Sacar una placa firmada por Pinochet. El último documento que Diego Matte firmó como director del Museo Histórico fue una solicitud de autorización para sacar una placa que se ubica en la entrada del museo. Ha pasado más de un año desde su polémica salida, en diciembre de 2014, y la placa sigue ahí.
—No correspondía que un museo histórico nacional tuviera una placa firmada por Pinochet, por más que la placa conmemorara un hecho que es cierto, que fue el arreglo que se hizo del edificio de la Real Audiencia el año 82. Pero es una placa que genera división. Eso no puede estar a la entrada de un edificio que busca lo contrario, que busca ser un espacio de reflexión, de encuentro —explica Matte, y fue la conclusión a la que llegó una comisión de académicos, entre los que se encontraban Sonia Montecino, Bernardo Subercaseaux y Rafael Sagredo, que sugirió su traslado.
Para Matte, la mantención de la placa es un símbolo de todo lo que rodea al Museo Histórico y a la Dibam. Tras tres años en el cargo —al que había llegado por concurso público en 2011—, Alan Trampe, en ese entonces director subrogante de la Dibam y actual subdirector de museos, no le renovó el contrato a Matte.
Después de su salida, Matte, que es abogado, presentó una serie de documentos ante la Contraloría, incluidos correos, para respaldar su acusación:que Trampe lo sacó de su cargo por razones políticas. “En ese minuto él estaba en carrera hacia la dirección de la Dibam, pero me dejó en claro que estaba recibiendo presiones”, dice. “Me expresó que le estaban pidiendo que hiciera un gesto político”.
“Nunca se me hizo ningún sumario por acoso laboral, se dijo eso por la prensa con el fin de desprestigiarme. El único que tiene un sumario a propósito de esto es Alan Trampe. Mi hoja de vida de funcionario público está limpia”.
—¿En qué está ese proceso ante la Contraloría?
—La Contraloría ordenó a la Dibam que iniciara un sumario investigando a Trampe. Entiendo que dentro de la Dibam ya se realizó el sumario, y se remitieron las conclusiones a la Contraloría para su revisión. La verdad es que en ese proceso de sumario nunca me llamaron a declarar. Tampoco es que tenga demasiadas esperanzas sobre eso, pero sí creo que deja un antecedente importante, sobre todo en el mundo de la cultura, porque finalmente las grandes perjudicadas, más allá de uno, son las instituciones. Tiene que quedar un antecedente de que no da lo mismo cómo uno hace las cosas y de que la gente no se sienta con el derecho de denostar a una persona sólo con el fin de sacarla de un cargo. Me parece lamentable, pero parece que tampoco es una excepción a la regla por lo que uno ha visto últimamente.
—Se habló de acoso laboral.
—Eso fue lo que dijo Trampe, por supuesto algo que yo jamás conocí. Nunca se me hizo ningún sumario, se dijo eso por la prensa con el fin de desprestigiarme. El único que tiene un sumario a propósito de esto es Alan Trampe. Mi hoja de vida de funcionario público está limpia.
—También habías planeado una ampliación del museo. ¿Qué pasó con eso?
—Se hizo el concurso, dejamos el proyecto listo, con todas las aprobaciones. Pero lamentablemente no sé qué pasó, porque el proyecto ya no figura entre las inversiones del Ministerio de Obras Públicas. Al parecer el proyecto por ahora no se va a hacer.
El desafío de la gestión
Pese a todo, Matte dice que ya dio vuelta la página y que está cien por ciento enfocado en los desafíos del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile (CEAC). En octubre pasado sucedió a Ernesto Ottone, actual ministro de Cultura, en la dirección de esta institución que acoge a la Orquesta Sinfónica, al Ballet Nacional y al Coro Sinfónico. También le tocará encabezar la puesta en marcha de VM20 (Vicuña Mackenna 20), ambicioso centro cultural que contempla la construcción de una moderna sala de conciertos para la Sinfónica.
—Creo en la función pública, por eso estoy acá, la universidad me parece un excelente lugar, el mejor lugar donde uno podría estar. Es un privilegio estar en la Universidad de Chile, la universidad más importante del país.
—¿Por qué te interesó el proyecto del CEAC?
