La historia puede empezar con Manuela Infante (1980) encerrada en su casa viendo True detective, por ejemplo. En un computador, en un televisor, viendo True detective, o Breaking Bad o alguna serie de Netflix, y maravillándose con la capacidad que ha encontrado la televisión para contar historias; una máquina de contar historias.
Esto también podría empezar con Manuela Infante leyendo a Gabriela Mistral, descubriendo un mundo inacabable, una poesía que le habla a ella y sólo a ella y sin duda al presente, una poeta misteriosa que parece venir de un lugar imposible.
Manuela Infante viendo series de televisión, leyendo poesía, o podría empezar, también, con ella junto a su compañía Teatro de Chile leyendo acerca del “Realismo especulativo”, una corriente filosófica que explotó hace poco más de una década y que podríamos resumir —en pocas palabras— como una vuelta hacia el objeto, una reflexión que nos lleva a decir que los seres humanos no somos el centro de todo, que no todo está construido a partir de nuestra mirada, lo que implica indagar de una nueva manera en la realidad.
Podríamos comenzar, por último, con Manuela Infante leyendo una y otra vez El gigante egoísta, de Oscar Wilde, y viendo muchas, muchísimas películas infantiles para entender la manera en que se cuenta una historia para niños.
Que el principio sea este, entonces: Manuela Infante sentada en una sala de ensayo del GAM, frente a una grabadora, esperando para hablar de los nuevos caminos que ha estado recorriendo en estos últimos meses y que la han llevado a explorar otros territorios y a consolidar los ya recorridos. Porque si conocimos su nombre a través de las sorprendentes obras que fue dirigiendo y escribiendo para Teatro de Chile —Prat, Cristo, Zoo—, hoy su campo de trabajo se ha ampliado hacia el mundo audiovisual: está escribiendo dos series de televisión y una película, y además terminó hace unos meses su primer trabajo como dramaturga infantil, mientras sigue tocando con su banda Bahía Inútil y afina los últimos detalles de Realismo, la obra que trae de vuelta a su compañía, Teatro de Chile.
Sí: obras de teatro infantil, series de televisión, películas, obras de teatro para adultos. Manuela Infante y su incansable curiosidad.
***
—Yo creo que si me presentas un territorio nuevo, es muy difícil que no quiera recorrerlo —dice Manuela Infante cuando recuerda el momento en que el director Cristián Jiménez (Bonsái) la llamó, hace más de un año por teléfono, y le propuso que escribieran juntos su nueva película: Evasión.
Así empezó todo: Jiménez le contó de su nuevo proyecto —una película acerca de la fuga de la Cárcel Pública en 1990— y la invitó a escribir con él. Manuela Infante no lo dudó. De esa forma se sumó a la escritura del guión, el cual debiese estar listo a fin de año. Una historia que aparentemente puede no resultar tan cercana al mundo que ha retratado Infante en sus obras, pero que le atrajo por la forma en que abordarán el caso real:
—Uno de los temas importantes es el de los heroísmos políticos. Lo que Evasión plantea es que el hincapié que se puede hacer en términos hollywoodenses de la fuga como una épica hace que nos olvidemos que lo importante es que estas personas resistieron una dictadura y son héroes por eso, no por fugarse de una cárcel. La película se trata de un grupo de norteamericanos que viene a filmar todo esto, entonces esta idea de que se filma a los que quieren filmar me interesó —cuenta Infante, quien al poco tiempo de empezar a trabajar con Jiménez fue sumándose a otros proyectos con él, aunque ahora en el ámbito de la televisión. Primero, escribieron juntos la serie Bichos raros, que estrenará el próximo año TVN: la historia de una entomóloga que después de muchos años vuelve a Chile a vivir a Valdivia con su familia.
