El antiguo departamento de Providencia está inundado de luz. Ventanales grandes y multitud de colores abundan en este lugar, que se ha convertido en el taller de Benjamín Ossa (31), lleno de esculturas rojas de todos los tamaños, así como de amplios escritorios con papeles y dibujos con trazos de tinta negra. Incluso los pasillos están llenos de fotos de sus obras, donde Benjamín ordena qué es lo que irá y cómo en cada exposición.
Comenzó usando sólo una pieza, pero ya cada rincón del departamento ha sido invadido por sus obras. Tanta luz no es una casualidad en un artista obsesionado por los fenómenos lumínicos. Porque, aunque estudió pintura desde los 8 años y luego entró a la carrera de Arte en la Universidad Finis Terrae y a Diseño en la UC, pronto comprendió que la pintura no sería suficiente. Su búsqueda iría más allá.
—Me empecé a dar cuenta de que lo que me interesaba eran las cosas que rodeaban la pintura, estos fenómenos lumínicos, estas vanguardias impresionistas, y me empecé a dar cuenta de que la pintura era un método de representación, pero que uno podía usar las investigaciones pictóricas para ampliar la experiencia de quien observa. Trasladar una cosa a otra, con un lenguaje. Me interesaba poder enfrentarme de manera más directa a los fenómenos. Ese es el cambio —dice Ossa.
Así, sus obras nacen de cada experiencia vivida con diversos elementos y materiales, con el uso de instalaciones que buscan la experiencia del espectador en base a la luz, la sombra y el color.
Ese mismo interés por la relación entre el espectador y lo que le rodea fue lo que lo llevó a participar en el concurso de arte público organizado por la Fundación CorpArtes y Autopista Central, con la colaboración del Ministerio de Obras Públicas, la Municipalidad de Renca y la Universidad del Desarrollo. Esta convocatoria —con un presupuesto de 125 millones de pesos— buscaba recuperar el puente Gran Envergadura de Renca, ubicado en el cruce de General Velásquez con la Costanera Norte. El objetivo consistía en revertir la hostilidad del puente, un lugar prácticamente abandonado, y convertirlo en un hito urbano-artístico.
Ossa fue el más joven en participar y logró imponerse a artistas consolidados, como Iván Navarro, con una propuesta que mezcla elementos tanto visuales como sonoros, y que se espera que esté lista en julio de este año. No tenía una idea preconcebida sobre lo que haría. Fue a Renca y se encontró con este inhóspito lugar, gris y con decenas de capas de pintura para tapar los grafitis. Sin embargo, parecía ser el lugar perfecto para llevar a cabo sus ideas. Espacios amplios, movimiento, luz y sonido marcarían el camino que seguiría para plantear su propuesta: mezclar lo natural del lugar y conjugarlo con elementos que lo transformaran en una obra artística. Lo novedoso es que no es sólo la instalación misma la que le dará el carácter de “obra”, sino que cada auto que pase por ahí será partícipe de la idea de Benjamín.
—La intensidad energética y el nivel de ruido del lugar son muy potentes. Lo que podría dificultar la tarea de un artista yo lo tomé como material de trabajo, como un instrumento. Me concentré en lo que pasaba ahí físicamente y pensé en utilizar los mismos problemas sonoros como una fortaleza —cuenta.
El proyecto se basa principalmente en una estructura de 800 metros cuadrados con una serie de tubos de metal galvanizados que, con la vibración del movimiento que producen los autos al pasar, golpean unos discos de acrílico. Este roce produce a su vez dos sonidos, las notas la y re, conformando así una armonía constante. Es por lejos, la mayor obra producida por Ossa, quien si bien había montado anteriormente exposiciones extensas, nunca había tenido la oportunidad de realizar algo tan a gran escala.
ESCULTURAS DEL AZAR
Hay un punto crucial en la obra de Benjamín Ossa: no encasillar una obra con el adjetivo de “acabada” o “terminada”. Esa es la característica principal de su segunda exposición individual, No hay forma de perder el tiempo, la cual estará desde el 10 de marzo hasta el 9 de abril en la galería Artespacio, lugar donde se presentó en solitario por primera vez hace cuatro años.
—¿Cómo sientes que ha evolucionado tu obra desde esa primera exposición individual que hiciste el 2012?
—La primera muestra la hice en base a la luz, el dibujo y la geometría como metodología de construcción, mientras que la exposición de ahora tiene más que ver con las experiencias, y la percepción de cada uno. Es una muestra algo más abstracta, no en cuanto a las piezas, sino a lo que experimenta cada espectador. No responde necesariamente a la tradición escultórica. Hice lo que quise y estoy tomando bastantes riesgos, pero me encanta la idea de sorprender a la gente.
Once esculturas serán las protagonistas de esta exposición, junto con las fotografías en blanco y negro que mostrarán su proceso de creación. Son esculturas bastante particulares, ya que no están moldeadas o diseñadas con una forma reconocible o con fines estéticos, sino que reflejan un movimiento determinado del cuerpo. Son obras producto del azar.
Desde el año 2008 Ossa viene desarrollando estas obras escultóricas, las cuales al comienzo eran trabajadas sobre una mesa y moldeadas manualmente. El efecto, sin embargo, no terminaba de convencerlo. No le interesaba un resultado elegante o bello en cuanto a líneas y formas, sino que cada obra reflejara la pulsión del momento. Quería construir cada obra mediante su propia experiencia con el plástico hirviendo.
Dentro de una calurosa fábrica de La Florida, se le ocurrió sostener con sus propias manos,utilizando un traje de soldador y guantes, cada plancha de plástico, calentada previamente en un horno a 250 grados. ¿El objetivo? Con su propio cuerpo darle movimiento durante el minuto y medio que el plástico permanecía flexible, y que así se rigidizara en base al gesto que él mismo hacía.
Hay un punto crucial en la obra de Ossa: no encasillar una obra con el adjetivo de “acabada” o “terminada”. Esa es la característica principal de su segunda exposición individual, desde el 10 de marzo en la galería Artespacio, en que mostrará una serie de esculturas.
Las primeras veces se quemó. El calor debajo de esas planchas hirviendo era casi insoportable, pero aun así continuó experimentando para ver cómo convergían en su obra factores como tiempo, gravedad y movimiento.
Estas mismas características, presentes en la creación de las esculturas, son las que Benjamín quiere replicar en su exposición, buscando que el espectador sea tanto testigo como parte de la obra. Es por eso que construirá en la galería Artespacio una atmósfera similar a lo que él vivió en La Florida. Instalará láminas de plástico verde en la entrada de la galería, las cuales filtrarán la luz del exterior. Así, en contraste con el color rojo de las esculturas, Ossa producirá en el espectador el mismo efecto de color, temperatura y calor que lo rodeó en el momento de su creación.
Además de esta muestra, Benjamín tiene agendadas varias exposiciones este año, tanto dentro de Chile como en el extranjero. En abril, mostrará su trabajo en la galería Sobering, en París, como parte de una muestra colectiva de artistas chilenos, y en septiembre inaugurará su primera muestra a nivel internacional, en la galería Aldo de Sousa de Buenos Aires.
– ¿Tienes algún referente que te haya marcado?
–Admiro a muchos artistas. Todos tienen una obra increíble, profunda y sensible, pero me gusta funcionar un poco al margen de ese jet set del arte. Prefiero que no me conozcan, estar en mi propia exposición y que la persona que esté mirando mi obra no sepa quién soy yo y se sienta libre de opinar. Prefiero que mi rostro no se identifique con mi trabajo. Me gusta pasar desapercibido.