Por Por Natalia Correa // Foto: Cristóbal Olivares Mayo 5, 2017

Cinco funciones de “Jenufa”

En el Teatro Municipal de Santiago, entre el 12 y el 22 de mayo. La ópera será interpretada en checo con sobretítulos en español.

Un pañuelo de seda al cuello, la voz profunda y el acento argentino. Al centro del escenario del Teatro Municipal está Jorge Lavelli, sentado sobre una cama medio deshecha, apurando al fotógrafo.

—¿Cómo me pongo? —pregunta impaciente. Tiene sólo una hora de descanso al día entre ensayo y ensayo. Su primera vez en Chile ha sido contra el reloj.

El director de ópera —uno de los más importantes del mundo— llega a abrir la temporada lírica del Municipal con Jenufa, una obra del compositor checo Leoš Janáček, que se estrenará el 12 de mayo en coproducción con el Teatro Colón de Buenos Aires.

—Tengo poquísimo tiempo para preparar esta producción. Me habría gustado tener un mes y medio, y tengo sólo un par de semanas —se queja Lavelli, con la soltura de alguien que rara vez no consigue lo que quiere.

Al maestro (85), nacido en Buenos Aires, no le gusta hablar de su éxito, que es abundante. De Argentina partió a París en la década de los 60 y los reconocimientos no tardaron en llegar: comendador de las Artes y las Letras de Francia, caballero de la Legión de Honor francesa, y ganador del Gran Premio de las Artes de la Escena que entrega la ciudad de París, entre muchos. Su trabajo en el Teatro Nacional de la Colina, en Francia, lo consagró como uno de los responsables de la renovación del teatro lírico, al llevar al escenario obras de autores contemporáneos —como Gombrowicz y Copi— en una época en que los clásicos, como Shakespeare y Mozart, eran la norma. Lavelli revolucionó la escena europea a mediados del siglo XX, dando paso a nuevas historias y originales maneras de contarlas.

—Lo que me parece formidable es la creación, la clave para que el arte pueda sobrevivir, ganar más público y renovarse, para eso tiene que haber siempre creadores. Si no, estaríamos repitiendo el mismo repertorio y eso no le sirve a nadie.

El director cuenta que sus obras favoritas son las que tratan sobre conflictos sociales y sirven para analizar el comportamiento humano. Una de ellas es Jenufa, la historia de un triángulo amoroso que desencadena una tragedia familiar.

—El dramaturgo supo leer las circunstancias de los personajes y darles carácter. Eso es raro en la ópera, por eso me gusta; se salió del molde.

La versión del argentino será de una simpleza casi dolorosa: la cama deshecha en el escenario es todo el decorado. Este es el “estilo Lavelli”: deja de lado lo accesorio para dar paso a la interpretación.

—Esta obra está hecha con una gran economía de medios. Una economía en el sentido de que no hay nada que esté hecho y que no sirva para algo, que no tenga un discurso propio, un significado —explica, sentado en uno de los sillones del palco presidencial. Ahí, entre las reliquias del Teatro Municipal, el maestro se reconoce a sí mismo como un inconformista. Siempre encuentra algo que podría haber sido mejor, incluso en sus producciones más exitosas. Esta vez no será diferente.Las manías de genio perfeccionista lo obligan a mirar el reloj cada cinco minutos.

Antes de volver al ensayo, dice que lamenta no tener la libertad para disfrutar y relajarse.

—No he podido probar el vino chileno, me hubiera gustado. Pero esto ha sido una carrera.

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