Pajarito
Esto empieza con un gato negro, negrísimo, llamado Kokorito, que le lleva a su dueña, como obsequio, pájaros en agonía o ya muertos a su casa. Pajarito, de la narradora peruana Claudia Ulloa Donoso (1979), comienza con aquella imagen que nos sirve para saber con qué nos encontraremos en esta antología de sus relatos armada por Libros del Laurel: la crueldad y la ternura mezcladas con sutileza, tal como se puede ver en algunos relatos de Felisberto Hernández o Hebe Uhart, por ejemplo; mundos construidos con pequeños y frágiles detalles; historias comunes que se van volviendo raras en la medida que avanza su narración; personajes perdidos en un pueblito nórdico que son capaces de ver en su cotidianeidad aquellas fisuras por las que se filtra una realidad paralela, a veces monstruosa; hombres y mujeres que hablan en voz baja, que quieren pasar inadvertidos, pero que son los personajes que ha elegido Ulloa Donoso para mostrarnos su mundo. Pajarito es un libro escrito con una delicadeza única, realmente admirable.
El ensayo de cristal
Ya que estamos en esa época en que comienzan a aparecer listas con lo mejor del año, una advertencia: desconfíen de cualquier listado en el que no se mencione El ensayo de cristal, de Anne Carson (1950), porque sin duda que este libro de la poeta canadiense –traducido de forma impecable por Soledad Marambio– es uno de los imprescindibles de 2015. Una plaquette publicada por Cuadro de Tiza a un precio irrisorio –sólo $1.000– y que puede ser la forma perfecta para descubrir el mundo de una escritora excepcional. Carson ha entendido que los géneros literarios están cada vez más obsoletos y que en la hibridez reside, quizás, el futuro: poemas que parecen ensayos, novelas escritas en verso, pequeños artefactos híbridos, como es El ensayo de cristal, donde seguimos la voz de una mujer recientemente separada, que vuelve a la casa de su madre, mientras decide leer las obras completas de Emily Brontë. Esos tres planos se cruzan en estos poemas deslumbrantes: “Recuerdas demasiado,/ me dijo mi madre hace poco./ ¿Por qué aferrarse a todo eso? Y yo dije:/ ¿dónde puedo dejarlo?”.
Chilean Electric
Si tuviésemos que resumir en una palabra el trabajo de Nona Fernández (1971), diríamos, probablemente, memoria. En torno a eso ha girado su escritura – ya sean cuentos, novelas, guiones u obras de teatro–: qué hacer con la memoria, cómo aprehenderla, cómo entenderla. Chilean Electric habla de aquello, y parte con un recuerdo que, páginas más tarde, descubriremos que es falso. La abuela de la narradora le contó cuando era niña, muchas veces, la historia del día en que la Plaza de Armas se iluminó, por primera vez, artificialmente: era 1883 y ella, la abuela, estuvo ahí en el centro de Santiago presenciando ese espectáculo sorprendente. El problema, claro, es que la narradora se enterará años después de que en esa fecha su abuela aún no había nacido. A partir de aquel recuerdo, Fernández escribirá una novela luminosa, en la que tratará de desentrañar su memoria personal y también, inevitablemente, la memoria de una época, de un país. Imágenes oscuras, borrosas, inciertas, en las que la escritura de Fernández –cada vez más contundente– indaga con libertad y paciencia.