Desde hace mucho tiempo, Javiera Mena viene corriendo sus propias olimpiadas: saca un disco cada cuatro años. El primero fue Esquemas Juveniles (2006), después vino Mena (2010) y más tarde Otra Era (2014). Pero su carrera empezó mucho antes de editar discos: cuando todo lo que tenía eran unos demos dando vueltas por Soulseek —que en 2013 fueron recopilados en un disco llamado Primeras composiciones 2000-2003—, ya era portada de una revista de circulación nacional (Wikén), colaboraba con una canción (“Sol de invierno”) para Se arrienda —la primera película de Alberto Fuguet— y había sido invitada al programa Séptimo Vicio, de Vía X. Lo que vino después de eso tampoco es usual y se debe a su trabajo y talento: dicen que todo lo que sube tiene que bajar, pero Javiera Mena no tiene para cuándo caerse. En 2016, diez años después de lanzar su primer disco, se presentó por primera vez en el que es el escenario más importante de Chile: el Festival de Viña. Y aunque hasta ahora no le había hecho falta, el año pasado fue fichada por una disquera trasnacional, Sony, por la que acaba de salir Espejo, su quinto disco.
—Has hablado en varias entrevistas y canciones de la teoría de las coincidencias, de Jung, quien postula que nada es realmente una casualidad. Visto así, ¿qué piensas de los comienzos de tu carrera? Tu historia es excepcional: fuiste portada de una revista y una canción tuya apareció en una película sin tener un disco. Luego editaste tu álbum debut en Argentina antes que en Chile.
—Obviamente hay coincidencias que pasan, pero tampoco creo que sea tan casual todo: creo que tiene que ver con la convicción en las cosas que uno hace. Siempre tuve mucha convicción en mi música, en que podía mostrarla y en que a la gente le podían pasar cosas con ella, y eso se fue dando de a poquito. Ahora admiro la confianza que tenía en esos momentos, porque uno a veces la va perdiendo con el tiempo, en vez de agarrarla más. Ahora me nombras esas situaciones y me emociona: estaba dándole para adelante, sin miedo.
"No tengo expectativas de que mi música vaya a cambiar tanto ahora que trabajé con Sony. Tampoco es como que vaya a ser una explosión: mi música es la misma. Sí espero que la vitrina sea mejor”.
—¿Alguna vez has sentido miedo de no estar a la altura de tus circunstancias?
—No sé si piense que yo no vaya a poder hacer algo, pero sacar un disco sigue siendo algo vertiginoso. Me pasó también con Otra Era, con Mena. Hay un momento en el que sale la obra y hay una exposición, opiniones. En ese momento a todo artista le da vértigo, como una cosa en la guata: te dicen una cosa y otra; lees un comentario malo y después otro bueno. Esos momentos son medio difíciles, yo creo, cuando la obra recién sale a la luz y todavía no puedes celebrarlo porque tienes el vértigo.
—Este es tu primer disco editado por Sony Argentina. ¿Qué te ofreció esta disquera que no tuvieras antes?
—Me ofrecieron su estructura trasnacional, que me llamó bastante la atención. Yo he hecho una carrera internacional, me muevo por países, pero sentí que ellos tenían estructuras mucho más sólidas. También por probar algo diferente. Dan ganas de probar cosas diferentes: llevaba tanto tiempo independiente que también quería probar, y consulté con varios músicos amigos que ya han estado en disqueras y me dijeron que era una buena experiencia.
—¿Y qué esperas que pase ahora, tras esta alianza?
—No tengo expectativas de que vaya a cambiar tanto. Tampoco es como que vaya a ser una explosión ahora: mi música es la misma. Sí espero que la vitrina sea mejor.
—En este disco se nota que has mejorado mucho vocalmente, ¿cómo lograste esta evolución?
—Trabajando más la técnica con mi maestra vocal, Ana María Meza. Es como tocar un un violín: al principio lo tocas más o menos. Yo no canté desde chica, entonces fue algo que fui puliendo con el tiempo. Hay personas que cantan desde los cinco años y eso se nota, en cambio yo empecé a cantar después de los dieciocho. Para este disco me metí heavy a clases y estuve trabajando más, pero también es el tiempo, que te da herramientas.
—En 2005, en una entrevista para esta misma revista, dijiste que cada vez ves más al músico como una suerte de empresario. ¿Cuál es la mayor dificultad de administrar tu propia imagen?
—Yo creo que me refería a que los músicos de antaño no tenían idea de qué pasaba detrás de ellos, qué se estaba moviendo. El músico de ahora tiene las herramientas y la información para saber cómo se maneja su carrera. Ahora, después de conocer cómo se trabaja, me es muy cómodo soltar esas cosas en Sony. Respecto a manejar mi imagen, no me cuesta tanto: tengo buen ojo para elegir a la gente con la que me voy a asesorar. También tengo las cosas bien claras. Por ejemplo, que no voy a usar tacos muy altos porque con ellos me voy a sentir incómoda y eso va a afectar mi desplante o mi seguridad. Tampoco me gustan las faldas muy apretadas. Pienso que hay que mostrar la imagen de acuerdo a tu manera de comunicarte y de estar a gusto, porque cuando te sientes incómoda se nota.
