Diciembre del 2014, Teatro Municipal de Santiago. Mercury, la leyenda termina su función, suenan los últimos acordes de “Somebody to love” y el ruido de los aplausos es ensordecedor. Más de 30 mil personas han visto ya el musical a lo largo de la temporada, y presentarse en el teatro con más renombre del país es sólo la confirmación de su éxito. Bien lo sabe su productor, Francisco Olavarría (39), quien, instalado entre el público, ve cómo la gente emocionada aplaude de pie mientras los actores saludan.
Hasta el año 2010, Olavarría no tenía ninguna relación con el teatro. Su trabajo no podía estar más alejado de los escenarios, en una oficina del Instituto Profesional Duoc UC en Viña del Mar, como subdirector de Administración y Finanzas. Paralelamente, y sin mucho conocimiento sobre el tema, decidió investigar durante un año el formato teatral viajando constantemente a Santiago a ver obras y a sumergirse en el mundo de las tablas. Ahí fue cuando se dio cuenta de que había un espacio que podía aprovechar, uno que casi nadie estaba tomando en cuenta.
—Descubrí que existía un nicho totalmente abandonado en términos de teatro familiar. Había mucho teatro infantil y mucho teatro para adultos, más denso. Pero había un espacio que yo sentí que no se estaba aprovechando, para la gente que usualmente no iba al teatro. Yo veía en mi entorno que nadie iba a ver obras, ni mis amigos, ni mis papás, ni siquiera yo mismo. Ahí sentí que tenía que incursionar e innovar —cuenta.
Fue así como creó en 2010 la productora Cultura Capital, con la cual pretendía realizar obras enfocadas en un público familiar. Una de las primeras incursiones teatrales fue la obra Gusanos, dirigida por la actriz Patricia López, donde trabajó tanto con actores profesionales como con niños con discapacidad intelectual. El éxito fue tan sorpresivo como rotundo; llenaron el Teatro Nescafé de las Artes y, luego de eso, todo pareció seguir su curso. Obras como Piaf, un musical basado en la vida de la cantante francesa Edith Piaf; Chaplin, una adaptación de la famosa película Luces de la ciudad —cuyos derechos los cedió la misma hija del actor inglés—; Paul & John, basado en la historia de los Beatles y Mercury, la leyenda, donde se cuenta la vida del vocalista de Queen, no hicieron sino continuar con aquel primer éxito, mientras que pusieron en el mapa este tipo de espectáculos y, con eso, el nombre de Olavarría.
Si la intuición le dijo que dejara todo y se dedicara por completo a la producción de teatro musical, esa misma intuición lo acompaña cuando tiene que elegir un personaje o una temática para sus obras.
—Me guío por la guata no más. Piaf fue por mi abuela. Chaplin porque la película que adaptamos es la historia de amor más bonita que he visto en mi vida. El musical de los Beatles por mi papá, Mercury porque Freddie fue el mejor cantante de rock de todos los tiempos, 80’s, el musical simplemente porque amo la música de esa época, y Sinatra por mi abuelo. Me imagino las escenas, las canciones, la música y el público. Pero luego llega mi equipo y me baja todo— ríe Francisco.
No sólo en teatros de Santiago se han presentado las obras de Cultura Capital, sino que se han preocupado de descentralizar los proyectos y mostrarlos en distintas ciudades de Chile, sumando más de 500 mil espectadores a lo largo de seis años.
Conquistar a las empresas
Si hay algo que caracteriza a cada una de estas produciones, es que todas han sido auspiciadas por empresas como Minera Escondida, Isapre CruzBlanca y Caja de Compensación Los Andes. Lo crucial, dice el productor, es hacer a los empresarios parte del proyecto, y no sólo tratarlos como inversionistas. En este punto, el ser ingeniero comercial ha sido una clara ventaja.
—Tengo la facilidad de hablar el mismo idioma que los gerentes, sé cómo venderles un proyecto. Como no tengo un apego sentimental por las obras, me es fácil relacionarme con ellos. La clave es que los hago parte del proceso, les pregunto su opinión, buscamos canciones e ideas en conjunto, y eso los entusiasma — explica.
