Por Diego Zúñiga //Foto: Marcelo Segura Diciembre 11, 2015

Son 40 personas que recorren, en silencio, la sala principal de exposiciones de CorpArtes, un lunes por la noche, completamente solos pues les abrieron el lugar exclusivamente para ellos. Son abogados, médicos, ingenieros, arquitectos y empresarios. No se conocen, pero desde este día de agosto de 2015 comenzarán a verse de forma sistemática en distintas exposiciones de artes visuales o en museos o en casas de coleccionistas chilenos. Avanzan por CorpArtes observando la retrospectiva de Iván Navarro y lo escuchan a él, al artista, hablar de su trabajo, de su trayectoria. Luego, cenarán con él y podrán hacerle todas las preguntas que les surgieron mientras miraban la exposición.

Será, entonces, el primer día de muchos que este grupo de personas, este club, comience a compartir en torno al arte. Pero no están ahí reunidos por casualidad, están reunidos porque son parte de un proyecto creado por Antenna, un grupo para el desarrollo de las artes visuales en Chile que hizo su estreno en agosto de este año y que no sólo busca crear una comunidad –hoy tienen 40 socios, pero buscan llegar a 120–, sino que además preparan una serie de proyectos ambiciosos en los que quieren unir el mundo de las artes visuales con el mundo privado. Proyectos como en el que trabajan hoy, cuando están terminando de afinar la primera exposición individual de un artista chileno en el Malba de Argentina. La elegida: Voluspa Jarpa.

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La primera idea fue hacer una corporación cultural.

Era 2009 y Constanza Güell (37) —gestora cultural— se juntó con unos amigos artistas para crear una plataforma con la idea de desarrollar proyectos artísticos y hacer gestión y producción. El problema es que esos amigos se fueron a trabajar y a estudiar afuera del país y, además, a ella la invitaron a sumarse al Consejo de la Cultura cuando asumió Luciano Cruz-Coke como ministro. El proyecto, entonces, quedó detenido. Güell fue nombrada jefa de asuntos internacionales del Consejo y, desde ahí, terminaría entendiendo que el proyecto Antenna debía concretarse.

Una vez que deja el Consejo, el año pasado, contacta a su amigo Alfonso Díaz (34) —periodista, ex productor ejecutivo de la feria Ch.ACO y quien trabajó en la Dirac, en el área de Artes Visuales— y le propone concretar este proyecto, que más que una corporación cultural debía ser una organización que se dedicara a la difusión de las artes visuales en Chile. Empiezan a imaginar cómo sería Antenna. Estaban convencidos de que debían apuntar alto, ayudar a gestionar proyectos ambiciosos, proyectos artísticos en los que no sólo se jugara el trabajo personal del artista elegido, sino también algo que se vinculara con la imagen país. Ambos sabían que existían muchos proyectos de este tipo, ambos —desde el Consejo de la Cultura y la Dirac— vieron cómo el financiamiento de un 90% de la producción cultural en Chile proviene de fondos públicos, algo que no ocurre en ningún otro lugar del mundo.

La comunidad Antenna –conformada hasta ahora por 40 personas, entre abogados, ingenieros, médicos, arquitectos y empresarios— ha participado en encuentros con artistas y curadores, con los que han tenido la oportunidad de dialogar.

—Creo que ahí nos dimos cuenta de que había un problema. Para que se desarrolle una cultura sana, independiente, esta no puede estar controlada sólo por un operador —explica Alfonso Díaz—. Sentimos que la cultura había llegado hasta un cierto tope, y que la única forma de crecimiento era involucrar a empresas, privados y medios de comunicación.
En ese momento, entonces, cuando están terminando de afinar el proyecto, se suma la tercera y última integrante de Antenna: la diseñadora Elisa Ibáñez (34), ex directora ejecutiva de Explora, quien había conocido hacía un tiempo a Díaz.

—Cuando salgo de Explora, Alfonso y Constanza estaban con el proyecto, armando esta empresa de gestión cultural y les digo: “Bueno, ¿pero qué pasa con la gente? ¿Cómo hacemos para acercar a la gente al mercado del arte, cómo hacemos para que el arte no dependa sólo de gestores como ustedes y que se genere un movimiento en el público?”. Fue ahí cuando los tres llegamos a la conclusión de que debíamos hacer un modelo en el que participaran las personas primero, que se involucraran en el arte, porque una vez que ocurriera eso ya no había vuelta atrás: todos se transformarían en promotores, inversionistas, compradores. Así asegurabas el futuro —explica Ibáñez.

De esa forma nació la primera de las dos líneas de proyectos en los que trabaja Antenna: la comunidad.

