Uno lo ve gordo, derrumbado en una silla, jalando, jadeando como chancho, empinándose la botella de etiqueta negra, con esos anteojos-parabrisas, propios de quien no conoce otra vanidad que el orgullo, listo para apuntar la pistola cuando sea que no le guste "el tonito" de alguien. Y uno piensa: qué bueno es Luis Gnecco.
Su Mario Moreno en Prófugos -la impecable serie de HBO hecha en Chile- es el cabeza caliente de este grupo de fugitivos; el hombre que uno sabe que va a complicarlo todo. Si Prófugos hubiera sido hecha en Hollywood, su personaje tendría que haber sido interpretado por Tom Sizemore (imposible no distinguir la inspiración de Fuego contra fuego, de Michael Mann, en los primeros episodios) o Michael Madsen (versión Perros de la calle). Afortunadamente fue hecha acá, en el país de Gnecco.
Es fácil imaginar que el tipo nunca fue por el lado simple. Su carrera siempre tuvo matices. Su Benito de la teleserie Villa Nápoli (1991), un simpático trompetista de jazz, venía después de su atormentado Bruno del thriller Hay algo allá afuera (1990), de Pepe Maldonado.
El comediante, el estable de De chincol a jote, el hombre que chasconeaba la semana en el tímido Chile noventero con su Pelón de El desjueves, no iba a quedarse en eso, aunque -afortunadamente- no dejó la comedia. Después de que asumiera el riesgo de encarnar al jefe en la versión local de The Office -La ofis, serie relegada a un trasnoche insultante-, sus credenciales quedaron plastificadas con un perdón vitalicio: no importa cuántos mayordomos afeminados vuelva a interpretar, siempre sabremos que Gnecco es un comediante enorme. Eso para empezar. Luego está lo que pasa cuando se pone serio. O, como me comentó Pablo Illanes, el guionista de Prófugos, "Gnecco puede ser Billy Crystal, pero también puede ser Al Pacino".
En teatro, no importa cuántas obras sobre gente con disfunción eréctil termine haciendo, porque se los comió a todos cuando protagonizó Devastados, la obra de Sarah Kane que Alfredo Castro dirigió en 2002, y más tarde, cuando accedió a protagonizar una obra escrita y dirigida por una desconocida Elisa Zulueta. Por Pérez y Devastados Gnecco sería nominado al Premio Altazor, "el premio de los pares", esos a los que Gnecco nunca ha parecido demasiado ansioso en cortejar y que algo le tienen que haber dicho -no digan que no- cuando en la última elección presidencial anunció que apoyaba a Piñera.
Dicen que Gnecco lee a Shakespeare en inglés. Dicen que es reservado, que recomienda buenos libros, películas y series. Dicen que es de verdad. Por mí, daría lo mismo que fuera un invento; cuando un personaje tiene la cara de Gnecco, queda claro que el tipo es un imprescindible.
Prófugos, domingo a las 21 h en HBO.