El objetivo de Francisco es simple: que los actores estén cómodos, que ganen bien y que estén tranquilos. Al mismo tiempo, le interesa que las empresas sientan que cumplieron sus objetivos, que fidelicen a sus clientes y que, con su marca de por medio, ayuden a promover la cultura. Incluso la elección del casting es un proceso que Olavarría discute directamente con sus auspiciadores.
—¿Por qué crees que has logrado establecer este nexo con las empresas, siendo que hay teatro en Chile que no logra financiarse?
—Lo principal es entender que la empresa no es un externo que sólo te da plata, sino que es tu partner. Hay que entender también lo que ellos quieren obtener de esto; asociar su nombre a proyectos de calidad y que la gente lo pase bien. Yo no hago teatro para actores, no me interesa. Hago obras para el público, para que se vayan felices y queden conformes con lo que pagaron y lo que vieron.
Y, al parecer, la fórmula funciona.
Cerati sube a escena
Cada obra que ha producido Cultura Capital, excepto Piaf y Chaplin, ha sido creación de dramaturgos nacionales. Cada obra es previamente inscrita en la ATN (Sociedad de Autores Nacionales de Teatro, Cine y Audiovisuales) por su autor, y los derechos de cada canción que usan en los musicales, pagados a la SCD (Sociedad Chilena del Derecho de Autor), quien los distribuye según corresponda. Todo muy transparentado y ordenado, la clave para mantener nexos con las empresas. Estas creaciones demuestran, según Olavarría, que en Chile hay material suficiente como para desarrollar una industria del teatro musical.
A pesar del éxito obtenido, el salir afuera y proyectarse con algún musical en el extranjero no es un objetivo para Cultura Capital. Antes de eso, sienten que tienen que seguir haciendo proyectos en Chile hasta generar una industria.
“Lo principal es entender que la empresa no es un externo que sólo te da plata, sino que es tu partner. Yo no hago teatro para actores, no me interesa. Hago obras para el público, para que se vayan felices y queden conformes con lo que pagaron y lo que vieron”, dice Olavarría.
Actualmente están preparando Cerati, nada personal, protagonizado por el actor Matías Oviedo, musical que se presentará del 3 al 12 de junio en el CA660, y que ya tiene entradas vendidas. Hace cerca de un año comenzó este proyecto, en el cual hubo un cuidadoso trabajo de casting. El protagónico recayó en Oviedo, quien además de su carrera actoral tiene su propia banda musical y toca la guitarra, por lo que el personaje de Cerati le quedó perfecto.
El principal aspecto en el que quiso enfocarse el equipo y la directora, Natalia Grez —quien ya había dirigido Mercury, la leyenda y 80’s, el musical—, fue en mostrar a Cerati en los escenarios como músico y no en su faceta íntima, para así no pasar a llevar a su familia ni su vida privada. La obra será un homenaje musical, utilizando algunas canciones de Soda Stereo, aunque los otros integrantes de la banda no estarán personificados.
Olavarría ya está pensando en qué proyecto hacer el segundo semestre, procesando ideas y analizando personajes. Algunos de los que baraja son Amy Winehouse o David Bowie. Diferentes públicos, diferentes enfoques, pero siempre con el fin de seguir innovando e invirtiendo. Que las empresas no apoyen sólo algunas obras durante un par de años, sino desarrollar un financiamiento permanente a todos los que quieran desarrollar su arte.
—En general, siempre en Chile nos tiramos para abajo y miramos lo de fuera como superior. Encuentro perfecto que traigan espectáculos extranjeros, como Cirque du Soleil, pero me cuesta entender en qué aporta eso a la cultura en Chile. Si acá se les pasara tanta plata como a ellos cuando vienen para que compañías nacionales inviertan y produzcan una obra en el formato que sea, se podrían hacer cosas increíbles. ¿Estamos buscando emocionar? Te puedes emocionar con obras como Piaf o Mercury. ¿Estamos buscando que la gente vaya al teatro? La gente va al teatro con nosotros. Tenemos que aportar acá, generar industria acá tanto o más que fomentar la que viene de fuera. Es verdad que estamos lejos de Broadway, pero cada vez menos.