Con este proyecto Infante empezó a aprender los códigos de la escritura audiovisual, y fue descubriendo, además, que podía escribir con Jiménez sin ningún problema. Bichos raros, entonces, fue el primer tanteo, y luego sumaron otro proyecto juntos: una serie dedicada a Gabriela Mistral, que producirá Fábula y por la cual se ganó un Corfo para escribir el guión. A este proyecto ha dedicado gran parte de este año, leyendo y releyendo a Mistral, preguntándose por su figura, comprendiendo su importancia y viendo cómo pueden mostrarla en toda su complejidad:
—Para mí, Mistral es un misterio. No había leído con tanta atención su literatura y no pensé que me iba a encontrar con una poesía tan… No sé, fue como cuando leí a la Pizarnik o a Pessoa, algo muy sorprendente —explica Infante, quien cuenta que la serie abordará tres momentos de la vida de Mistral: primero, la disputa por la dirección del Liceo 6 con Amanda Labarca —lo que terminó por hacer que Mistral se fuera de Chile—; luego, en 1989, cuando se inventa el billete de cinco mil pesos y se decide utilizar la imagen de Mistral —y todo el manejo que hizo la dictadura sobre su figura— y, finalmente, una última etapa con Doris Dana.
Son esos tres ejes los que articulan la serie que la tiene ocupada por estos días, mientras también se empieza a embarcar en otro proyecto televisivo: una serie sobre el conflicto mapuche, que escribirá junto a Alejandro Fernández Almendras (Matar a un hombre).
—Al principio sentí que escribir teatro y escribir para el mundo audiovisual era muy distinto, pero me di cuenta de que el haber hecho dramaturgia me daba un piso para empezar a escribir, y creo que tiene que ver con la construcción de estructuras dramáticas, que es algo que me obsesiona. Ahora, sin duda que hay diferencias, porque el audiovisual está superorientado hacia el avance de la historia, es más conservador en cierto sentido.
—Claro, ahí hay que hacerse cargo de la idea de “contar historias”.
—Sí, y me gusta mucho hacerlo, y me gusta que sea en el terreno de lo audiovisual, siento que ahí corresponde. Ahora, he descubierto que es muy difícil contar bien una historia. Uno ve series y cree que todo es fácil, pero no es así. Eso me desafía mucho, igual, así que me gusta. Y también ha hecho que el teatro se me vuelva un territorio más experimental.
—Me imagino, además, que se han terminando mezclando todos estos distintos formatos en lo que haces, ¿no?
—Sí. Yo soy una ferviente predicadora de que la idea del arte dividido en disciplinas artísticas es una cosa de la academia, una idea moderna que no debe tener más de 200 años. Creo que la práctica creativa es mucho más fluida, más Da Vinci. Para mí hoy crecer tiene que ver más con expandirse y atravesar diversos territorios, que con especializarse.
—Ya lo habías hecho antes con la música y
Bahía Inútil.
—Sí, siento que soy adicta al inicio de una disciplina, de un oficio. Tiene que ver, creo, con que eso te ofrece un lugar donde hay cero expectativas, es decir, hay una libertad absoluta ahí, y eso me gusta. Me siento libre escribiendo audiovisual básicamente porque aún no sé lo que estoy haciendo. En la medida que me vaya enterando de lo que estoy haciendo, se va a empezar a poner más fome. Lo mismo me pasó con la dramaturgia infantil, que es algo casi nuevo. Por eso hice también la Muestra Nacional de Dramaturgia (en 2014). Tengo una fascinación por los territorios nuevos.
***
La idea fue del director Juan Pablo Peragallo (miembro, también, de Teatro de Chile): a fines de 2015 le propuso a Manuela Infante que escribiera una versión de El gigante egoísta, el cuento de Oscar Wilde. Quería montarla y le pareció que Infante era la persona ideal para escribir una nueva versión. Ella nunca había hecho dramaturgia infantil, pero sí había trabajado con Peragallo en la compañía y, además, había escrito una obra que dirigió él: Rey planta (2006).