—Tú pagas una membresía al año y eso te da acceso a un programa anual de actividades en torno al arte —explica Díaz.
La primera actividad que tuvieron fue la de Iván Navarro, pero además han conocido la colección de Pedro Montes (Galería D21) y la de Sergio Parra (Galería Metales Pesados), fueron a la feria Ch.ACO un día antes de que se inaugurara para el público, visitaron el taller de Arturo Duclos, estuvieron conversando con Paz Errázuriz sobre su exposición Luchadores, y así, todos los meses esta comunidad —conformada por 40 personas— ha ido recorriendo distintos lugares de la ciudad y conociendo artistas, colecciones, museos y curadores.

—Antenna se piensa como una plataforma que ve todo el ecosistema de las artes visuales: investigación, galerismo, artistas, audiencias, así, las personas interesadas en el arte pasan por todas las áreas. Es un proyecto ambicioso, pero se puede hacer —dice Güell.

Y el proyecto hasta ahora ha tenido una excelente acogida. No sólo de los miembros de la comunidad, sino también de los artistas, curadores y galeristas.

—Lo que pasa es que con un proyecto así ganan todos, porque no sé, yo voy a una galería y te llevo 40 personas de buen perfil, que van con disposición a escuchar, y es una nueva audiencia. Ese trabajo de crear audiencias no lo están haciendo nadie. La idea es romper estigmas —explica Díaz.

—Al principio yo creo que muchas personas pensaban que iban a una clase, pero la verdad es que buscamos una participación activa, circular, todos caminando, conversando, preguntando. La gente se ha enganchado hasta ahora —agrega Güell acerca de esta comunidad que está dividida en dos: “Amigos Antenna” y “Círculo Antenna”. En el primer caso, con un costo de 480 mil pesos al año, se reúnen tres veces al mes. Y en el segundo —en que la membresía se eleva a un millón y medio de pesos—, contempla cuatro encuentros, además de participar en viajes a ferias de arte y bienales. La idea es que la comunidad crezca —buscan llegar a 120 socios—, pero no tanto, pues les interesa poder controlar bien los detalles de cada sesión. Además, cuando realizaron la primera actividad con Iván Navarro, el banco BTG Pactual les pidió hacer la misma sesión con sus clientes, por lo que entendieron que ahí hay otra posibilidad para seguir desarrollando su proyecto. Aunque ahora las energías están enfocadas, sobre todo, en la exposición de Voluspa Jarpa.

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La segunda línea de trabajo de Antenna es su área de proyectos —“Incubadora”, la llaman—. Área en la que apuestan por involucrarse con artistas nacionales.
—Queremos generar contenidos de arte chileno para Chile y para el exterior. Nos interesa apoyar la carrera de algunos artistas —explica Díaz.

El primer proyecto es la colaboración que harán con Voluspa Jarpa, quien en julio de 2016 presentará una muestra individual en el Malba, en el marco de los 15 años que cumple el museo trasandino, al mismo tiempo que se esté montando la exposición de Yoko Ono, que será una de las mayores exhibiciones que se presentarán en Argentina.
—Nosotros ayudaremos, sobre todo en la parte más estratégica, porque consideramos, además, que una muestra así escapa a la carrera del artista. Lo que estás haciendo es imagen país —asegura Díaz—. Antenna está reuniendo un grupo de personas y empresas que van a financiar parte del proyecto en Buenos Aires.

Antenna, explican, no sólo busca que los privados auspicien el evento, sino generar un vínculo más completo. Ellos hablan de filantropía activa, pues quieren generar un diálogo con el mundo privado.
—Nosotros vamos, les presentamos el proyecto y les preguntamos: ¿cómo quieres entrar? —dice Díaz—. Por ejemplo, a los 5 o 6 participantes les armamos un programa en Buenos Aires de cuatro días, donde visitarán la casa de Constantini (fundador del Malba), tres colecciones particulares, cuatro talleres de artistas y así. De esa forma no eres sólo un donante, eres un actor.

Voluspa Jarpa cuenta que desde Antenna le pidieron dar una conferencia para su comunidad hace unos meses, y que a partir de ahí surgió el vínculo.
—Yo creo que un proyecto como Antenna es superimportante. Es necesario que el mundo privado, el cultural y el público dialoguen, y Antenna está generando esas instancias —explica Jarpa, y Alfonso Díaz finalmente agrega:
—Hay una teoría que dice que en Chile no hay interés por la cultura. Yo creo que sí lo hay, lo que falta son espacios de diálogo y presentaciones para que se genere esto. ¿En qué momento dialogan los empresarios con los artistas? Antenna hace eso: generar ese encuentro, ser mediadores, una plataforma en la que convive una comunidad multidiversa.

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