A $ 9.000.
Noventa páginas. La brevedad de Carta sobre los ciegos para uso de los que ven (Alfaguara), tal como ocurre con buena parte de la obra de Mario Bellatin, es inversamente proporcional a las bifurcaciones que propone. El mexicano no necesita mucho más para dejar en el lector la sensación de haber recibido un mazazo. Uno tras otro, sin pausas, sin puntos aparte.
Bellatin siempre espera algo de quienes se atreven con su literatura. Desde resistir imágenes perturbadoras, a ratos intolerables, o bien conectar con sus temas y motivos recurrentes: la discapacidad física, las habitaciones cerradas, la decrepitud, la pobreza, la marginalidad, la presencia animal y, entre muchos otros, la enseñanza de la religión, de la palabra como elemento catalizador del mundo.
Carta sobre los ciegos... es un libro de pesadilla. Su autor borra todas las referencias que el lector puede esperar dentro de una historia convencional y en su lugar articula la voz de una mujer ciega y parcialmente sorda que le habla a Isaías, su hermano, también ciego y, a diferencia suya, sordo por completo. Ella ha recibido un implante en el oído que amplifica los sonidos y trata de contarle el mundo que percibe. Además, está conectada a una computadora y se comunica con Isaías mediante un instrumento que le permite leer braille. Ambos hermanos están internos en la Colonia de Alienados Etchepare, un lugar amplio, aunque ruinoso, donde hay bosques habitados por perros salvajes.
Con estos elementos, el relato podría haber sido una perfecta novela cyberpunk, un Hansel y Gretel en el infierno, pero Bellatin va más allá, siempre va más allá, y cada vez con menos páginas. La voz femenina que conduce la historia habla desde su propia condición, aunque pronto se exacerba con la presencia de un escritor que llega a la colonia a impartir un curso de narrativa y, para animarlos, les cuenta historias personales bastante sórdidas.
“Alguien dijo que la única salida sería prender fuego a la institución. Reducirla a cenizas”, dice la protagonista. “Todos desaparecidos. Los perros salvajes, los dementes, el personal médico y administrativo, los internos del pabellón de los ciegos y sordos, el maestro que en este momento intenta ofrecernos un curso”.
La historia de los hermanos se abre a diversos planos: está la evocación de su madre ausente y del viaje que ambos hicieron (o dicen que hicieron o tal vez soñaron) en un barco fantasmagórico lleno de personajes a los que la navegación sin rumbo los trastornó por completo.
Alguna vez Mario Bellatin declaró su intención de que la literatura demuestre que se encuentra situada un punto más allá de las simples palabras, y que las palabras, que no existen de forma física, hablen por sí mismas. Este libro es una buena muestra de sus convicciones.