Por Evelyn Erlij, desde Cannes Mayo 13, 2016

Un travelling que sigue a Neruda de espaldas por el Congreso, el grito de un parlamentario que ve al poeta-senador: "¡Ave, emperador Calígula!". Así comienza la película de Pablo Larraín, y así continuará el ritmo ágil del filme, el montaje infatigable en el que, desde el principio al final, la cámara seguirá al vate en su fuga durante su etapa de clandestinidad a fines de los años 40, cuando el presidente Gabriel González Videla dictó la llamada ley maldita contra los miembros del Partido Comunista. La cinta fue estrenada esta mañana en la Quincena de los Realizadores, a sala llena y con la presencia del equipo del filme. Al final de la función, el director Pablo Larraín, los actores Luis Gnecco, Gael García Bernal y Mercedes Morán, y el productor Juan de Dios Larraín respondieron a las preguntas del público, que recibió el filme entre gritos de "¡bravo!" y fuertes aplausos. Entre los periodistas, en tanto, uno de los comentarios que se escuchó fue que podría haber estado en la competencia.

"Intentamos hacer una película nerudiana, un biopic falso sobre lo que nos provoca Neruda", explicó Larraín, micrófono en mano, ante la pregunta de cómo abordó el reto de enfrentarse a este gigante de la literatura desde la ficción. Bajo el lente del cineasta, el poeta es un personaje exuberante, amante de la buena vida, un seductor, un político incisivo y controversial que hace arder los ánimos; un personaje consciente de su enorme inteligencia y de su encanto. "El desafío fue sumergirse en la vida de este hombre que ve en la invención de su destino su salvación y su inmortalidad", afirmó Luis Gnecco. Esto, porque en el guión del dramaturgo Guillermo Calderón se asiste a la manera en que Neruda construyó no sólo el relato apasionante de su fuga por el sur de Chile, Argentina y Francia, sino también el mito de sí mismo como el gran "gigante popular" que siempre quiso ser.

Se trata de la cinta más ambiciosa de Larraín en términos de producción, pero también es la más literaria de todas: cada línea del guión suena a verso poético, cada diálogo es una construcción de lenguaje en el que Calderón se luce como uno de los dramaturgos y creadores chilenos más brillantes de hoy. La película —un filme noir, una película de género con toques de comedia negra que rinde homenaje al cine de los años 40— está articulada a partir de un relato cruzado a dos voces: la de Neruda en pantalla y la de Óscar Peluchonneau, el policía que lo persigue, en voz off, voces que dialogan y que terminan convirtiéndose en uno solo. "Fue un trabajo muy largo, de 160 páginas, hecho por Guillermo Calderón, el que quisimos cortar y al que terminamos añadiendo 20 páginas más", explicó el cineasta en el escenario, en el que también estuvo presente el director de la Quincena, Edouard Waintrop.

Además de los dos actores protagónicos, Luis Gnecco y Gael García —quien hace un papel atípico en su carrera: el de antagonista—, un impresionante desfile de actores chilenos en papeles secundarios se ve en pantalla: Alfredo Castro, Jaime Vadell, José Soza, Julio Jung, Amparo Noguera, Diego Muñoz, Ximena Rivas, Pablo Schwartz, Marcial Tagle, Roberto Farías, Héctor Noguera y un largo etcétera. A nivel visual, hay planos majestuosos de la Araucanía nevada y priman los tonos opacos del invierno chileno; mientras que el montaje, que contrapone sin pausa planos en distintos escenarios para el mismo diálogo, transporta al espectador a una fuga frenética de ritmo infatigable, en el que la cámara está siempre en movimiento.

En el encuentro con el público —donde se destacó, entre otras cosas, que Larraín dio un salto hacia un nivel más alto en cuanto a la técnica cinematográfica—, el cineasta afirmó que es pesimista frente al impacto político que pueda tener un filme y no cree que el cine pueda provocar cambios en el mundo, al menos en lo inmediato. "Los sueños de este período (los años 40) eran muy claros, muy duros, muy definidos, sueños que después llegaron con Allende y fueron aplastados. Tenemos la distancia del tiempo y sabemos lo que pasó después. Por eso, lo que me preocupó fue no tener una mirada ingenua de todo eso", afirmó el director. "El gran desafío de la humanidad es la igualdad, ahí se instala esta la película: Neruda comprendió la fraternidad durante su fuga, porque fue alojado por desconocidos. Esa fraternidad está hoy en extinción", señaló, aunque aclaró que no quiere dar sermones, sino dejar el problema sobre la mesa.

 

 

 

 

 

 

 

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