Hasta la verdad
Si uno ha escuchado los discos de Javiera Mena, ya conoce sus preocupaciones: el amor, la intuición, las coincidencias, el viaje interior, la búsqueda de la verdad y teorías pitagóricas como la de la música de las esferas, que postula la idea de que el movimiento de los cuerpos celestes se rige según proporciones musicales. En Espejo volvemos a encontrarnos con estos tópicos atemporales: en su primer single, “Dentro de ti”, Mena invita a su interlocutor a hacer un viaje interior, y en el segundo, “Intuición”, su invitada, la cantante colombiana Li Saumet, de Bomba Estéreo, canta: “Me lo dice el corazón / No es tan sólo mi intuición”.
—¿Por qué Espejo?
—Me refiero al espejo como concepto: el reflejo. Hay un poema de Rumi que me inspiró muchísimo, que habla de mantener tu espejo lo más limpio posible para que eso te permita un autoconocimiento más profundo. Con “no tener un espejo sucio” no se refiere al objeto espejo, sino a no hacerte el leso con lo que eres, con lo que estás haciendo. A darte cuenta cuando la estás embarrando.
—¿Hay alguna razón para que este disco sea más lento e introspectivo que Mena y Otra Era?
—Yo creo que este disco se conecta con el Mena. Creo que la gente tiene el Otra Era tan encima que lo relaciona más con ese, pero el Mena no es tan bailable como este. La razón es cambiar. No repetir el plato. También estaba escuchando más mid-tempos, más música disco. Y porque, técnicamente, noté que las letras quedaban mejor en ritmos más mid-tempo. También me lo dictó la intuición.
—En un mundo tan inestable, en el que se habla de verdades, ¿por qué tú buscas “la” verdad?
—Es que con “la verdad” yo me refiero a lo primitivo, al instinto básico que está detrás de todos los pensamientos y de las “verdades”, que es como esa cosa casi mística. Es algo que es superdifícil de explicar con palabras. Y se van a repetir mis temas porque tampoco creo que haya muchos temas, los seres humanos somos más básicos de lo que pensamos. Habrá, no sé, quince situaciones que todos vivimos, a lo más, pero va cambiando el discurso, los personajes.
—¿Y dónde buscas la verdad?
—Aquí, en la vida. En la música, sobre todo si es instrumental. Y también en la meditación, yo practico la meditación. Ahí hay un momento de silencio muy power, que aunque estés lleno de pensamientos, porque uno nunca deja de pensar, es mentira eso de la mente en blanco, igual hay centésimas de momento de conexión y de quietud apacible.
—¿Crees en las experiencias que no son objetivas, racionales o materiales?
—Me gusta la idea. Yo aún no he tenido una. He tenido experiencias meditando, pero tienen que ver con lo contrario a una elevación: se vuelve algo tan primitivo, que se hace místico. No sé si se entiende: simplemente estar aquí. Qué cosa más fome, pero a la vez poder estar un ratito sin un discurso tan elaborado te puede conectar con algo más místico. Con lo primitivo, lo más básico.
"Yo creo que este disco se conecta con el Mena. Me interesa cambiar. No repetir el plato. Es más lento e introspectivo también porque estaba escuchando más mid-tempos, más música disco”.
—¿Crees en la música como un medio para acceder a otros planos?
—Sí, totalmente. Me pasa más con la música instrumental, porque algo se decanta en el espíritu cuando escuchas una obra y no hay palabras, no es conceptual, es música no más. Son ondas.
—En tus letras hablas de cosas como la música de las esferas, o de un diseño antiguo del mundo, uno pitagórico en el que todo es música. ¿Añoras otra era, otro tiempo?
—Sí, pero a la vez no: en esa época debe haber sido terrible ser mujer. Lo de la música de las esferas me llamó la atención, me pareció un concepto superbonito, aunque ni siquiera se puede comprobar. Es una teoría que fue refutada y ahora se agarró de nuevo, pero me gustan esas convenciones que había antes, como también la alquimia, el éter, todas estas cosas que después se fueron perdiendo con la ilustración y la ciencia. Todo lo espiritual fue tapado. Estas teorías más antiguas mezclaban lo metafísico con la ciencia, y ahora se está volviendo a esto y me parece muy interesante. Les creo montón a estas teorías, me hacen más sentido que el ibuprofeno.
—¿Qué te cuesta más: componer la música o la letra?
—La letra, sin lugar a dudas. Porque la música, como está conectada con la verdad (ríe), sólo fluye, pero la letra es más conceptual.
—¿Crees que tu música es chilena o la ves universal?
—Es chilena. Pero voy chupando de todo. Como he viajado algo, me he conectado con otras cosas. Cuando hice el primer disco me gustaron mucho palabras argentinas y las usé. Pero es chilena, está bien nutrida de los paisajes de Chile: la cordillera, los árboles de aquí. La etapa que más te marca es la niñez y yo crecí en Chile, entonces está en mi médula.
—Por último, ¿encontrar la verdad sería un medio para un fin o un fin en sí mismo?
—Yo creo que la verdad está todo el tiempo, pero uno no la ve. Es algo que está aquí, está pasando entre nosotros, pero como estamos haciendo cosas todo el rato (conversando, haciendo una entrevista, mirando el celular), no la vemos. Pero todo el tiempo está aquí, presente. Poder destapar esa verdad en más momentos es un fin y a la vez un motor.