En pocas horas, Francisco Reyes caminará por primera vez por la alfombra roja de un festival de importancia mundial. Un Audi negro lo pasará a buscar a la puerta del hotel, irá vestido de smoking a un cóctel con los organizadores de la Berlinale, posará junto al director Sebastián Lelio y a la actriz Daniela Vega frente a una cincuentena de fotógrafos y, luego de recibir aplausos tras la función de Una mujer fantástica, cerrará la noche en una “fiesta chilena” a la que unas 400 personas tratarán de entrar. El 10 de mayo de 1996, Reyes estuvo en la Semana de la Crítica de Cannes con Mi último hombre, de Tatiana Gaviola, pero nunca había protagonizado un filme seleccionado en una competencia oficial. Pocas veces, en realidad, se le ha visto actuando en el cine chileno.
—He estado en casi la mayoría de las películas a las que se me ha convocado. Por lo tanto, si no he actuado más, es porque no me han llamado más —explica el actor en Berlín, en una de las primeras entrevistas que dará antes del estreno oficial de la cinta. Quien es conocido en Chile como “el galán de las teleseries”, el eterno seductor de la pantalla chica, aquí es una de las estrellas cuyo retrato cuelga en el Berlinale Palast, el palacio del festival, junto al de actores como Geoffrey Rush y Richard Gere. En más de 30 años de carrera, Reyes ha tenido papeles de distinta relevancia en 15 películas, entre ellas El club (2015) y Machuca (2004), pero su último rol protagónico lo tuvo en SubTerra (2003).
—Tal vez sea porque trabajo mucho en televisión —agrega—. No estoy seguro de que a los cineastas les gusten mucho los actores que son muy propios de la televisión. Creo que es una de las razones.
No fue el caso de Raúl Ruiz, quien lo incluyó en su película Días de campo (2004) y la serie La recta provincia (2007). Tampoco fue el caso de Sebastián Lelio:
“No va a ser una teleserie, una película o una obra de teatro las que van a cambiar ciertos paradigmas.
Sí aportan preguntas, como Una mujer fantástica: ¿qué sentiste cuando la viste? ¿Cómo reaccionaste frente a lo desconocido? ¿Se generó alguna fisura en tus emociones?
—Pancho es un actor muy elegante, tiene una presencia magnética muy poderosa en la pantalla grande —opina el cineasta—. Querer trabajar con él nace de la admiración. Es un gran actor, muy delicado, muy sutil, dueño de una mesura que le aportó muchísima sofisticación a la película. Además, es un gesto de valentía tremendo que se haya sumado al proyecto. Habla de su talento, de su hambre, de sus ganas de seguir buscando y creciendo.
Si Lelio habla de valentía, es porque en Una mujer fantástica Reyes interpreta a Orlando, un hombre de 57 años que vive una historia de amor con Marina, una mujer transexual por la que decide reinventar su vida. Pero el futuro que construyen juntos se derrumba cuando Orlando muere de golpe a causa de un aneurisma: lo que podría haber sido una continuación de Gloria —un hombre mayor que disfruta su último tercio de vida—, pasa a convertirse en la batalla de Marina por despedir a su ser amado, un derecho que la familia del difunto le negará.
—Lo que me atrajo, en primer lugar, fue trabajar con Sebastián. Había visto sus películas y me interesaba su manera de dirigir. Luego vino “esta película se trata de...” —dice entre risas el actor, quien en estos meses se ha dedicado al teatro junto a sus hijos Simón y Rocío, con los que montó una versión de Hamlet—. Evidentemente, surgen preguntas e inquietudes, y ahí comenzaron largas conversaciones con Sebastián respecto de lo que él buscaba, respecto de por qué elige a Daniela como protagonista y por qué elige a los otros actores. Yo había dicho “vamos” desde un principio, sólo que después vino una cantidad de preguntas que de manera inevitable uno se hace. Cuando conocí a Daniela, empezamos a entender el mundo que Lelio nos estaba proponiendo. Ahí ella fue sumamente importante.
La cinta no se trata sobre la transexualidad en sí, sino sobre una sociedad que margina y humilla a quienes no se ajustan a sus límites y definiciones. El cuerpo de Marina se convierte en un cuerpo político, en un vehículo para hablar sobre la vida, el amor y la muerte, pero también sobre un Chile que todavía carga con el peso del conservadurismo.
