Por Constanza Gutiérrez Mayo 26, 2017

Best Troubador, de Bonnie Prince Billy.

En su nuevo disco, Best Troubador, Bonnie Prince Billy interpreta diecisiete canciones de Merle Haggard (1937-2016), músico country famoso por crear, junto a su banda The Strangers, el “sonido Bakersfield”, un subgénero del country cuya principal característica era la manera de tocar las guitarras, sus nuevos estilos de armonía vocal y cierta aspereza que los distinguía de las pulidas grabaciones del sonido de Nashville. Esta no es la primera vez que Bonnie Prince Billy —cuyo verdadero nombre es Will Oldham— graba sus propias versiones de canciones compuestas por alguien más: antes ya había hecho un disco tributo a The Mekons junto a Angel Olsen, y también  versiones de los Everly Brothers, John Denver y Mariah Carey, por nombrar algunos. Es decir, los covers no son una sorpresa dentro de un catálogo tan extenso como el suyo (Oldham apuesta por la cantidad, siempre, y ha grabado 21 álbumes de estudio), pero hay que mencionar que en su caso no se trata de una argucia por mantenerse vigente: el álbum tributo es una tradición de larga data en la música country, y el propio Merle Haggard hizo un homenaje a Elvis Presley con la misma suerte que Oldham, pues ambos comenzaron a grabar cuando sus ídolos estaban vivos, esperando a que escucharan sus versiones, y tanto Presley como Haggard murieron antes de que los discos estuvieran terminados.

Consciente de que si vas a grabar algo que ya existe, será mejor que aportes desde tu lugar, el siempre sombrío Oldham eligió diecisiete canciones íntimas y tranquilas, ninguna de las que cualquiera imaginaría al escuchar la palabra country (esas con un piano que es puro ritmo —y no melodía— para zapatear torpemente en algún bar que parece un granero). En algunas canciones ni siquiera modificó los arreglos, pero reemplazó las guitarras de pedal de acero y el banjo de Haggard por flautas, saxofones y una guitarra acústica, lo que actualiza las canciones y ayuda a resaltar su voz. Oldham no tiene una voz deslumbrante como la de Haggard, pero logró sortear la dificultad sin forzarse a cantar distinto y haciendo modificaciones a las melodías vocales. Sus versiones son el producto de haber escuchado a Merle Haggard como escucha un fan: atenta y obsesivamente, hasta llegar a entender los mecanismos con los que trabaja el ídolo. Tanto así, que se atrevió a grabar sus variaciones sin miedo a que su creador las escuchara. Eso no lo hace cualquiera.

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