Por Yenny Cáceres Julio 7, 2017

Spider-man: De regreso a casa. En cines.

Guardianes de la galaxia estropeaba todo lo logrado en la primera entrega con una historia que discurseaba sobre la figura del padre ausente, en un ejercicio de psicoanálisis tan ridículo como aburrido. Y este mismo año Logan fue aplaudida como el mejor western desde que se inventó el género, con un entusiasmo feroz y descontrolado. Es el efecto del Batman de Christopher Nolan, que aún salpica a los X-Men y capitanes América y hombres —y mujeres, no olvidemos a Mujer Maravilla— con capa y máscara que se reproducen como parásitos en sagas y segundas y terceras partes, en películas que más encima suelen durar casi dos horas y media. Pero no todos son Batman ni Nolan.

Se ha olvidado que la esencia del negocio, o del espíritu de matiné si nos ponemos nostálgicos, era esa hora y media en que uno se sumergía en la oscuridad y se entregaba a una historia que no tenía otra pretensión que entretener. Ni más ni menos que eso. Spider-Man: De regreso a casa recupera ese espíritu de cine B con un protagonista, Tom Holland, que es mucho más joven que los anteriores Hombres Araña. Tobey Maguire, pese a su cara de niño, estaba cerca de sus 30 cuando protagonizó el primer Spider-Man de Sam Raimi, al igual que Andrew Garfield, que interpretó a Peter Parker tras aparecer en The Social Network. Holland, en cambio, tenía 19 cuando se puso por primera vez el traje de Hombre Araña el año pasado en Capitán América: Civil War, su debut en el universo cinematográfico de Marvel.

Si Tobey Maguire era un Spider-Man torpe y tímido, Andrew Garfield era un héroe atormentado, a lo Batman. Este Peter Parker, en cambio, no pretende salvar a la humanidad ni se cuestiona sus inesperados poderes. En Spider-Man: De regreso a casa, Holland es un adolescente que aún va a la secundaria (y se lo creemos) y que, como niño con juguete nuevo, lo único que quiere en la vida es ponerse su traje de Hombre Araña, mientras su mentor, el siempre cool Tony Stark/Iron Man (Robert Downey Jr.), intenta controlar sus impulsos juveniles. En el camino, por supuesto, también se enamora, y deberá enfrentar al líder (Michael Keaton) de una banda que trafica armas con tecnología alienígena, que se dedica a esto más por arribismo que por maldad. O sea, un villano a escala humana.

El encanto y la frescura de Holland son el motor de la película. El actor —que era uno de los hijos de Naomi Watts que sobrevivían al tsunami de Tailandia en Lo imposible y que veremos pronto en Z: La ciudad perdida, de James Gray— tiene todo el potencial para convertirse en un nuevo niño maravilla de Hollywood. Así, Spider-Man: De regreso a casa es un cine de fórmula, pero bien hecho. Una película para ver comiendo cabritas, sin culpa alguna.

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