Por Natalia Correa // Foto: José Miguel Méndez. Junio 2, 2017

-Los otros elegidos

Los otros directores que viajarán junto a Squella son: Ébana Garín, Ignacia González, Ignacio Tolorza, Samantha Manzur y Sergio Gilabert.

Problemas con la voz, con el cuerpo, que era muy tenso. Sebastián Squella (31) escuchó sólo críticas al principio de su carrera, cuando estudiaba Teatro en la Universidad Arcis. Vestido entero de negro, con jeans rotos y zapatillas, Squella cuenta que esos primeros años fueron duros y que lo pasó mal en la escuela. Ya poco queda de eso. El actor fue uno de los seis seleccionados de entre más de sesenta postulantes para ser parte del Proyecto de Dirección Escénica de la Fundación Teatro a Mil en conjunto con el Goethe-Institut Chile. Viajó hace unos días a Alemania, donde asistirá a festivales de teatro y tomará clases de dirección durante un mes. Además, podrá estrenar una obra en Santiago a Mil 2018.
El teatro llegó a su vida a los catorce años y nunca se fue. La primera obra que vio fue Ánimas de día claro, en el Aula Magna de la Universidad Católica en Concepción. Más que la historia, lo que le llamó la atención fue el trabajo actoral: estar metido en otro cuerpo y, por unas horas, vivir otra vida.
Actualmente, es profesor de teatro de la Escuela Latinoamericana de Teatro Popular, director de su compañía, Teatro Perro Muerto, y también codirige la compañía Fénix e Ilusiones, conformada exclusivamente por reclusos a los que conoció haciendo talleres en Colina 1.
Para Squella dirigir es un acto de fe: hay que confiar en que uno tiene algo que aportar a la historia y a los actores, un punto de vista. La primera vez que lo hizo no fue fácil. Estaba en la universidad y la obra era Heidi & Gretel, que trataba sobre una pareja de lesbianas que vendían pasta base para mantener a sus siete hijos. Inspirada en hechos reales, fue escrita y adaptada por su compañero de carrera Iván Fernández.
—Me costó perder el miedo, pero una vez que empecé a probar y a encontrar mi estilo todo funcionó —asegura. Por ese trabajo recibió el premio a Mejor Director del Festival de Primavera de la Arcis, el primer reconocimiento.
Squella no milita en ningún partido, no tiene candidatos y no va a votar, pero dice que su teatro es altamente político. En el escenario le gusta ver lo social, lo relevante, lo que duele y lo que molesta. Por eso es que revivió una obra que fue prohibida: Pinochet, escrita por Rolando Vargas en los 80, una historia que nunca vio la luz. El éxito que tuvo con esta obra —titulada Pinochet, la obra censurada en dictadura— fue inesperado. Era el primer trabajo que estrenaba fuera de la universidad y con su compañía. La idea vino luego de que Squella conociera a una de las actrices de la obra original. Como el texto había desaparecido, lo único que quedaba eran los recuerdos de las personas que participaron en ese montaje. La actriz, que le pidió a Squella mantener su nombre en secreto, le narró todos los detalles que recordaba. Así fueron reconstruyendo la obra, armando escenas y diálogos hasta tener un texto. Luego de 18 meses de trabajo, Pinochet se estrenó en 2015. Al año siguiente, Squella recibió el premio a Mejor Dirección en el XV Festival de Directores Emergentes.
—Nunca nos imaginamos tener más de doce funciones, que es lo que dura una temporada. Pero ya vamos en sesenta, y hasta hoy seguimos haciéndola.
Por estos días, Squella ya está instalado en Múnich. Dice que lo que más lo motiva del viaje es poder ver teatro universitario y conocer cómo trabajan los estudiantes allá. Además, tendrá la posibilidad de asistir a un conversatorio con el prestigioso director alemán Thomas Ostermeier. Experiencias que espera que influyan en su trabajo, con el que busca siempre rebelarse.
—Meterse en las patas de los caballos es lo interesante.[qp]

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