Por Javier Rodríguez, desde Londres Diciembre 1, 2017

Un niño de 12 años siente que la televisión le habla. A él, directamente. Es la noche del 14 de abril de 1972, verano en Londres, y un tipo con el pelo a medio camino entre el rojo y el naranja, con la pupila derecha dilatada, toca la guitarra y cuenta la historia de un chico que estaba echado escuchando la radio, cuando de repente se dio cuenta de que había un hombre esperando en el cielo, un hombre del espacio, que quería conocerlo y que cambiaría su existencia para siempre.

Esa presentación de un tal Ziggy Stardust y sus arañas de Marte, en el programa Top of the Pops de la BBC, escandalizó a un Reino Unido en el que, por ese entonces, Neil Diamond lideraba los rankings musicales, que recién había vivido el Domingo Sangriento (donde protestantes por los derechos civiles en Irlanda del Norte fueron asesinados por las tropas británicas, episodio que inspiró la canción de U2) y que se preparaba para ser gobernado por Margaret Thatcher. Ese día, también, se plantó una semilla. Miles de niños británicos sintieron que un extraterrestre venía a darles un mensaje a la Tierra.

45 años después, ese niño, de nombre Dylan Jones, teclea frenéticamente detrás de su computador en Vogue House, el edificio que concentra, en pleno centro de Londres, las redacciones de Vanity Fair, Vogue y GQ, la revista que hoy dirige, para hablar de la biografía oral sobre su ídolo que publicó este año: David Bowie: A life (Penguin Books), donde Jones entrevistó a más de 180 personas, desde Paul McCartney y Lady Gaga, pasando por Brian Eno, Madonna y Martin Scorsese.

“No quería escribir un libro sobre lo que Bowie significaba para mí. Ya hay demasiados de ese tipo. La subjetividad está en a quiénes elegí entrevistar, cómo edité las piezas y fui uniendo los pasajes”, dice Dylan Jones.

Es un viernes de finales de noviembre y las veredas comienzan a llenarse de hojas cafés, naranjas y amarillas, mientras las luces y decoraciones navideñas ya se toman las calles de la ciudad. Las paredes de su oficina tienen pegadas varias fotos y portadas de su revista. ¿Las más grandes? Una tapa del príncipe Harry y un retrato en ropa interior de Christina Hendricks, conocida por su papel de Joan, una de las heroínas de Mad Men.

—En 1972 éramos jóvenes muy impresionables. Bowie nos orientó no sólo hacia la música, sino también hacia la tolerancia, la creatividad. Nos abrió caminos que antes de su aparición eran desconocidos para nosotros —dice.

—¿Cómo lo influyó en su niñez?

—Traté de verme como él, y no me fue muy bien, porque no tenía el pelo para hacerme su corte. Pero su influencia es más profunda. Con los Beatles y con Bob Dylan hubo un acuerdo colectivo de que eran importantes. Con David Bowie la relación fue mucho más individual. Todos pensábamos que nos estaba hablando a nosotros. Él cantaba y me hablaba a mí, no al resto. Y eso es muy poderoso. Tenía una forma poderosa de comunicar, una habilidad especial para conectar.

—¿De dónde viene esa habilidad? Porque, efectivamente, canciones como “Life on Mars?”, “Heroes”, o incluso las posteriores como “Under Pressure” o “Let’s Dance”, se sienten personales, como un diálogo entre iguales.

—Tenía la habilidad de hacerlo todo muy personal. Y es interesante, porque me gusta su música, pero hay músicos que me gustan más. Pero con Bowie la conexión, el arte, las idiosincrasias... Hay que observarlo como un artista integral, de la misma manera que habría sido estar alrededor de, por ejemplo, Picasso.

—¿Cuál fue su reacción cuando le encargaron escribir esta historia?