—El CEAC me parecía un lugar muy serio, en el que se había hecho un trabajo bastante bueno. Los cuerpos estables son de mucha calidad y prestigio, la labor que realizan es realmente importante. Y sobre todo el perfil que tiene el CEAC y la Universidad de Chile, de apuntar a un público más popular. Nosotros no buscamos llegar a las elites, apuntamos a un público más masivo.
—¿Cuáles son tus metas en el CEAC?
—Hay ciertos temas de urgencia práctica, que hay que entrar a resolver.
—¿Como cuáles?
—Que el CEAC funcione sin déficit. Eso es una primera meta superconcreta. Otras cosas, cómo ir mejorando la infraestructura del teatro, y también las condiciones en que los cuerpos estables se desempeñan, que tienen que ver con cosas prácticas del día a día. Hay otras iniciativas que queremos desarrollar, de innovar en otros temas, con el desarrollo de las audiencias. Lo que nos hace especiales es que somos cuerpos estables. Nosotros generamos contenido, estamos constantemente creando. Entonces cómo hacer que esas creaciones lleguen no solamente a la gente que está en la sala, sino que a un público más amplio. Por ejemplo, todo el tema de las grabaciones de la orquesta, hay un mundo ahí, de cómo poder difundir a través de la televisión o a regiones, editar discos.
—A propósito del déficit que mencionabas, ¿en qué estado recibiste al CEAC financieramente?
—El año pasado tuvimos un déficit de $ 270 millones.
—El año pasado hubo cambio de programación en la temporada de la Sinfónica y se dijo que era por falta de recursos. ¿Eso es efectivo?
—Sí, se tuvieron que tomar algunas medidas, yo aún no estaba, esto fue en el segundo semestre. Lo que pasa es que había costos de programación muy altos y la verdad es que no tenían una buena proyección en términos de público, entonces se tomó la decisión, y la comparto, porque sino el déficit hubiera sido mucho mayor, estamos hablando de por lo menos $ 50 millones más. Se cancelaron un par de obras. Tal vez un exceso de entusiasmo en la programación, que no se condecía con las cifras de público y de ingresos. Mi desafío es no volver a tomar ese tipo de medidas.
“Nosotros somos cuerpos estables nacionales. Lo que no puede pasar es que la Sinfónica o el ballet o el coro terminen cargando con la mochila, con el déficit que genera una infraestructura que no está hecha para ser una máquina de plata”.
—¿Y esto fue un déficit puntual?, porque siempre se ha dicho que el CEAC tiene un déficit histórico.
—Hay un déficit histórico. Del presupuesto del CEAC, recibimos una asignación, vía presupuesto nacional, de un monto que no nos alcanza para pagar ni siquiera la base de las remuneraciones. Por otro lado, generamos ingresos propios y desde el año pasado la universidad nos hace un aporte para las remuneraciones. Tenemos un presupuesto, que es el que generamos nosotros, más el que aporta el Estado, que es insuficiente, pero igual uno tiene que ajustarse al presupuesto que tiene o generar más ingresos. Eso es un principio básico.
—¿De cuánto es el déficit total que arrastra el CEAC?
—Hay un déficit histórico total cercano a los $ 1.700 millones. Es un déficit que la universidad ha asumido. Hay un déficit histórico y también hay un déficit más reciente.
—¿De la gestión anterior?
—Claro. El 2015 fueron $ 270 millones, el 2014 no hubo déficit y del 2013 son cerca de $ 700 millones.
—O sea que cerca de mil millones de pesos corresponden a un déficit de los tres años anteriores.
—Claro. Ahora, como te digo, la razón que explica ese déficit es que hay una parte estructural importante.
—Pero, ¿también hubo un excesivo entusiasmo?
—No sé, no puedo calificar a la gestión anterior, no me corresponde. Yo con lo que tengo que lidiar es con la situación del CEAC hoy día. Él (Ottone) también en su minuto recibió un déficit que se venía arrastrando. Yo también recibí un déficit. Obviamente que mi expectativa es no dejar un nuevo déficit.
—¿Y cuando llegaste te informaron de este déficit?
—Sí, sabía que había un déficit, pero tuvimos que hacer un trabajo de revisar para tener claridad de la situación real en que estábamos, porque había diferencias entre lo que se había ejecutado y lo que se había proyectado.
—¿Y el CEAC recibe aportes de privados?
