Por Evelyn Erlij, desde París. Julio 8, 2016

El 4 de octubre de 1963, el día del cumpleaños de su hermana Violeta, Nicanor Parra aterrizó en Moscú para iniciar una visita por las tierras de Nikita Jrushchov, en la época en que Estados Unidos y la Unión Soviética se peleaban a los más grandes intelectuales del mundo. Corren varias historias sobre lo que el poeta chileno vivió en esos meses: que su estadía se alargó por medio año, que tradujo la primera antología de poesía soviética al español sin hablar una palabra de ruso, que se enamoró de su traductora, Margarita Aliguer; que dio muchos recitales poéticos. Se sabe que fue un viaje intenso, que dejó los pies en la calle recorriendo la ciudad, que visitó la tumba de Pasternak y que compartió con Lilia Brik, la musa de Maiakovski.

Un día de mayo de 2014, sentado en su casa de Las Cruces junto al escritor, poeta, curador y gestor cultural Felipe Tupper, Parra recuerda ese viaje: cuenta que allí conoció a una escritora francesa que le entregó una carta de introducción para que, cuando fuera a París, le llevara sus libros a Gaston Gallimard, el hombre más importante del mundo editorial francés, editor de Gide, Proust, Sartre y Camus. A Parra se le escapa el nombre de la autora, pero Tupper intuye quién podría ser.

—¿Será Simone de Beauvoir?

—Claro, ella es —le responde Parra.

Ahora, con nombre y apellido, la historia cambia:

—Entonces es Simone de Beauvoir quien escribe en 1964 una carta para que Nicanor Parra, este poeta latinoamericano fuera de serie, sea publicado en Ediciones Gallimard —cuenta Tupper—. Un mes después, Nicanor estaba en París y fue a la editorial como quien se levanta a hacer un trámite. Lo atendió una secretaria y lo miró como pájaro raro: ¿qué viene este a pedir una entrevista con Gaston Gallimard sin cita? Dice que lo trataron como un meteco, un extranjero, que se sintió y pensó: “¿Quién se cree esta?”. Sacó la carta y ella, al verla, cambió el tono y fue a buscar a Gallimard. Pero estaba en consejo editorial, así que le pidió que dejara lo que traía para él. Meses después, lo contactaron diciendo que estaban muy contentos de publicarlo, pero que lo que se acostumbraba era que el autor pagara la traducción. La frase de Parra fue: “Y ahí se acabó Gallimard”.

Tupper oyó esta historia de boca del poeta cuando viajó desde París —ciudad en la que reside desde comienzos de los años 80— hasta Las Cruces con la intención de proponerle lo que Gallimard nunca le propuso: traducir y publicar su obra en francés. Tuvo la idea en los días en que fue agregado cultural de Chile en Francia, entre 2010 y 2014, y, según dice, el proyecto nació de un hecho que le parecía una aberración:

—Gonzalo Rojas, Jorge Teillier, Enrique Lihn, Germán Carrasco, Gonzalo Millán y varios poetas más jóvenes están traducidos al francés. Neruda, claro, es el árbol que tapa el bosque. Pero Parra no estaba en ninguna parte. Era casi una broma parriana que el personaje que abrió nuevos horizontes en la poesía hace ya 70 años no estuviera traducido —explica el escritor, quien comenzó a preparar el terreno para introducir a Parra montando en 2013, en la Fundación Cartier de París, la pieza Diálogo imaginario: Nicanor Parra & Roberto Bolaño, una ficción que coescribió junto al novelista Roberto Brodsky y al editor y crítico Ignacio Echevarría, editor de las Obras completas del poeta en España. Bolaño, el novelista chileno más conocido y aclamado en Francia, era el mejor gancho para atraer las miradas hacia Parra.

—Causamos bastante impacto, convocamos a escritores y críticos franceses de primer plano, y a partir de ahí el nombre de Parra era una evidencia absoluta. Luego, las cosas se dieron de manera muy simple —cuenta Tupper. Sumó al proyecto a François Vitrani, director de la Casa de América Latina, quien, a su vez, involucró a la prestigiosa editorial Seuil, que en su colección La librería del siglo XXI, en la que se publicará la antología de Parra, tiene a nombres como Jorge Luis Borges, Paul Celan y César Vallejo.

Pero faltaba el elemento más importante: el traductor, la persona que tendría la tarea ardua de hacer hablar en francés al que es, quizás, el poeta más difícil de traducir de la lengua española. Para eso, Tupper pensó en Bernard Pautrat, filósofo, traductor de Spinoza y gran lector de la obra de Parra, quien conoció al antipoeta en Chile hace casi 20 años y que fue, en esa ocasión, investido por él como su “traductor oficial” al francés. Pautrat llevaba años traduciéndolo por iniciativa propia, y de ahí que el proyecto de esta antología fuera para él la etapa final de un trabajo de varias décadas.

