Guillermo Calderón se refugia en las monumentales bibliotecas públicas de Nueva York para escribir su primera obra en inglés, un logro impensable para un dramaturgo chileno. El prestigioso Public Theater, la compañía que organiza el multitudinario festival Shakespeare in the Park en el Central Park, le encargó un texto. La ficción cuenta la historia de un grupo de niños estadounidenses que durante un campamento de verano en los años 30 se organizan para solidarizar con el bando republicano de la guerra civil española. Un par de audífonos y su celular lo ayudan a escribirla. Ahí escucha una aplicación de ruido blanco, similar a la estática de un canal de TV sin señal, que le permite concentrarse y poner su cerebro e intuición al máximo de capacidad. Pasa las mañanas y las tardes trabajando en silenciosos y solemnes salones calefaccionados, trata de comer antes y desconectarse de internet para optimizar el uso del tiempo. Ese es el método Calderón.
El prestigioso Public Theater, la compañía que organiza el multitudinario festival Shakespeare in the Park en el Central Park, le encargó un texto. “Escribir en inglés es terrible. Es un idioma duro, donde es difícil acercarse a lo poético. Igual lo intento”, dice.
“Escribir en inglés es terrible. Es un idioma duro, donde es difícil acercarse a lo poético. Igual lo intento. Siempre estoy negociando lo que sueño, lo que tengo en la cabeza, con lo que escribo. Es descorazonador, pero uso la debilidad a mi favor”, dice el actor y director de 44 años. “Al Public Theater le interesa el teatro político y la autenticidad de mis textos. Hay cierta afinidad con mi forma de pensar y de ver el teatro. Ya hemos hecho algunos ensayos de la nueva obra y el dilema es si hacerla con niños reales o con actores adultos. Es una pieza en proceso y de largo aliento. No tengo el compromiso de estrenarla este año, pero sí de desarrollarla. En el momento en que esté madura, seguramente me van a decir: ‘vamos hagámosla’”, comenta.
A este dramaturgo formado en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile se le ve entusiasmado en Nueva York. De hecho, se mueve como pez en el agua por la ciudad. Los viajes en tren desde Newark (Nueva Jersey), donde viven sus padres, le permiten percibir el pulso callejero y el nervio cotidiano de los transeúntes. “Newark es el patio trasero de Nueva York”, cuenta, “y Nueva Jersey, una de las zonas más violentas del país. Están todos los problemas de Estados Unidos a la vista. Hay mucha pobreza, a diferencia de Nueva York, que es una vitrina de perfección, plata, eficiencia y cultura, poco representativa del resto del país. Alrededor de las estaciones de trenes hay una gran cantidad de mendigos, la mitad esquizofrénicos, gente con psicosis que debería estar en hospitales. Viven ahí en forma marginal y en invierno llegan las iglesias y les dan comida. Es parte de la locura que es Estados Unidos”.
Newark, la ciudad de infancia de Philip Roth, está a unos 30 minutos en tren de Manhattan. Esa es la distancia que recorre a diario Calderón para llegar a la biblioteca de la Universidad de la Ciudad de Nueva York —en la que estudió un máster en Cine—, su lugar favorito de trabajo, ubicado en la Quinta Avenida con la calle 35, a pasos del Empire State. “Para mí es fácil escribir en Nueva York. Me ayuda a concentrarme ese equilibrio entre la soledad más absoluta y el salir a la calle, donde te encuentras con el ritmo de la ciudad. Quizá por eso hay tantos escritores acá”, apunta.
Sin Jet lag
En 2016 no habrá quien lo pare. Será su año más internacional y vivirá con prisa, de aeropuerto en aeropuerto, como si fuera una rutina aprendida entre cintas transportadoras y habitaciones de hotel. Escuela, su obra de 2013 sobre un grupo guerrillero de los años 80 que buscaba derrocar a Pinochet, se presentó durante enero en el festival Under The Radar de Nueva York, el Festival Fringe de Filadelfia y en la Yale School of Drama, en New Haven, Connecticut.
Por esta agitada agenda, manejada por su agente literaria alemana, no pudo ir al estreno de Feos, su texto inspirado en el cuento “La noche de los feos”, de Mario Benedetti, que durante enero se presentó con funciones agotadas en el Festival Santiago a Mil, y que volverá a cartelera en marzo, en el Centro Mori Bellavista. Un montaje de la compañía Teatro y Su Doble —ex Teatro Milagros, la misma de El capote— sobre dos personas con deformidad física que se conocen en la fila de un cine, conversan en un café y comienzan un romance. “Es la primera vez que se estrena una obra escrita por mí que no la dirija yo. Es una experiencia extraña, nueva, me daban muchas ganas de meterme en los ensayos. El trabajo que hace Aline Kuppenheim como directora es tan bello y detallado que me daban ganas de espiarla y saber cómo lo hace. Trata de llevar al límite el género del teatro de muñecos. Hay un esfuerzo por explorar y apuntar hacia algo inesperado. El diseño es espectacular. Me interesaba mucho trabajar con ella”, señala Calderón.
