Por Diego Zúñiga // Fotos: José Miguel Méndez Enero 15, 2016

—Vamos, chiquillos: uno, dos, tres y…

El que habla es el director de orquesta Héctor “Parquímetro” Briceño, y los chiquillos a los que les da la orden de que empiecen a tocar son los 13 músicos que componen The Universal Orchestra, uno de los conjuntos míticos de la música chilena, la orquesta que fundó el no menos mítico Juan Azúa, fallecido en 2006.

Los músicos, entonces, obedecen la orden de “Parquímetro” Briceño y empiezan a tocar sus instrumentos al ritmo de Sinatra, porque lo que los tiene ahí, arriba del escenario del Teatro Nescafé de las Artes es Sinatra, el musical, que debutó el fin de semana recién pasado, bajo la dirección de Emilia Noguera y que tendrá funciones hasta el domingo 24 de enero.

The Universal Orchestra toca y el hombre que interpreta a Sinatra —el actor Felipe Castro— empieza a cantar, con una voz que se asemeja bastante a la del cantante norteamericano, una voz profunda, a la que el sonido de la orquesta le da una fuerza indudable.

Héctor “Parquímetro” Briceño mueve las manos con intensidad, dirige a sus muchachos, y ellos lo siguen, el ritmo lo sigue, al igual que las miles de historias que han acumulado desde que en 2000 se fundó The Universal Orchestra, historias felices, delirantes, graciosas, y tristes también, como la de ese día de diciembre de 2006, cuando Juan Azúa, su director-fundador, falleció repentinamente tras un infarto.

Ese día, muchos pensaron que The Universal Orchestra se acabaría. Pero ahora, a casi 10 años de aquel hecho, siguen vivitos y coleando, reinventándose, tratando de superar una pérdida que los marcó para siempre.

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The Universal OrchestraCuando hablan de Juan Azúa, la voz les cambia, se afecta un poco, se llena de admiración más bien. El maestro Azúa lo llaman, uno de los directores de orquesta más importantes que ha tenido el país y que marcó a cada uno de los miembros de The Universal Orchestra.

—A Juan lo conocí en 1956, cuando estábamos en la Cubanacán. Era otra vida, una vida bohemia —recuerda Ricardo Barrios (79), trompetista de The Universal Orchestra, el hombre de más edad del conjunto y probablemente con más historias. Añora, de hecho, esos años de bohemia, de estar tocando toda la semana en distintos restaurantes y cabarés, en la calle Bandera, en el Zeppelin, cuando las noches no se terminaban nunca.

El mismo Barrios se ríe cuando piensa en todos los lugares extraños en que alguna vez tocó. Se acuerda de una noche, particularmente, en Punta Arenas, en los años 70. En ese entonces pertenecía a la Cubanacán y le tocó compartir con varios artistas, músicos, cantantes, eran espectáculos eternos, desbordados, como el de esa noche, cuando de pronto, sin que ninguno de los músicos se diera cuenta, su representante desapareció y los dejó botados.

—Teníamos que pagar el hotel, no había plata, el representante se había ido, no sabíamos qué hacer. Pero en ese tiempo íbamos a esos lugares donde las niñas te tratan de tú, así que hicimos una actuación ahí y las niñas nos pagaron el hotel. Estuvimos hartos días en Punta Arenas, éramos los regalones —dice Barrios y se ríe, rememorando esa época perdida. Años en los que compartió en distintas orquestas con Azúa, hasta que este lo invitó a ser parte de The Universal Orchestra en el 2000, cuando conformó definitivamente la banda, que sería capaz de tocar desde jazz hasta cumbia, moverse en los distintos estilos, convertirse siempre en el alma de la fiesta.

"Teníamos que pagar el hotel, no había plata, el representante se había ido. Pero en ese tiempo íbamos a esos lugares donde las niñas te tratan de tú, así que hicimos una actuación ahí y las niñas nos pagaron el hotel. Estuvimos hartos días en Punta Arenas, éramos los regalones", dice Barrios y se ríe, rememorando esa época perdida.

En esos años también se sumó Marcos Castillo (61), trombón bajo, quien se formó como músico en La Serena junto a Jorge Peña Hen y que conoció a Azúa porque se movía en el ambiente. Este lo vio tocando y lo invitó a formar parte de la banda, donde ya tocaba Héctor “Parquímetro” Briceño, quien además había sido su profesor en La Serena. “Parquímetro” Briceño a esa altura de los 2000 ya era uno de los hombres más experimentados, el músico a cargo del trombón, el que hizo una carrera en televisión, donde estuvo 25 años en Sábados gigantes y 10 en el Festival de la Una, además de participar en Cuánto vale el show.