—Bernard maneja perfectamente la prosodia, el ritmo, las formas impuestas, los sonetos y la forma poética en general. Por otra parte, Ignacio Echevarría también fue un colaborador clave para decidir una selección de trabajos que abarcara todos los cambios al interior de su obra, partiendo por Poemas y antipoemas (1954) y tomando como base las Obras completas & algo + (2006), aunque ampliando esa selección —detalla el gestor, quien entregará a Seuil la versión final del libro en septiembre. El resultado será una edición bilingüe de 600 páginas que tendrá, en primera instancia, un prólogo a cargo del reputado escritor Patrick Deville, una introducción escrita por Tupper y una nota sobre la traducción de Pautrat. Su título tentativo es Antipoemas.

Pero antes de hacer cualquier cosa, había que viajar a Chile y convencer al dueño de la obra, el mismo que alguna vez escribió en un artefacto: “Judas Iscariote, el traductor más grande de todos los tiempos”.

Nadie dijo que sería fácil.

***

Nicanor Parra ha citado a Baudelaire, Rimbaud, al dadaísmo y al surrealismo como influencias francesas en su poesía, pero todo indica que su relación con lo francés nunca ha sido muy efusiva. Se sabe que la palabra antipoesía se le ocurrió cuando vio en una vitrina el libro Apoèmes, del poeta galo Henri Pichette; también se conoce mucho sobre su pasión por la literatura anglosajona y la lengua inglesa: ahí están, por ejemplo, su aplaudida traducción de El rey Lear y las cuatro traducciones de su poesía que están publicadas en inglés. Pero poco se sabe de su interés por el país de Molière.

—El cartesianismo es algo que a Parra no le calza, y me da la impresión de que él desconfía de lo francés y de los franceses. Cuando él dice que éramos tratados como metecos, eso refleja la sensación que hemos tenido todos los que hemos vivido acá y somos de otras culturas. Los franceses tienen esa tendencia al etnocentrismo que hace que vean la realidad bajo sus propios parámetros. No me atrevería a calificar su relación con lo francés, pero que sí creo que es hosca y peliaguda —opina Tupper.

De hecho, hubo más intentos fallidos por traducir a Parra: Pierre Seghers, el editor de poesía más grande de Francia, fundador de la colección Poètes d’aujourd’hui, donde están, entre otros, Baudelaire, Whitman, Rimbaud y Neruda, también habría intentado publicarlo, pero por motivos que no se tienen muy claros, el plan nunca prosperó.

Con tantas anécdotas en contra, llegar a Las Cruces con el proyecto de la traducción no era tan fácil. El día de la visita, Tupper, acompañado por Sofía Le Foulon, la diseñadora a cargo de la exposición Parra 100, llegó cargando en las manos la edición de Seuil de la obra de César Vallejo, para que tuviera una idea de cómo se vería su antología. Después de bailar cueca y de dar vueltas alrededor del tema sin tocarlo durante cinco horas, Parra tomó entre sus manos el libro del escritor peruano.

—Tenía una banda que decía: “El poeta más importante en lengua española del siglo XX”, firmado: Jorge Semprún. Yo sabía que esto podía causar una especie de pequeño cortocircuito. Parra me miró de reojo, como diciendo: “¿Me estás provocando o qué?”. Le quité la huincha y le dije: “Esto es lo que se llama marketing literario y usted es uno de los más grandes expertos en el tema”. Nicanor se rió y empezó a hablar de Vallejo, que es uno de sus autores fundamentales. Le dije: “¿Qué vamos a hacer con esto?”. Él se quedó sorprendido unos segundos, golpeó el libro, lo avanzó hacia el otro extremo de la mesa y respondió: “echarle pa’delante no más”.

A diferencia de las Obras completas que se publicaron en España, esta antología no tendrá trabajos inéditos ni contó con la participación activa de Parra, quien decidió confiar en los criterios del equipo detrás del proyecto. Su respuesta positiva, dice Tupper, tiene que ver tanto con el hecho de que estuvieran colaborando Bernard Pautrat e Ignacio Echevarría, como con el prestigio inmenso de la colección:

—Mi cometido era lograr que Parra saliera en una verdadera gran edición. Que apareciera publicado al lado de Paul Celan y de César Vallejo, hasta entonces el único poeta latinoamericano de Seuil, era un acierto perfecto. Todos esos elementos eran alicientes que podían entusiasmar a Nicanor dentro de su escepticismo, porque por algún motivo no ha sido publicado en Francia. Da para una tesis: ¿qué ocurrió y qué no ocurrió para que Parra fuera traducido al francés? No es una cuestión anodina, no es un simple accidente. Tiene que haber razones más allá de las anécdotas.

Tupper no olvida que Parra siempre ha sido un poco chúcaro con la edición de sus libros, y la prueba está en lo difícil que fue publicar sus Obras completas. “A mí me carga la literatura / Tanto o + que la antiliteratura”, dijo en su famoso Discurso de Guadalajara. Pero no hay nada que hacer: el mundo de la literatura lo ama. Y qué mejor forma de cerrar esta espinosa historia de amor que con uno de sus artefactos: “Tarea para la casa. Aprender a vivir en la contradicción. Sin conflicto”.

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