La síntesis O’Konor, de Él Mató a un Policía Motorizado.
En la mitad del camino, todo se quiebra. Un par de canciones y aquello que habíamos intuido en el inicio del disco —en los primeros temas que abren La síntesis O’Konor, el nuevo y esperadísimo álbum de Él Mató a un Policía Motorizado— explota frente a nosotros. No hay mucho más que hacer: la voz de Santiago Barrionuevo —el vocalista y líder de Él Mató...— se ha adueñado del mundo y no queda más que seguirlo, en medio de una atmósfera que parece a punto de trizarse: “Quiero que te duermas/ ya es muy tarde./ Toda la noche nos vimos llorar,/ toda la noche pelear y llorar./ De esas noches que queremos olvidar”, canta en “Alguien que lo merece”, mientras las guitarras construyen una calidez que le permite hablar de quiebres, fracasos y derrotas que vuelven este disco uno de los más oscuros de Él mató… Pero es en “Las luces”, justo en la mitad del álbum, cuando todo se quiebra: suenan las guitarras de siempre, distorsionadas, y una batería parece anunciar el final de algo. Una imagen tan enigmática como bella —y que podría encerrar en sí todo lo que vamos a descubrir en este disco, donde los teclados y los sintetizadores les han robado protagonismo a las guitarras, dándole espacio a la voz de Santiago Barrionuevo como nunca se había oído—, es eso lo que encontramos, una imagen que se construye con los restos de otra historia: “La casa de las luces que estallan/ buscando recompensar./ Y toda la gente que se juntó ahí/ tan fría./ Rezamos sobre el río sin agua/ buscando recompensar./ Y todo el tiempo que reunimos así/ con ira”.
La escritura de Santiago Motorizado se ha vuelto más compleja con los años, pero sigue siendo irremediablemente genuina. No hay pretensión literaria, más bien el deseo de contar una y mil historias a partir de pequeños retazos de una intimidad feroz. Es lo que queda de las separaciones, de las derrotas. Sin embargo, las melodías apuntan hacia otra parte, muchas veces, y en esa contradicción radica uno de los mayores aciertos del disco. Melodías cálidas, optimistas podría decir alguno, incluso, que sirven para que aquellas palabras no se pierdan en medio de la oscuridad: “Perdóname./ Ahora soy mejor./ Te juro soy mejor”, canta en “Fuego”, el tema que cierra el disco; a esa altura, los sintetizadores se han adueñado de todo y Él Mató… suena a algo nuevo, a pesar de que siguen siendo indudablemente ellos: una de las bandas argentinas más sorprendentes de la última década, y quienes mejor han entendido qué hacer con la herencia del rock trasandino. Lo explica mejor Fabián Casas, fan y amigo de la banda: “Yo odio el rock, pero ver a Él mató… en escena, escuchar sus mantras psicodélicos, barriales, me devolvió las ganas de vivir. El rock debería ser siempre eso: pura potencia, hacer con pocos elementos obras maestras, reírse de la muerte”.