—Inicialmente pensé: ¿Quiero hacer esto? Acababa de escribir un libro sobre David Bowie (When Ziggy played guitar: David Bowie and Four Minutes that Shook the World), pero luego me di cuenta de que necesitaba hacerlo. Sabía que aún faltaba hacer un libro sobre David Bowie el hombre, no sólo el artista.

—Llama  la atención que, en un libro tan extenso, escrito por un fan, dejó que el resto hablara. Son ellos los que cuentan la historia.

—No quería escribir un libro sobre lo que Bowie significaba para mí. Ya hay demasiados de ese tipo. La subjetividad está en a quiénes elegí entrevistar, cómo edité las piezas y fui uniendo los pasajes, pero intenta ser una foto muy objetiva del hombre. Tratas de construir una imagen hablando con otras personas y pienso que la biografía oral es una muy buena forma de hacerlo. Porque si entrevistas a 150 personas lograrás un retrato muy certero de cómo es alguien. Y no está contextualizado, ellos van hablando. El libro viene desde un lugar de amor, de aprecio, pero no es una hagiografía ni nada por el estilo, porque nadie espera eso. No puede serlo porque la gente es complicada, compleja y, aunque sean personas muy amables, tienen momentos oscuros, como todos. Todos tenemos sombras. Y en este libro aparecen.

***

Un viaje con John Lennon a Hong Kong donde buscaron saciar su antojo de sesos de mono, en el que el intérprete de “Imagine” terminó tomando sangre de serpiente y Bowie comiendo un huevo cocinado en orina de caballo. Una cena en la casa de Paul McCartney donde el ex Beatle, celoso, no quiso salir a recibirlo a la puerta. Las múltiples parejas, de ambos sexos, que Ziggy mantenía a la vez. Cuando en una gira en Filadelfia le ofrecieron tener sexo con un cadáver “tibio” y él lo rechazó. Iggy Pop hablando de él como su amigo y benefactor. El libro, que recorre la vida completa de Bowie, es generoso en anécdotas, que van mostrando cómo construyó su mito personal.

“Con los Beatles y con Bob Dylan hubo un acuerdo colectivo de que eran importantes. Con Bowie la relación fue mucho más individual. Todos pensábamos que nos estaba hablando a nosotros. Y eso es muy poderoso”.

—En el libro varias fuentes ponen en duda su origen pobre que él mismo difundió, dando cuenta de cómo él construyó el relato sobre sí mismo. ¿Cree que David Bowie fue la gran acción de arte de David Jones?

—Sí. Si uno considera la exhibición que hizo el museo Victoria & Albert verá que no hay ningún elemento sobre David Jones. No hay nada personal. Y creo que sí, que él era su propia creación. Como también creo que es imposible ser famoso, hoy más todavía, sin absorber las influencias que te rodean, la fama.

—Revisando su carrera da la sensación de que siempre estuvo escapando. De los impuestos, al trasladarse a Suiza. De sí mismo, mediante el sexo y las drogas. ¿Cree que ese constante escape es uno de los grandes tópicos de su carrera y que se debe, en parte, a la necesidad de apartarse de ese gen malo del que hablaba, de la esquizofrenia de su hermano mayor?

—Luego de la investigación llegué a la conclusión de que mucho de esto ha sido exagerado por los medios de comunicación y aprovechado por el mismo Bowie. A comienzos de los 70 era fácil parecer interesante haciendo referencias a la locura, que según él estaba presente en su familia. Pero, la verdad, sólo su hermano la sufrió.

—Con series como Stranger Things está muy en boga el debate entre homenaje, inspiración o copia, derechamente. El libro da cuenta de cómo Bowie fue tomando lo que tenía al alcance. Todo le servía: desde Bob Dylan, hasta el dance, pasando por Lennon. Para usted, ¿fue un genio o un oportunista?