—Más que en dinero, tenemos intercambio de servicios, canjes, y lo que sí, prestamos servicios a algunas instituciones que nos pagan. Por ejemplo, tenemos una relación muy importante y de muy larga data con Coopeuch, con la que realizamos una gira nacional.
—¿Cómo piensas revertir este déficit?
—Esa es la pregunta mágica. Primero, la meta es tratar de contener el déficit anual lo máximo. Una de las cosas que estamos conversando con la orquesta y el director es darle una mirada a cómo está estructurada la temporada. Por ejemplo, diferenciar más claramente las temporadas de extensión de la docta, de manera de poder dejar un espacio más definido para poder hacer extensión. Los conciertos de Navidad son muy exitosos, el teatro se repleta, cuando hacemos música de películas también se llena el teatro, en el verano estuvimos en la Quinta Vergara con un récord de público, 14 mil personas viendo una gala lírica. Eso es una forma de generar ingresos.
—¿Qué pasa con el proyecto VM20? Cuando Ottone lo anunció decía que iba a estar listo a fines de 2017. ¿Se van a cumplir esos plazos?
—No, ha habido algunos retrasos, pero el proyecto va avanzando bien. Este es el año de las licitaciones de la ejecución de las obras, la idea es a fin de año hacer la entrega del terreno para que la empresa que se la adjudique pueda empezar a trabajar.
—¿Con qué fechas están trabajando ahora?
—Hay que considerar un año y medio de obra, más un periodo extra de acondicionamiento y equipamiento de los lugares. Idealmente podría estar entregado a fines del 2018. Esto tuvo un retraso por la polémica de la conservación de la fachada de la antigua Facultad de Ciencias Químicas, se le pidió al rector que la mantuviera, y eso implicó volver a diseñar algunos espacios.
—¿Y los costos han cambiado? En abril de 2014, Ottone hablaba de 22 millones de dólares.
—Han aumentado un poco los costos, en este momento se están revisando los ajustes. El proyecto va caminando bien. Por supuesto nosotros como CEAC tenemos que empezar a prepararnos, no sólo en el sentido de que uno se cambia a una casa nueva, sino que también tiene que ver con una preparación del funcionamiento interno de un modelo de gestión que se tiene que desarrollar.
—¿Y la administración anterior dejó un plan de gestión para VM20?
—Había algunas proyecciones, pero la verdad es que eso vamos a tener que revisarlo para poder comenzar.
—¿No había un plan de gestión entonces?
—La verdad es que propiamente tal, como lo entiendo yo, no. Había documentos y propuestas de desarrollo con proyecciones y desarrollo de algunas ideas base. Nosotros nos vamos a enfocar en esa labor. Ya estamos trabajando ahora en un plan de desarrollo estratégico para el CEAC, a nivel general.
—¿Tampoco había un plan de desarrollo estratégico?
—Yo no quiero entrar a criticar la gestión anterior, estoy preocupado de las cosas que yo pueda aportar a la institución. Pero no he encontrado un plan de desarrollo estratégico y veo que es una necesidad. Y también desarrollar para el CEAC un modelo de negocios.
—Si en los últimos tres años hubo un déficit de casi mil millones de pesos, uno se pregunta cómo se va a financiar el proyecto VM20.
—Es una duda legítima. Hay una perspectiva de una mejora en los ingresos del CEAC a través de los cuerpos estables y las funciones, de arriendo de espacios, pero hay que ser bastante precavido y prudente. La infraestructura nueva implica también costos de mantención más caros. Es difícil pensar que este proyecto de VM20, en el mediano plazo, se pueda financiar si no es con un aporte sustantivo del Estado. Acá se requiere que se mejore el aporte por lo menos en mil millones de pesos. Hoy día recibimos $ 2.600 millones de presupuesto anual vía Ministerio de Educación, y la universidad aporta cerca de $ 350 millones. Nosotros generamos aportes propios también. Es muy difícil pensar que un espacio así se pueda autofinanciar. Uno ve que el Teatro del Lago hoy tiene ese problema. Nosotros somos cuerpos estables nacionales. Lo que no puede pasar es que la Sinfónica o el ballet o el coro terminen cargando con la mochila, con el déficit que genera una infraestructura que no está hecha para ser una máquina de plata. Todos los grandes teatros del mundo requieren un apoyo importante. El resto es mentir.