Por Alberto Fuguet Febrero 23, 2018

Cada vez más prefiero (OK, gozo) los documentales cinéfilos o ensayos fílmicos. Cine acerca del cine. Los hay sobre un pintor de afiches de culto o sobre un compositor, por ejemplo. Hay muchos acerca de la obra de un director (De Palma de Noah Baumbach fue mi cinta favorita hace dos años; Spielberg en HBO no estaba mal, aunque algo correcto). También están los documentales acerca de un actor (¿han visto I Knew It Was You sobre la corta pero inmensa carrera de John Cazale, el inolvidable loser Fredo Corleone?) y, por cierto, están las películas acerca de una película (ojo con Room 237 sobre El resplandor).

78/52 se detiene en cada detalle de cómo armaron una de las secuencias más notables y aterradoras de la historia del cine. Una escena que hoy, sin duda, es parte de la cultura popular.

Vértigo puede ser la cinta de Hitchcock más amada por los cinéfilos, pero la más imitada, la que genera más morbo y fascinación y mitos urbanos, la que creó en esencia un género es Psicosis. Ahora apareció en Netflix 78/52, un documental que es mitad análisis serio y mitad fascinación fanboy acerca de esta cinta que todos conocen, incluso aquellos que no la han visto. Una película acerca de una película. En este caso Psicosis, que hizo muchas cosas bien, pero lo que hizo de manera extraordinaria fue transformar una ducha en un lugar erótico, primero, y, al instante, en un sitio aterrador (si te acuchillan desnudo bajo el agua es poco probable que sobrevivas: nunca estás más vulnerable que en la ducha). La cultura popular abandonó la tina y abrazó la ducha. Hasta los comerciales de jabón le roban a Hitchcock. La secuencia, filmada en blanco y negro como el resto del filme para no recurrir al rojo de la sangre, posee un extra: es una masacre donde una mujer es literalmente transformada en carne, y sin embargo nunca vemos cómo el afilado cuchillo carnicero ingresa en la piel de Janet Leigh. La secuencia de la ducha es puro cine (fue diseñada con storyboards dibujados por el gran diseñador Saúl Bass como si fuera una secuencia de acción) y puso en primera fila la importancia del montaje y el uso de la música (más el sonido de melones siendo acribillados). Todo esto se aprende y se analiza, toma por toma, en 78/52, un festín algo sobregirado sobre Psicosis y, en particular, acerca de los 78 cortes de negativo y 52 ángulos de cámara que se usaron para armar una de las secuencias más notables y aterradoras de la historia del cine, que ahora es tan parte de la cultura popular (las secuelas: la serie Bates Motel; las películas slasher; algunos de los mejores momentos del cine de Brian De Palma, como Vestida para matar, Estallido mortal y Caracortada; la idea de la madre sobreprotectora como asesina; la figura del hijo ambiguo dañado; la sospecha y la fascinación por los moteles, los caminos, el lado oscuro de la road movie; la consagración del peephole y del voyerista) que cuesta imaginar cómo era la cultura pop antes de Psicosis (¿es acaso la primera película porno?). Lo genial es que fue una cinta exitosa, pero no abrazada por la crítica o los premios. Un libro clave del mundillo cinéfilo es El cine según Hitchcock, que era una serie de conversaciones casi sicoanalíticas entre el maestro del suspenso y el respetado autor de la Nueva Ola y ex crítico de cine François Truffaut. El libro logró su objetivo con creces: sacar a Hitchcock de su sitial de director para-las-masas, un tipo en extremo eficaz y comercial pero sin sustancia, y transformarlo en un director clave del siglo XX tanto por las películas que hizo como por los cineastas y filmes que inspiró. El crítico Kent Jones puso en escena esa conversación, a partir de los audios e imágenes de cintas y fotos, en una festín nerd llamado Hitchcock/Truffaut, donde Psicosis, por cierto, ocupa metraje esencial.

Psicosis hizo tantas cosas por primera vez que puede calificarse de vanguardista o experimental. Lo alucinante es que aun así se transformó en un éxito sin precedentes en 1960. Lo más demente e impensado fue (spoiler alert, aunque 78/52 es un filme acerca de spoilers) matar y sacar de la narración a la heroína. 78/52  no está a la altura de la catedral que está explorando, pero quizás por eso los realizadores intentan pasarla bien con amigos cinéfilos que van desde Guillermo del Toro a Peter Bogdanovich. El documental de Alexandre O. Philippe, en blanco y negro, recrea el motel y junta a gente muy seria, como el montajista de Coppola, Walter Murch, y a actores fans como Elijah Wood. Pero el resultado funciona. Scorsese confiesa que la escena de la ducha (en rigor, la secuencia de la ducha) fue la inspiración de cómo montar los combates de box en Toro salvaje, y sociólogos sostienen que la violencia de los 60 nació bajo el agua de esa ducha (por inesperada, por arbitraria). Un académico dice: “La secuencia de la ducha es el equivalente y antecesor del asesinato de Kennedy”. Más de cincuenta años después de su estreno, la cinta funciona perfectamente, y la célebre secuencia aterra y asusta. Verla deconstruida, toma a toma, es un deleite y hasta se puede interpretar como una autopsia gore a una película que necesitaba ser desarmada, plano a plano, para entender su misterio y su culto y su belleza.

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