—Hemos sido compañeros de tan larga data, que no dudé en decirle que sí —cuenta Infante, quien recuerda con cariño las obras de La Troppa que vio cuando niña —Pinocchio, Viaje al centro de la Tierra— y que sin duda influyeron en que terminara dedicándose al teatro.
Leyó una y otra vez el relato de Wilde, y un día llegó Peragallo a su casa y le trajo muchas películas infantiles. Ella quería entrar en sintonía, entender cómo funcionaba el mundo Pixar.
—Lo pasé muy bien viendo esas películas, así que después de un tiempo me puse a escribir. Entré sintiéndome segura, porque siempre me han dicho que tengo un humor que podría funcionar con los niños. Pero mientras me fui metiendo en el texto, me di cuenta de que el espectador infantil me daba mucho más miedo que los adultos, porque los niños son cara de raja, si no les interesa algo, chao no más. Son los espectadores más exigentes del universo, pero fue entretenido. Fuimos dialogando con Juan y ahí armamos la estructura y escribí en un par de meses el texto.
Una de las decisiones importantes que tomó Infante fue escribir la obra pensando en un espectador que puede entender lo mismo que un adulto, por lo que armó una adaptación con varias capas —como la mayoría de sus obras—, las que debieran interpelar tanto a los niños como a los adultos.
—Es una obra de teatro superfilosófica, reflexiva, tiene varias capas de realidad y Juan entiende perfecto esos mecanismos, así que tengo muchas expectativas.
La adaptación se titula El corazón del gigante egoísta, estará protagonizada por Marcelo Alonso y Amparo Noguera, y se estrenará el próximo 9 de julio en el GAM, sólo un par de semanas antes de que se estrene Realismo, la obra que viene trabajando con Teatro de Chile desde hace dos años —tuvieron residencias de creación en Argentina y Estados Unidos, y obtuvieron el año pasado un Fondart— y que se montará en el Centro de las Artes 660 a partir del 21 de julio. Luego, en noviembre, tendrá una segunda temporada en Matucana 100. Es el regreso de una de las compañías chilenas más experimentales y prestigiosas de la actualidad, luego del estreno de Zoo en 2014, y cuando acaban de cumplir 15 años.
¿Y qué es Realismo, entonces?
La pregunta resulta casi imposible de contestar en unas pocas líneas, pero Infante se aventura a dar algunas pistas.
—Realismo está basada en la corriente filosófica del “realismo especulativo” que plantea, básicamente, que no somos el centro del mundo. A partir de esas ideas fuimos elaborando la obra. Es una exploración teatral que, a propósito, pasa de ser una obra realista con una historia, con una familia, a un despliegue de composición abstracta, y luego vuelve a ser realista, y así. Estamos tratando de ir cada vez más lejos.
Manuela Infante se ríe. Dice que no puede decir más de Realismo, que es necesario ir a verla. Lo dice en una de las salas del GAM, donde estas últimas semanas, además, ha estado dedicada a ver los últimos ensayos de Xuárez —la exitosa y aclamada obra que dirigió el año pasado—, que vuelve a escena desde este viernes 3 hasta el 2 de julio. Lo que aún no ha visto son los ensayos de El corazón del gigante egoísta. Peragallo ha preferido que no asista, y ella lo entiende, sabe que en un momento el director prefiere avanzar solo en su trabajo. Pero está ansiosa y expectante, no lo niega. Será el primero de estos nuevos proyectos que estrenará. E imagina ya ese día, los niños, los padres y esta historia de Wilde que le hizo pensar cuán importante es el teatro infantil, sobre todo por el rol educador que hay en él.
—Te das cuenta de que no da lo mismo lo que vayas a decir, porque tienes todas estas cabezas, que son una esponja, durante una hora, absorbiendo lo que se les cuenta, por lo que cada detalle es importante —dice Infante, mientras sigue imaginando cómo será ese día del estreno, cuando se encuentre con los espectado—res más exigentes que le ha tocado enfrentar.