I Am Michael. En Netflix.
James Franco no ha tenido la carrera habitual del galán. Él mismo lo ha dicho: “Ryan Gosling es tan rubio, tan hetero”. Franco, en cambio —que aún tiene la pinta y el look para ser una estrella de Hollywood clásica—, ha optado, poco a poco y de pronto con una explosión mediática, por ser otro tipo de actor, que intuye a su público: diverso, curioso, intelectual; protagonizando series y películas, pasando por obras de teatro hasta fotos en Instagram y sátiras en YouTube. Franco es, creo, mejor de lo que creemos: escribe cuentos, poesía. Ha dirigido 37 largos y cortos, casi todos under, aunque también ha conocido el éxito protagonizando películas como 127 Horas (estuvo nominado a un Oscar) y El planeta de los simios: (R)Evolución. Y este 2017 parece ser su año. Ya circula el tráiler de The Disaster Artist, que se estrenará durante el segundo semestre, con la que conseguirá quizás su primer éxito masivo como cineasta: una película basada en la insólita vida del director de The Room, una de las peores cintas contemporáneas. Al parecer, el nuevo filme de Franco tendrá algo de Ed Wood. Ojalá que sea un éxito. Y en unos meses, también, aparecerá la nueva miniserie de HBO The Deuce, creada por David Simon (The Wire), acerca del sórdido mundo porno de los 70, donde Franco estará en dos roles como dos hermanos mellizos.
De todas maneras, por mientras, lo podemos ver una y otra vez en Netflix: hace unas semanas subieron I Am Michael, en la que hace de un activista gay que, luego de abrir su relación e integrar a un tercero, descubre a Dios, se arrepiente, condena la vida gay e intenta transformarse en un pastor hetero casado con una chica. Lo interesante es que Franco insiste e insiste en interpretar roles de homosexuales y de paso jugar con su vida privada diciendo cosas como “lo soy internamente” o “artísticamente sin duda que conecto”. Franco se besa, se pasea casi desnudo y tiene sexo con chicos en todas las cintas que puede. Sus días de objeto de deseo femenino quedaron atrás. Es como si estuviera vengándose de todo lo que no pudo hacer Rock Hudson, que logró grandes momentos interpretando a galanes hetero. Da lo mismo lo que Franco sea en su vida privada, lo importante es que ya logró una persona pública: el actor gay zafado-intelectual, que le fascina explorar y explorar el tema. Ahí están Howl (donde aparece como Allen Ginsberg), The Broken Tower, Interior. Leather Bar y King Cobra —también en Netflix—, que es acerca de lado oscuro de los productores de cine porno gay y el maltrato y abuso que sufren los jóvenes actores. Las dos cintas son, digan lo que digan, muy Franco. Parecen dirigidas por él, creadas por él, hechas a su medida. Lo otro que le atrae a Franco es no ser un ídolo de matiné. Le atraen los personajes solos y atormentados, por un lado, y los tontos de remate, por otro. Todo, menos común y corriente. La prensa lo persigue para que confiese su identidad. Franco responde con lo que sabe hacer: filma, escribe, actúa, confundiéndolos a todos, provocándolos, no quedándose quieto, tomando todos los riesgos posibles.