Hay que poner atención en Simon Hanselmann (1981). Si uno se esfuerza es posible encontrar algunos cómics suyos sueltos en la página de Vice o en algún Tumblr. Hanselmann es originario de Tasmania y este año Fulgencio Pimentel (acaso la editorial ibérica con el catálogo más raro y exquisito de hoy en día) ha publicado Hechizo total, una compilación de las aventuras de Megg, Mogg y Owl, que Hanselmann ha serializado por años en distintos medios. Descripción melancólica de la vida de un trío de amigos en el borde de la treintena, Hechizo total mezcla lo surreal y lo cotidiano de modo inédito. Megg es una bruja, Mogg es un gato y Owl es un búho. Los tres viven en una casa hecha pedazos, fuman marihuana o toman hongos y tratan de atravesar el tedio viendo televisión basura, yendo a fiestas sin sentido o contemplando su propia depresión. Casi no trabajan y entre ellos hay lazos raros: Megg y Mogg son pareja y Owl es una especie de psicópata sexual fracasado. Sus amigos son uno que otro hechicero, un hombre lobo y un chico/chica llamado Moco. La relación de todos con las drogas es apática o neurótica y sólo sirve para subrayar el abandono y la deriva con la que llevan sus días. Pero ahí, donde podríamos acceder a un slice of life típico, Hechizo total abre la puerta a lo extraño: el volumen incluye invasiones ovnis, alucinaciones nerviosas, violencia triste. Así, los códigos del retrato generacional ceden para que Hanselmann dibuje todo con una extraña calma, convirtiendo a la historieta en una meditación sobre las formas de la pena, sobre lo que sucede con el cuerpo de Megg y la psiquis de Búho y con el mundo arrasado donde viven. Esto vuelve al cómic algo conmovedor y feroz, haciendo del trabajo de Hanselmann una indagación brutal y acaso generacional sobre los tiempos de la depresión, los monstruos de la melancolía y los fantasmas del siglo XXI.
“Hechizo total”, de S. Hanselmann. A $25.750.