Por Yenny Cáceres Octubre 26, 2017

The Meyerowitz Stories. En Netflix.

Una de las mejores películas del año jamás pasará por las salas de cine. Esa es una de las paradojas de los tiempos de streaming, pero también puede ser una oportunidad. Noah Baumbach, cineasta independiente casi imposible de ver en la cartelera local, acaba de estrenar The Meyerowitz Stories (New and Selected), su última película, quizá de la forma más masiva que existe hoy en día: por Netflix.

Desde su paso por Cannes —donde fue parte del team Netflix en la selección oficial junto con Okja, del coreano Bon Joon-Ho—, The Meyerowitz Stories ha sido el emblema de un cambio de paradigma. El cine, el buen cine, parece haber sido desterrado definitivamente de las salas, copadas hasta la saciedad por blocksbusters en que la Tierra se destruye una y otra vez, o por el infinito universo de Marvel, que ahora se parece más bien a una pesadilla que no se acaba nunca, en que nada importa mucho, porque los personajes y las sutilezas hace rato se fueron al carajo.

Basta. El cine está en otra parte. Está en The Meyerowitz Stories, posiblemente una de las mejores películas producidas por Netflix. Es cierto que es una propuesta mucho más convencional que lo que era la exquisita y delicada Frances Ha (2012), que Baumbach filmó en blanco y negro, pero en el centro de todo está una familia, una de sus mayores preocupaciones desde The Squid and The Whale (2005), donde dos hermanos debían enfrentar el divorcio de sus padres.

The Meyerowitz Stories —aparatosamente traducida como Los Meyerowitz: La familia no se elige (historias nuevas y selectas)— puede ser vista como una continuación de aquella película que hizo conocido a Baumbach. Los Meyerowitz tienen algo del mundo de Wes Anderson. Es una familia algo freak, en que el patriarca es Harold (un gran Dustin Hoffman), un escultor que alguna vez tuvo una prometedora carrera, pero ahora está viejo y casi nadie en el mundo artístico se acuerda de él. Harold se casó cuatro veces y tiene hijos de dos de sus matrimonios. Los mayores son Danny (Adam Sandler) y Jean (Elizabeth Marvel), de los cuales Harold se avergüenza un poco porque considera que son unos perdedores, mientras que su mayor orgullo es Matthew (Ben Stiller), que si bien no siguió sus pasos, se dedicó a los negocios y aprendió, según Harold, algo mucho mejor: a hacer dinero. Cuando Harold se enferma, las cuentas pendientes de los hijos con el padre explotan dejando al descubierto las miserias y frustraciones escondidas durante décadas.

A diferencia de Wes Anderson, cada vez más engolosinado con la forma, Baumbach

construye una película austera, con personajes de verdad. Esta película tiene corazón, lo que no es poco decir en estos tiempos. Quizá en un futuro las salas de cine sean exclusivamente un espacio para la entretención anodina. Quizá no es tan terrible. Quizá sea mejor ver estas historias pequeñas, más íntimas, en solitario. Qué importa, si podemos ver más películas como The
Meyerowitz Stories
.

Relacionados