Por Marisol García Junio 30, 2017

Jei beibi, de Café Tacvba.

No hay un único compositor de canciones en Café Tacvba, sino que cuatro. Los cuatro además cantan y pueden tocar guitarra, más allá de las funciones principales que Rubén Albarrán, Meme y los hermanos Rangel han querido asignarse como integrantes del grupo. Hace poco, en una nota sobre el nuevo disco Jei Beibi, Rolling Stone comparó a los mexicanos con Red Hot Chili Peppers y Radiohead, lo cual por un lado da pistas del tamaño mega que Café Tacvba ya tiene en Estados Unidos (donde ahora se ocupan en una gira que durará hasta noviembre) y, por el otro, confirma que desde hace un tiempo no hay publicación musical más rígida y desatenta que esa revista pauteada en Nueva York, que tanto gusta de las listas canónicas y llevar todo a la referencia anglocéntrica.

Cómo saber si Café Tacvba es mejor que otras grandes bandas en funciones en el primer mundo, pero sí es seguro que no sigue la pauta de trabajo que el rock volvió convención: sus discos salen cuando sus integrantes así lo estiman (este es el primero en cinco años), no hay modo de clasificar su sonido en un solo cauce de estilo, y el afán de experimentación de la banda va y viene como las olas, que ahora parecen más bien en recogida. Jei Beibi es un disco de referencias reconocibles, que esta vez ha reservado el gusto del cuarteto por el descoloque no al deconstruir géneros tradicionales, sino que pasando de uno a otro como si, efectivamente, quienes trabajasen fueran cuatro mentes pensantes lo suficientemente seguras para no adecuarse al consenso de grupo (atención a la receta, porque la práctica de manifestar sus diferencias mantiene a todos los integrantes fundadores aún a bordo). Así, hay pop de sintetizadores en “Automático” y “Me gusta tu manera”, declaración de amor nivel-bolero en “Enamorada” (en estricta formulación en femenino), marcha pesada y oscura en “Vaivén”, folclor de alegoría mortuoria en “Futuro” (”la  vida dijo no /yo digo que sí /  al final, qué importa si muerto en vida sobreviví”) , rock lánguido y de alto vuelo en “Diente de león”, y una inesperada canción de cuna paternal en la emotiva “El mundo en que nací” (”y no sé cómo será / este mundo que te voy a dejar / Espero no equivocarme…”). Gustavo Santaolalla, de nuevo en la producción, debe haber estado encantado con tal cantidad de ideas y licencias, sobre todo rítmicas. El single “Que no” consigue además lo que nos encantó de la banda de Ciudad Satélite hace dos décadas: el estribillo robusto, adherente de inmediato, pero dispuesto sin complacencia, en dobles y triples capas de lectura que afirman la canción popular en la mirada oblicua de sus autores.

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