—Un poco de ambos. Mucha gente lo describe como un manipulador que chupaba toda la energía creativa y vitalidad de los que lo rodeaban. Yo tiendo a verlo como un entrenador de fútbol capaz de armar grandes equipos. Y cuando su equipo no funcionaba, ajustaba las piezas. Era un conductor, 100% consciente de esa habilidad.

***

Despertó con la noticia. Apenas se levantó aquel 10 de enero del año pasado, vio que su celular estaba lleno de mensajes, notificaciones de distintas redes sociales intentando confirmar algo que ni él sabía. Se moría su ídolo de la infancia, a quien había entrevistado siete veces. No tenía mucho tiempo para el duelo: había un sitio web que rellenar, artículos que escribir. Había que hacerle justicia a uno de los últimos grandes ídolos británicos. Hacía poco Bowie había publicado su último disco, Blackstar, sobre el que Elton John dijo en David Bowie: A life: “Tomen nota de esto: Bowie no pudo haber montado una mejor muerte que esta, llena de clase”. Jones no está tan de acuerdo con el intérprete de “Rocket Man”.

DAVID BOWIE

—Sin dudas iba a ser su último récord, pero creo que el timing no fue tan premeditado como la gente piensa. El álbum salió poco antes de su muerte porque los videos no estaban listos; de hecho, el disco estaba programado para salir meses antes, pero se atrasó por eso. De todas formas, fue una declaración muy fuerte cuando se publicó. Creo que a mucha gente el disco le hubiera gustado menos si Bowie no hubiera muerto. Es un disco hermoso, pero muy complejo. Y uno estaba forzado a escucharlo y a tratarlo de un modo diferente, porque terminó siendo un réquiem, su legado, lo último que haría en vida. Y es mucho más fuerte por eso mismo.

—Para usted, ¿es un símbolo cultural a la altura de Elvis o The Beatles?

—Sí. Creo que sería difícil decir que fue más importante que alguno de ellos, pero sin dudas fue igual de importante. Y por esto suscribo a la teoría de que estamos llegando al final de la gran era del rock. Antes la gente simplemente decía “la música moderna es horrible” y uno le decía “eres muy viejo, no la entiendes”. Pero ese argumento ya no sirve. Así como la gran era del jazz terminó en un momento dado, hoy se puede suponer que la era del rock se está acabando. Luego de U2, ¿qué gran banda queda? Hay un par de grandes artistas tomando la posta, como Jay-Z o Kanye West, pero ¿quién más queda? Siempre habrá gente popular para llenar estadios, pero se siente que esto está terminando. La generación de estrellas de los 60... Mick Jagger va a morir, Paul McCartney va a morir, Pete Townsend va a morir.

—¿Cree que Kanye o Jay-Z pueden tomar la posta?

—¿Cuántas grandes estrellas pop hay hoy en el mundo? ¿Diez? No sé. Están bien. Pero la relación no es la misma. No sé si mis hijos, que son jóvenes, miren a Frank Ocean y tengan una relación como la que tuvimos nosotros con los Beatles, con Bob Dylan, Bowie, los Sex Pistols o The Clash. Quizás no estoy en lo cierto, pero así lo veo. La forma en que la música se está distribuyendo, escuchando, la forma en que recibimos información. La música sigue siendo un gran tema, pero las revistas musicales luchan para tener alguna resonancia, porque hoy la gente consume de maneras distintas. Es cosa de hacer el ejercicio: ¿A quién pones hoy en la portada de una revista de música?

—Una de las grandes virtudes de Bowie fue su habilidad para adelantarse a las nuevas tendencias. ¿Cree que hoy sería una figura pop como las que describe?

—No se puede trasplantar a la gente a diferentes períodos. Lady Gaga y Madonna han tomado mucho de Bowie, lo que es interesante, pero no las hace alcanzar su relevancia. Es diferente. Es como decir: ¿Sería Martin Amis tan importante si sus libros fueran publicados hoy? No hay cómo saberlo. La cultura cambia muy rápido, aun más en estos tiempos. Es imposible estar al día.

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