Por Constanza Gutiérrez Junio 23, 2017

Melodrama, de Lorde.2323

La destreza de Lorde (Nueva Zelanda, 1996) para escribir las letras de sus canciones no es una noticia. Lo sabemos desde que irrumpió en el mercado musical con “Royals”, cuando tenía diecisiete años, y llegó al primer lugar en ventas en todo el mundo, incluso en Estados Unidos. La canción partía con esta declaración: “I’ve never seen a diamond in the flesh / I cut my teeth on wedding rings in the movies”, que en castellano pierde gracia, pero es algo así como: “Nunca he visto un diamante en persona, lo que sé de ellos es por los anillos de compromiso de las películas”. El disco Pure Heroine salió ese mismo 2013 y trataba sobre eso: vidas sencillas que transcurren en ciudades que, en sus propias palabras, “nunca verás en la pantalla”.

Ahora, cuatro años más tarde, lanza Melodrama, su segundo disco, esta vez sobre una pena de amor, y las letras no sólo siguen siendo buenas, sino que han mejorado. El álbum arranca con esta imagen en presente: “Me maquillo en el auto de alguien más / Pedimos distintos tragos en el mismo bar”. Así que lo primero que sabemos de este álbum (“Green light”, la canción a la que me refiero, fue además su primer sencillo), es el lugar donde tenemos que situarnos: en un bar. Lo siguiente es que esto va a tratarse de un quiebre amoroso: “Sé lo que hiciste y quiero gritarlo / ella piensa que amas la playa; eres muy mentiroso”. Entonces sabemos que cuando decía que el auto era de “alguien más” se refería a que no era el auto de él. Y que ahora el objeto y ella están en el mismo bar, pero él está con otra mujer. Borracha, los mira desde el otro extremo del lugar. ¿Qué es lo que espera Lorde sentada en la barra? Un signo, la luz verde para continuar.

Casi todas sus letras están compuestas por imágenes. Por supuesto, ante todo son canciones, y la experiencia es auditiva, pero Lorde también nos pide otra cosa. No es casualidad que una de las pistas fuertes del disco, “Supercut”, lleve ese nombre. Supercut son esos compilados de clips que reúnen la obra de un director o los mejores momentos de una película. Y, en el caso de la canción de Lorde, un puñado de imágenes de su antigua relación: “En mi cabeza proyecto una sinopsis de nosotros (…) Las visiones no paran / Las cintas me envuelven / Pero cuando te encuentro / Solo eran cortes”. Cortes como los que hace ella: “La mitad de mi guardarropa está en el piso de tu pieza / Usemos nuestros ojos, dejemos nuestras manos de lado”, dice en “The Louvre”. Lo que nos cuenta Lorde no es nuevo (y qué es nuevo, de todas maneras), pero ella no quiere sólo decirnos, sino mostrarnos. Hay un vínculo entre la manera en la que Lorde ve el mundo y la forma en la que nos pide que escuchemos su historia. Sus letras modelan nuestra visión. Se aleja del ornamento retórico y busca presentarnos algo poniendo el ojo en el detalle que le parece más evocador: la ropa en el suelo, los tragos distintos que eligen su ex y ella, el llorar en un taxi. Quizás el suyo sea un proyecto demasiado ambicioso para una cantante pop: el de desaparecer para que sea nuestro ojo el que viva la experiencia, pero no se puede negar que es romántico. Después de todo, Lorde tiene sólo 21 años.

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