Por Alberto fuguet Septiembre 1, 2017

A $15.750

La no ficción tipo on the road investigativa femenina es adictiva e inigualable. Los hombres, digamos, no viajan así. No ven lo que una mujer con pluma y libreta transitando por una ruta es capaz de anotar, de fijarse. El cronista masculino va en busca de aventuras; la cronista intenta enfrentarse al pasado para entender lo que sucede hoy. Hay una noble tradición de esta suerte de subgénero: los libros de Joan Didion, Leyendo a Chéjov de Janet Malcolm y, más cerca, la inimitable Leila Guerriero.

Hace rato que tengo una suerte de obsesión con una escritora que podría integrar esa lista, Olivia Laing, una inglesa que no es capaz de quedarse quieta y viaja. O quizás lo que hace realmente es huir. Huye leyendo y viajando.

Eso es lo que encontramos en El viaje a Echo Spring. Por qué beben los escritores (Ático de los Libros), que acaba de llegar a librerías. Una fascinante bitácora por ciudades y parajes norteamericanos claves para seis autores alcohólicos que tomaron demasiado y arruinaron sus vidas, muriendo mucho antes de lo necesario: Tennessee Williams, Hemingway, Carver, John Cheever, Scott Fitzgerald y el menos conocido pero monumental poeta John Berryman, que escribió su obra cumbre consumiendo un litro de whisky diario.

Lo curioso es que, en ese paso a la autodestrucción, escribieron algunas obras maestras del siglo XX. ¿Por qué beben los autores? ¿De qué les sirve si los daña? Echo Spring no es un centro termal, sino una marca de bourbon barata que el personaje de Brick en La gata sobre el tejado de zinc (Paul Newman en la versión cinematográfica) cita en un momento de ahogo al enfrentarse a su padre que intuye sus secretos. “¿A dónde vas?”, le grita el inmenso padre al jugador enyesado que no ha sido capaz de superar la muerte de un amigo que es quizás más que eso. “Me voy a ir a un pequeño viaje a Echo Spring”. Es decir, al bar donde está ese bourbon barato.

Laing —hija y pariente de muchos alcohólicos—, fascinada con esa metáfora de Tennessee Williams deja Inglaterra y se embarca en un viaje por la América profunda buscando a estos seis autores que admira. Va con sus libros, busca sus casas, sus bares, lee sus biografías, sigue cuidadosamente todos sus pasos.

El viaje a Echo Spring es un viaje hacia la caña, la resaca, el blackout. Es también una investigación acerca de los lazos entre creación y locura, adicción y autodestrucción. ¿Qué es crear? ¿Tanto destroza, fisura tanto? ¿O acaso se crea para curar esos quiebres de nacimiento? Por eso se necesita alcohol: ¿para desinfectar?

Baudelaire una vez señaló que la razón por la que Edgar Allan Poe tomaba tanto era que creía que así podía ahogar ese gusano que tenía dentro. Ahogar a ese monstruo interno que corroe. Capote, que también tomaba, dijo una vez que escribir era un látigo. El alcohol para crear, para frenar, para detenerse, para parar. Todos vivieron con el miedo, las dudas, la inseguridad. Laing cuestiona, mira y no bebe, pero entiende y nos hace entender. Escribir es, después de todo, una profesión en extremo peligrosa. Puede ser.

Relacionados