambió la vida. Y debieron, además, reconstruir a un hombre que no sólo comandó el Cartel de Medellín y se convirtió en el narcotraficante más importante del mundo, sino que asesinó a miles de personas: derribó aviones, se construyó una cárcel propia, montó zoológicos y un parque de diversiones en su hacienda, hizo, en el fondo, lo que quiso. Algo que a ratos —y en eso tiene razón la serie— bordeaba el realismo mágico. Aunque en una versión mucho más violenta.
—Cuando apareció Escobar, tenía esa aura de Robin Hood. La misma Iglesia Católica lo apoyaba. Al principio, la gente lo amaba porque les daba dinero, casa, escuelas, pero al mismo tiempo podía bombardear un edificio matando cientos de personas. Era un personaje complejo. No era un buen tipo. Pero claro, al principio tenía ese cierto misticismo que le permitía reclutar sicarios en las iglesias, y a cientos de niños, a los que les ofrecía hacerlos ricos y famosos. Lo único que les pedía a cambio era que mataran por él. Y la serie lo muestra tal como era —explica Peña.
“Cuando apareció Escobar, tenía esa aura de Robin Hood. Al principio, la gente lo amaba porque les daba cosas, pero al mismo tiempo podía matar a cientos de personas. Era un personaje complejo y la serie lo muestra tal como era”, explica Javier Peña.
Narcos, además, utiliza material de archivo, dándole mayor contundencia a un relato que, a veces, resulta demasiado parcial, demasiado norteamericano. Sin embargo, funciona, sobre todo de la mitad de la primera temporada en adelante, pues se nota la mano del director José Padilha (Tropa de élite), quien le da a la historia un ritmo y un suspenso innegables.
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Aunque la serie muestra que ambos agentes llegaron a Colombia en los 80, en la vida real el primero que llegó fue Javier Peña. Él empezó a investigar el caso de Pablo Escobar. Vio cómo fue construyendo su imperio de la cocaína y cómo se volvió un tipo peligroso después de que intentara involucrarse en política y fracasara. Peña, entonces, fue testigo de ese comienzo y fue quien empezó, junto al grupo de búsqueda creado por el gobierno colombiano, a perseguir a Escobar. Steve Murphy, de hecho, llegaría en 1991, sólo tres días antes de que Escobar se entregara a la policía colombiana –bajo la condición de que no lo extraditaran a Estados Unidos y que podría vivir en una cárcel que construiría él mismo–, por lo que ambos agentes de la DEA completan con sus relatos toda la historia de Escobar.
–Yo trabajaba en Miami, en investigaciones de narcotráfico, pero seis meses antes de ser transferido a Colombia los pasé en un instituto aprendiendo español. Así que cuando llegué fue muy iluminador conocer a Javier, que ya estaba ahí. Después de que me contó todo, sabía que iban a ser tiempos complejos –dice Murphy.
La primera temporada de Narcos termina en el momento en que Pablo Escobar logra escapar una vez más de la DEA, en 1992, y se pierde en la selva, por lo que Murphy y Peña no adelantan más información acerca de lo que veremos en la segunda temporada, que se emitirá en 2016. Sin embargo, cuentan que una de las preguntas que más deben responder en las conferencias que dan es cómo atraparían ellos a Joaquín “el Chapo” Guzmán, quien es hoy el narcotraficante más importante y buscado del mundo.
Y ambos tienen una opinión similar.
–Armaría el mismo procedimiento que hicimos al buscar a Escobar, la misma estrategia: conseguir a los mejores agentes policiales y asegurarnos que no sean corruptos, que te van a ser fieles. El principio de la búsqueda, de la caza del Chapo, es que no vas detrás de él en sí, sino que vas detrás de sus sicarios, de sus hombres que lavan dinero, de sus guardaespaldas. Nosotros, junto a los policías colombianos, lo que hicimos fue desmantelar a todos los que fueron parte de la organización de Escobar y así llegamos a él –explica Peña.
–Es tal como lo dice Javier. Estados Unidos entiende que México es un país soberano y no hay intención de pasar por su autoridad en cuanto se refiere a investigaciones dentro de su propio territorio. Pero dada la experiencia de Estados Unidos con Colombia, les aconsejaría que acepten el apoyo de las fuerzas policiales de Estados Unidos y Colombia, porque han trabajado juntos, no sólo derribando a Escobar y al Cartel de Medellín, sino también al Cartel de Cali y al Cartel del Norte del Valle. Las cosas en las que nos involucramos con Javier y la policía colombiana en los 90 se han vuelto estándares de cómo atacar exitosamente estas organizaciones de narcotráfico –agrega Murphy con la voz de quien sabe que está diciendo algo porque lo vivió. En ese tono hablan ambos; los hombres que atraparon a un monstruo y que sobrevivieron para contarlo.