Por Evelyn Erlij, desde Berlín Febrero 25, 2016

En Lampedusa, una isla italiana entre Libia y la ciudad de Sicilia, un niño de 12 años mata el tiempo disparando piedras con su honda. Su juego es algo macabro: destruye cactus para luego repararlos con tiras de scotch. Se llama Samuele, es hijo de un pescador, pero no soporta el vaivén del barco de su padre; incluso hay veces que vomita arriba de él. El mar es el sustento de la familia, el hogar de los peces de los que se alimenta, pero también es una tumba abierta, una boca del infierno en la que yacen unos 15 mil cuerpos, 15 mil cadáveres de inmigrantes que, en los últimos 20 años, han tratado de cruzar desde África hasta Europa. Fuocoammare ("El mar en llamas"), el documental del italiano Gianfranco Rosi, que ganó el Oso de Oro en la Berlinale 2016, muestra estas dos realidades paralelas que, de forma extraña e irreal, conviven en una misma tierra.

La radio es uno de los raros puntos de convergencia entre estos dos mundos: vemos a la abuela de Samuele escuchando noticias sobre barcos que llegan, sobre barcos que se hunden, como si fuera parte de la vida cotidiana, como cualquiera lee con ojos pasivos, y desde la distancia, que cientos de personas murieron en algún lugar lejano del planeta. Vemos los buques de la guardia costera y de la marina italiana que, día a día, patrullan las aguas en busca de embarcaciones en riesgo de hundirse. Cuando todo sale bien, las autoridades obtienen las coordenadas de una embarcación y rescatan a sus pasajeros. Los que no mueren, están deshidratados o quemados por los gases de los motores. Pero cuando todo sale mal, cuando los barcos de multitudes hacinadas no logran avisar su posición, su destino es uno solo: perderse en el mar y desaparecer para siempre.

Desde antes de su estreno en la Berlinale, Fuocoammare fue la favorita para ganar el Oso de Oro, en primer lugar, por la impronta política del festival. No hay que olvidar que aquí ganaron, entre otras, La delgada línea roja (1999), Tropa de elite (2008), Una separación (2011) y Taxi (2015), filme clandestino del cineasta iraní Jafar Panahi, a quien el régimen de su país tiene prohibido hacer cine. Pero no sólo por eso el documental italiano era el primero en las apuestas: también porque Alemania es, hoy en día, uno de los principales escenarios de la crisis migratoria más grandes desde la Segunda Guerra Mundial, un problema humanitario en el que, sólo en 2015, más de 1 millón de expatriados de países como Siria, Irak, Eritrea y Nigeria llegaron al país germano.

Una parte importante del certamen estuvo dedicada a los inmigrantes, desde las cientos de invitaciones que se entregaron a los refugiados para que asistieran a las proyecciones del festival, hasta las urnas puestas afuera de las salas de cine para que el público depositara dinero. "Tenemos frente a nuestros ojos el desplazamiento de entre 60 y 70 millones de personas por todo el mundo. Una catástrofe a escala mundial está ocurriendo, y no podemos decir, como dijeron los alemanes en 1945, que no la vimos, que no teníamos idea", advirtió Dieter Kosslick, el director del certamen, quien definió la Berlinale 2016 como una selección de filmes sobre el "derecho a la felicidad".

Hubo películas sobre el conflicto de los Balcanes, sobre los palestinos en Israel, los problemas en la frontera entre China y Birmania; ficciones sobre la homofobia —entre ellas, las cintas chilenas Rara y Nunca vas a estar solo— y el último trabajo del famoso documentalista Michael Moore, Where to invade next. Por eso, aunque el Oso de Oro a Fuocoammare haya sido debatido por varios críticos —"cualquier otra elección habría sonado mal", escribió Luis Martínez, del diario El Mundo—, el premio fue el cierre más coherente para un festival que defiende el cine político, comprometido y consciente. Si el tema de la Berlinale 2015 fue la injusticia —con premios para la mencionada Taxi y para El club, de Pablo Larraín—, este año la meta fue abrir los ojos de una Europa que, como Samuele y su familia, vive feliz y tranquila mientras miles de personas mueren en su mar.

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