"Una estrella ha nacido", dice Macarena López, productora de la película Rara, mientras una fila larga de niños espera para recibir un autógrafo de la protagonista del filme. Su nombre es Julia Lübbert, tiene 14 años y es la actriz principal de la cinta de la directora María José "Pepa" San Martín, una de las cuatro películas chilenas que están participando en la 66° versión de la Berlinale. Seleccionada en Generation —sección orientada a un público infantil y juvenil—, Rara acaba de ser estrenada en el Zoo Palast, uno de los cines más grandes de Berlín, a sala completa y frente a un público de niños y adultos.
No sorprende que, una vez terminada la función, Julia —hija del cineasta Orlando Lübbert— firme los cuadernos de sus nuevos fans: durante la hora y media que dura el filme, una gran parte de su peso recae en el talento de esta actriz debutante, una de las primeras niñas preadolescentes en tener un papel protagónico en el cine chileno.
"Es un momento que voy a recordar toda la vida. Fue muy emocionante ver la película por primera vez, ver que a la gente le encantó, ver como aplaudían, como hacía preguntas. Fue muy bonito", dice Julia, quien está en el festival junto a las actrices Mariana Loyola y Agustina Muñoz.
El filme —primer largometraje de San Martín— está inspirada libremente en el caso de la jueza Karen Atala, quien en 2004 demandó al Estado chileno ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos luego de que la justicia le quitara la tuición de sus hijas por su orientación sexual. Rara, eso sí, no es una película de tribunales ni de adultos: la historia está contada desde la perspectiva de Sara (Lübbert), una preadolescente que, tras el divorcio de sus padres, vive junto con su mamá, Paula (Loyola), su pareja, Lía (Muñoz) y Cata, su hermana menor (Emilia Ossandón).
Poco a poco, va advirtiendo las consecuencias de tener una familia homoparental: en el colegio comienzan a llenarla de preguntas —"¿tú creís que vas a ser lesbiana?", le pregunta su mejor amiga—, mientras que su padre (Daniel Muñoz) asocia su incipiente crisis de adolescencia con el hecho de vivir en un ambiente "anormal" —según él—, razón por la que pide la tuición de sus hijas. "Sara es un espejo social: ella no es la rara, rara es la sociedad que la hace sentir a ella como si fuera diferente", explica la cineasta.
San Martín deja el conflicto legal y el impacto mediático del caso fuera de campo, centrando la cámara en la intimidad familiar y narrando la historia a través de los ojos de una niña que descubre los prejuicios hacia los homosexuales enraizados en la sociedad. Si bien la película aborda un tema dramático como la homofobia, la historia tiene toques de comedia que sacaron varias carcajadas entre el público. "Cada risa que había eran para mí dos Osos —asegura la directora, en referencia a los premios que entrega el festival"—. Nos deja superbien parados como cine chileno, demuestra que tenemos otro tipo de películas, películas más frescas".
La cinta, de hecho, recibió una crítica elogiosa en el medio especializado The Hollywood Reporter, donde se destaca, entre otras cosas, los "detalles humanos bien observados" del filme y la actuación de "gran madurez" de Julia Lübbert.
A pesar de que Rara se estrenó en la Berlinale frente a una audiencia compuesta en parte por niños, San Martín no sabe qué clasificación tendrá el filme en Chile cuando se estrene en abril. "Me encantaría que fuera para todo espectador. Basta de creer que los niños son huevones, basta de creer que los niños no entienden. Estas frases tipo 'la sociedad no está preparada' no sé de dónde las sacan: los niños nos pegan 20 mil patadas. Aprendamos de ellos", dice la cineasta, que en 2011 ganó el premio DAAD a Mejor Cortometraje en la Berlinale por La ducha (2010), y que en esta ocasión compite por tres premios: el Oso de Cristal a la mejor ópera prima, el Premio del Jurado de la sección Generation y el Premio Teddy a la mejor película de temática homosexual.
—¿Qué diálogos te gustaría que generara Rara en Chile?
—Me gustaría un diálogo más profundo sobre la igualdad, sobre el hecho de que tenemos que hacernos cargo de los prejuicios que estamos dejando de herencia a nuestros niños. No basta hacerlo con las leyes. Las leyes son un paso, pero tenemos que humanizarlas, tenemos que hacer que se noten en la calle. Aún existe mucha discriminación. Ahora con el Pacto de Unión Civil, con las familias homoparentales, ¿se juzgaría igual a un homosexual que a un heterosexual ante un acto de violencia? Yo creo que no. Estamos en desventaja.
—¿Qué te parece que dos de los filmes chilenos en Berlín rescaten los casos de homofobia más emblemáticos del Chile reciente?
—Me preguntaban si era coincidencia. Yo creo que no. Creo que entre las nuevas generaciones está volviendo el cine político, estamos dándonos cuenta y estamos aceptando la responsabilidad de que el cine es político. Es nuestra forma de mostrarle al mundo lo que nos está pasando. Eso es el cine. Nosotros somos comunicadores de nuestra realidad. Nos estamos atreviendo a contar lo que nos está pasando y no lo que queremos que nos pase. Eso me parece valiente.
—¿Cómo ha cambiado la sociedad desde el caso Atala? ¿Te parecen grandes cambios las leyes de Pacto de Unión Civil y la Ley Antidiscriminación?
—Yo no sé si hubo un gran cambio. Hay países en los que ser homosexual está penado con la muerte. No nos perdamos en las luces. Esto es un granito de arena en una lucha que hay en muchos sectores, políticos y sociales. No hay que creer que estamos superbien. Sí, hay más leyes, pero aún nos faltan generaciones. Lo dije después de la función: no hay un final no feliz en la película porque yo espero que los niños nos den el final feliz. Nosotros no lo vamos a vivir. Este es un camino gigante.