Por Pablo Toro Agosto 4, 2017

Disponible en Netflix.

“Empezamos bien. Sexo, drogas, violencia”, dice el detective Mario Conde, parado frente al crimen de una joven profesora. El cinismo de Conde se funde con el ambiente. Las sombras emergen de rincones misteriosos. El polvo cubre las consignas políticas pintadas en grandes murales. Se mezclan aparatos de radio VEF soviéticos con panorámicas de La Habana filmadas con drones. Suenan bronces como quejas bajo la luna. Hay una mujer estrangulada por su amante y el encargado de resolver el caso es Mario Conde, un perdedor, un borracho, un escritor frustrado, uno de los detectives más famosos de la literatura en español. Y es Jorge Perugorría el encargado de interpretarlo en Cuatro estaciones en La Habana, la adaptación de las novelas de Leonardo Padura, disponible en Netflix y reciente ganadora del premio Platino a la mejor serie iberoamericana.

El conjunto se divide en cuatro capítulos, con historias independientes, que abarcan las primeras novelas protagonizadas por Conde y que abordan la realidad cubana. “Una realidad en la que mi generación sufrió una gran frustración a partir de los años noventa, tras la caída de la Unión Soviética”, ha dicho su autor. El asesinato de una joven profesora, narcotraficantes vinculados a una escuela secundaria, la desaparición de un empresario, sociedades sexuales clandestinas y el asesinato de un ex funcionario con acceso a invaluables obras de arte. Por ahí se mueve Cuatro estaciones… por la ciudad subyacente, en los intersticios del país oficial, nunca rehuyendo ciertas nociones clásicas o estereotipadas de lo cubano (música, alegría, sensualidad, pobreza, corrupción), sino que estilizando esa imaginería mediante códigos noir, ritmos policiales, secuencias de acción y suspensos deductivos que evocan la cadencia de los policiales nórdicos contemporáneos (la serie está coproducida por Peter Nadermann, uno de los responsables de la saga Millennium, así como de las series The Bridge y The Killing).

Más interesante aún que los casos policiales, resulta el retrato de Mario Conde, un tipo errático, hipersexual, borracho, abocado a la nostalgia y la soledad como si fueran una imposición venerable. Un disidente resignado, quizás, capaz de encontrar y perder el amor con el mismo tipo de fascinación gozosa que parece mover su interés por la ciudad y el crimen. Conde es un escritor frustrado y en ese fracaso recae parte de su encanto. Ahí se cimienta su sospecha sobre el mundo. Está en sus ojos: la conciencia maldita o quizás la certeza de que la nostalgia y el placer están demasiado cerca del asesinato. Será interesante, por cierto, ver lo que pase con Havana Quartet, la adaptación al inglés de las novelas de Padura para la cadena Starz, actualmente en producción, donde Mario Conde sería interpretado por Antonio Banderas.

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