—Lo que hace la película es enfrentar al espectador a su capacidad de aceptación del otro, al presentar a un hombre mayor que goza el amor de esta mujer, que resulta ser transexual. Ella no provoca a nadie ni causa ningún mal. Sin embargo, casi ningún personaje puede comprenderla, porque no comprenden lo desconocido. Y transforman eso en un problema económico, como siempre pasa en Chile: quieren echar a Marina del departamento de Orlando y recurren a la violencia. La gente tiene derecho a no aceptar esa realidad, pero no hay por qué ser violento. Y ese es el problema que tenemos en Chile: somos violentos.
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Después de estudiar Arquitectura en la Universidad Católica y Teatro en el taller de Fernando González, Francisco Reyes emigró a París durante la dictadura, donde conoció a Raúl Ruiz en 1985. Volvió a Chile y debutó con un papel secundario en la miniserie de Televisión Nacional Teresa de los Andes (1989), en la época en que las teleseries se habían convertido en el programa favorito de los chilenos, luego del éxito de La Madrastra (1981) y Ángel Malo (1986). Ruiz volvió a Chile en 1990, se dio cuenta de que de lo único que hablaban los chilenos era de las teleseries y decidió hacer una película sobre eso.
Se llamó La telenovela errante, la filmó en seis días con actores de televisión y, según explicó, la cinta pretendía mostrar que “Chile era una teleserie”, un relato y un formato de país que le resultaba extraño después de tantos años de exilio. Reyes fue uno de los convocados por Ruiz en los días en que daba sus primeros pasos de galán en la teleserie El milagro de vivir (1990), dirigida por María Eugenia Rencoret y Vicente Sabatini. Junto a él, y a Claudia Di Girólamo, su pareja eterna en la pantalla, harían una lista interminable de éxitos durante los 90, entre ellos, Rompecorazón, Sucupira, Iorana, La Fiera y Romané.
Chile avanzaba en su transición hacia una sociedad más democrática y abierta, y las teleseries empezaron a hacerse cargo de esos cambios de mentalidad. 2003 fue el año decisivo: Canal 13 estrenó Machos, en la que Felipe Braun interpretaba a un personaje gay —al que nunca se le veía con pareja—, y TVN fue más lejos con Puertas adentro, en la que José Soza y Luis Alarcón interpretaban a una pareja homosexual que ocultaba su relación. Más tarde, en 2014, una teleserie nocturna como No abras la puerta, en la que Alejandra Fosalba y María José Illanes interpretaban a una pareja que buscaba tener un hijo, era prueba de que las cosas habían avanzado, pero Reyes es prudente ante el impacto de estos programas en la sociedad:
—Se han hecho ciertos aportes desde la televisión al debate, pero no creo que haya que cargar a las producciones dramáticas con la responsabilidad de ser generadoras de cambio. Sí hay teleseries que aportan información. En TVN hubo una época en que salimos a las regiones y eso fue muy importante, porque mostramos culturas locales que muchos no conocían. Las teleseries son historias que se cuentan rápido, en las que no se profundiza demasiado. A veces son arquetípicas, necesitan de cierto rating para sobrevivir y hay otros elementos que atentan contra la calma narrativa, es decir, contra la reflexión. Hoy el panorama de TVN está complicado. Pero le estamos poniendo energía para sacarlo adelante —cuenta el actor, que será parte de la próxima teleserie nocturna del canal.
Mientras el teatro —ámbito en el que el actor ha desarrollado una carrera prolífica— ha llevado siempre la delantera en temas de moral, el cine, como la televisión, también se ha tomado su tiempo. En términos de sexualidad, Gonzalo Justiniano abrió la puerta a la diversidad con Caluga o menta (1990), donde Luis Alarcón interpretó a un personaje gay, pero el camino desde ahí hasta ahora, en que Chile está representado en la Berlinale con una película protagonizada por una actriz transexual, fue largo. Reyes insiste:
—No va a ser una teleserie, una película o una obra de teatro las que van a cambiar ciertos paradigmas. Sí aportan preguntas. Como Una mujer fantástica, que es una gran pregunta. Y esa pregunta es: ¿qué sentiste cuando la viste? ¿Cómo reaccionaste frente a lo desconocido? ¿Se generó alguna fisura en tus emociones?
—Chile aparece en la película como un país muy conservador. ¿Qué imagen de la sociedad chilena crees que proyecta el filme?
—Depende de la cultura de cada espectador, pero perfectamente podrían verla y sentirse satisfechos de que los chilenos sean capaces de revisar su existencia y creer que es un país interesante. Pero el tema que está implícito, y que es importante que nos hagamos cargo, es la honestidad o la falta de honestidad con que estamos viviendo la vida en Chile. A esa honestidad profunda apunta la película.