En octubre estrenará en Berlín la segunda parte de Escuela, una coproducción del Festival Santiago a Mil con el teatro alemán HAU que conmemorará el centenario del dramaturgo Peter Weiss, autor de Marat/Sade. El montaje se llamará Mateluna y contará la historia de Jorge Mateluna, un ex miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez que ayudó a Calderón en el proceso creativo de Escuela.
“Jorge estuvo 13 años preso por ser parte del Frente y, luego de estrenar la obra en 2013, fue condenado a otros 16 años de cárcel por un asalto a un banco en Maipú. Sin embargo, Jorge no participó en el robo. Lo involucraron de forma injusta”, explica el dramaturgo. Y agrega: “El juicio estuvo viciado, manipulado. Aparentemente, la Fiscalía ignoró fallas en el proceso e inconsistencias en las versiones de los carabineros. Siempre intento que la realidad entre al teatro, pero esta vez entró de una manera brutal, y no nos quedó otra que hacernos cargo de esta historia que la conectaremos con la obra de Peter Weiss. Por coincidencia, Weiss tiene una novela llamada La estética de la resistencia, que habla de un grupo de alemanes que se organizaron para resistir al surgimiento del nazismo”.
Aunque vive en Nueva York, Calderón sigue atento a lo que ocurre en Chile: “Desde lejos se ve menos terrible de lo que se piensa que es. Es un período necesario. Ocurrían cosas, como la corrupción de los empresarios, que se sospechaban y se toleraban. Ahora nunca más se van a tolerar”.
Sin pausa, en diciembre dirigirá una versión en inglés de Villa —primera parte de Villa + Discurso— con la compañía neoyorquina The Play Company, y estrenará otra obra, que escribirá durante 2016, en el teatro de la ciudad de Basilea, en Suiza.
En carpeta están próximos proyectos de cine con los directores Andrés Wood (Violeta se fue a los cielos) y Pablo Larraín (El club), con quien terminó el guión de la película Neruda, sobre la fuga del poeta en 1949 cuando la ley “maldita” ilegalizó al Partido Comunista. “Neruda ya se filmó y está en proceso de montaje. Larraín está muy inspirado, con muchos proyectos y le va bien en todo lo que hace. Es interesante para mí subirme a ese carro de explosión creativa en la que está metido. Para mí los guiones de cine son como joyitas que puedes pulir hasta que quedan perfectos, hasta llegar a la pureza química después de miles de reescrituras”, dice Calderón.
Por un teatro político
Sin estridencias, desde 2006 se convirtió en el más exitoso dramaturgo y director chileno, con estrenos en 25 países. Todo partió con Neva, montaje que cosechó elogios por apoyarse únicamente en las actuaciones y en una escenografía minimalista, compuesta de una alfombra apenas iluminada por una estufa eléctrica. La pieza revitalizó el teatro político local al reflexionar sobre el compromiso de los artistas con los conflictos sociales, temática que había desaparecido de la dramaturgia chilena. La trama planteaba una inquietante pregunta: ¿tiene algún sentido hacer teatro más allá de un fin estético? La historia se iniciaba el 22 de enero de 1905 en Rusia. Mientras las tropas zaristas asesinaban civiles en el histórico Domingo Sangriento de San Petersburgo, el antecedente previo a la Revolución rusa, Olga Knipper, la viuda de Chéjov, ensayaba El jardín de los cerezos, ajena a la matanza. Coincidiendo con los diez años de su estreno, en marzo irá a París a ver una versión en francés de Neva. “Gracias a esa obra el Public Theater me conoció, enganchó conmigo y me invitaron a presentarla en Estados Unidos y a trabajar con ellos. Además, creo que desde Neva hay una continuidad en todo lo que escribo. Lo mío es el teatro político y las historias que transcurren en espacios cerrados”, apunta.
Aunque vive en Nueva York, Calderón sigue atento a lo que ocurre políticamente en Chile: “Desde lejos se ve menos terrible de lo que se piensa que es. Es un período necesario. Ocurrían cosas, como la corrupción de los empresarios, que se sospechaban y se toleraban. Ahora nunca más se van a tolerar. La clase política está en crisis, pero en todo el mundo está igual. La crisis es de los políticos, pero no es el país entero el que está en crisis. Los políticos tratan de convencernos de que todo el país está mal porque ellos están mal. No es así. A pesar de los problemas y los sufrimientos, es un país lleno de creatividad, de posibilidades, con un sentido de dignidad que crece. Los estudiantes fueron los que cambiaron al país, superaron la visión de los políticos y propusieron una nueva agenda. Ahora le toca a la ciudadanía imponer una nueva agenda. Cuando pase este chaparrón, el país va a quedar más sano”.