—Fue muy difícil aceptar que Juan se fuera, porque dejó un legado tremendo como arreglador, como músico, como amigo. Fue un partner para todos nosotros —dice Briceño, quien recuerda esos días de diciembre de 2006 como muy extraños, pues todo fue repentino: Azúa estaba jugando un partido de fútbol cuando le dio un infarto y todo se acabó. El director había dejado comprometidas muchas presentaciones, por lo que The Universal Orchestra no pudo parar: justo estaba en Chile un hermano de Azúa que vive en Canadá y fue él quien asumió, primero, la dirección de la orquesta, y luego fue el turno de “Parquímetro”, quien dejó su trombón a un lado y decidió llevar la batuta.

—Fueron muy tristes las primeras presentaciones sin Juan, muy triste no verlo ahí, delante de la orquesta, porque su partida fue como la partida de un familiar. Al final en eso se convierte una orquesta, en una familia. Pero nada, como se dice, el show debía continuar —explica Castillo.

El show esta vez, además, es al ritmo de Frank Sinatra. Por eso cuando los invitaron a participar en el proyecto del musical no lo dudaron. Todos los miembros de la orquesta lo admiran profundamente. Muchos soñaron con interpretar sus canciones en un teatro. Esta será la primera vez que The Universal Orchestra, después de la muerte de Azúa, participará en un musical. Es un desafío, pero saben que están a la altura.

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Universal Ochestra SinatraSinatra, el musical debutó el fin de semana pasado con una excelente acogida del público, quienes vieron arriba del escenario a Felipe Castro interpretar al cantante norteamericano, además de los personajes que lo acompañan: la joven cantante Linda (Carolina Varleta), Debbie, su asistente (Maricarmen Arrigorriaga), y un enigmático hombre interpretado por Ramón Llao. Ellos, junto a The Universal Orchestra animan este espectáculo, en que escuchamos trece éxitos de Sinatra y asistimos a una parte de su biografía, centrada particularmente en los 60, cuando raptaron a su hijo Frank Sinatra Jr.

La actriz, directora y dramaturga Emilia Noguera, quien por primera vez dirige un musical, empezó a ensayar con el elenco hace dos meses, pero cuenta que Felipe Castro con la orquesta se reunieron desde hace cuatro a practicar las canciones.

—El primer ensayo fue heavy —dice, entre risas—, porque uno ve a la orquesta tocar con toda esa intensidad y es muy inspirador. Los ensayos con ellos me dieron la mayoría de las ideas para desarrollar la obra.

—Estamos muy contentos porque tocar a Sinatra es un lujo —dice “Parquímetro” Briceño y agrega—: Todo ha sido muy fluido, porque mira, cuando cuentas con músicos de primer nivel, nunca tienes problemas. Los músicos de la orquesta son de una categoría grandísima, con experiencia, y llevan esto en el alma, el swing. Están fascinados.
En uno de los últimos ensayos antes del estreno, aquella fascinación se notaba: los músicos tiraban la talla, tocaban como si estuvieran realmente acompañando a Frank Sinatra y “Parquímetro” Briceño interpretaba su rol como si en aquello se le fuera la vida. A ratos, se daba vuelta a mirar al público, pero no dejaba de mover las manos ni de estar atento a todos los detalles.

—Al principio fue raro, porque ellos tienen mucho carrete, son 14 hombres y nosotras, el equipo de producción, somos puras mujeres. Además, yo tengo siete meses y medio de embarazo y me miraban con cara de: ¿qué estás haciendo acá? ¡Ándate a tu casa! —dice Noguera y se ríe, pues al principio no sabía cómo abarcar a todo este grupo, pero luego se entregó y ellos también.

—Tienen mucha buena voluntad. Son músicos, son sensibles, son inteligentes —agrega.

Héctor “Parquímetro” Briceño se mueve frente a la orquesta, alza las manos, sostiene la intensidad, mientras Felipe Castro canta “Fly Me to the Moon”. Unos minutos después, cuando termine el ensayo, Briceño recordará el día en que estuvo a punto de ir a ver a Sinatra a Buenos Aires, lo que por motivos de salud no pudo concretar.
–Siempre fui admirador de él, siempre soñé con dirigir una orquesta y tocar al músico que más admiro, así que hacer este musical ha sido algo maravilloso.

Ya no existe el Santiago bohemio donde brillaban este tipo de orquestas, ya no existen esas noches eternas, ya no está el fundador de The Universal Orchestra, pero Briceño y sus músicos no quieren abandonar sus puestos, no quieren abandonar sus instrumentos. Quieren seguir tocando hasta que ya no quede nadie más.

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