Por Evelyn Erlij Marzo 28, 2016

Parece un choque de dos realidades: mientras los turistas invaden el Centro Pompidou de París, uno de los festivales de cine documental más prestigiosos del mundo tiene lugar ahí, en las mismas instalaciones por las que se pasean los visitantes del museo. Creado hace 38 años por el legendario cineasta Jean Rouch, Cinéma du Réel es el gran evento francés que reúne a los "cineastas de lo real", un encuentro en el que el público, los creadores y los productores descubren las últimas tendencias del cine documental mundial. Allí estuvo el realizador chileno José Luis Torres Leiva, cuyo filme El viento sabe que vuelvo a casa —estrenado en febrero en el festival de Rotterdam— fue parte de la competencia internacional del certamen.

Presentado el lunes 21 y el martes 22 de marzo a sala completa, el filme es un seguimiento al director Ignacio Agüero (Cien niños esperando un tren), quien viaja a Meulín, una isla del archipiélago de Chiloé, para investigar la historia de un amor imposible, una especie de Romeo y Julieta chilota que quiere convertir en película. La leyenda, sin embargo, no existe: se trata de un dispositivo de ficción que Torres Leiva inventó para filmar lo que realmente le interesaba y que era ver a Agüero haciendo uso de sus principales habilidades como cineasta: escuchar, dialogar y relacionarse con la gente. "Es un homenaje a él y a su cine, a su forma de trabajo, a su manera de entrar en las historias", explica el director, quien ya colaboró con él en tres películas, entre ellas, Qué historia es esta y cuál es su final (2013), un documental sobre su vida.

            El viento sabe que vuelvo a casa muestra una realidad desconocida del sur de Chile: Meulín es una isla de 750 habitantes dividida en dos sectores, una poblada principalmente por mapuches y la otra en su mayoría por mestizos, los que, hasta hace algunos años, no se mezclaban. "En la película se presenta como algo que sucedía en el pasado, pero uno nota que pasa hasta hoy. El hecho de que la isla esté dividida y que muchas personas no conozcan el otro sector dice mucho", explica Torres Leiva.

Agüero, por su parte, también estuvo en el festival participando en ParisDoc, sección del certamen destinada a filmes en sus últimas etapas de producción que buscan socios extranjeros. El proyecto que presentó fue Como me da la gana II, la segunda parte de su documental mítico de 1985, en el que entrevistó a cineastas chilenos para preguntarles por el sentido de hacer cine en dictadura. Maite Alberdi, directora de La once (2014), también participó con la película Los niños, en la que sigue a cuatro adultos con síndrome de Down. El chileno Carlos Vásquez Méndez, en tanto, cuyo filme [Pewén]Araucaria compitió en la sección Premiers Films, obtuvo el premio Joris Ivens/Cnap a la mejor ópera prima, en la que aborda el tema del colonialismo en el sur de Chile a través de la historia de dos hermanos pewenches.

El viento sabe que vuelvo a casa se estrenará en Chile en octubre en el Festival de Valdivia y en noviembre en salas, cuenta Torres Leiva, quien durante este año trabajará en un filme de ficción, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, y en un nuevo documental en torno al célebre fotógrafo Sergio Larraín, sobre quien hay otras dos películas en preparación, un documental de Sebastián Moreno y una ficción a cargo de Gonzalo Justiniano. "Me va a tomar bastante tiempo, porque necesita mucha investigación. Lo que más me interesa es buscar una forma para hablar sobre su período más desconocido, los últimos 34 años de vida que pasó en Tulahuén, un pueblo del norte. Más que hablar del Sergio Larraín fotógrafo, me interesa el Sergio Larraín que decidió dejar la fotografía", dice sobre el fotógrafo chileno que llegó a la prestigiosa agencia Magnum.

 

—¿Cómo nace la idea de hacer esta película?

—Siempre me interesó la historia de Sergio Larraín. Cuando estaba estudiando tenía ganas de hacer un documental sobre él, pero era imposible, porque no daba entrevistas. Después se enfermó y, por casualidad, a través de un amigo, llegué a Gregoria Larraín, su hija. Cuando la conocí, se reactivaron las ganas de hacer este proyecto. Estar en contacto con ella y con su otro hijo, Juan José, fue un paso importante. Tuve la oportunidad de ir a su casa en Tulahuén y es un lugar que tiene una energía muy especial.

 

—¿Cómo abordarás el reto de retratar a alguien que no conociste?

—Tengo muy claro que no quiero hacer un documental biográfico, sino que tomar algunos aspectos relacionados a su vida espiritual, a su relación con la naturaleza, con los escritos que dejó, con la pintura. Me gustaría saber por qué eligió Tulahuén, por qué dejó la fotografía sabiendo que estaba en la cumbre de su carrera. Eso me interesa mucho. Me gustaría acercarme a su mirada del mundo. Le estoy dando muchas vueltas a cómo mostrar esa historia.

 

—En 12 años has hecho 11 largometrajes. Podría decirse que eres uno de los cineasta más prolíficos del cine chileno actual.

—Mi idea de hacer cine es que es un oficio en el que uno está constantemente haciendo algo, independiente de la producción y de la forma de realizarlo. Se da mucho eso de que las ideas queden en proyectos eternos y no es algo que me gusta. Para mí es importante poder comunicar a través del cine. Es una parte que está muy ligada a mi vida. Es mi manera de expresarme.

 

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