Por Alejandra Costamagna Octubre 13, 2017

Por estos días hay en cartelera dos obras de teatro dirigidas por el novelista, guionista y dramaturgo Marcelo Leonart (1970): Noche mapuche, escrita por él mismo, y Flores de papel, de su maestro Egon Wolff. Y aunque en ambas veamos con meridiana claridad la marca de Wolff de fondo, también aparecerá, sin vacilaciones, el sello particularísimo del autor de novelas como Lacra o La patria. Trazas que tienen que ver con el diálogo entre política y arte; con ciertos temas recurrentes, como la violencia, el deseo, la exclusión o el poder. Y también con el exceso y el juego de maniqueísmos. En Noche mapuche, Leonart cita a Wolff en un epígrafe: “Ustedes han invadido mi casa”. Y a continuación indica que “esta obra debe ser representada con el delirio de un sueño”. Al modo de Los invasores, en esta comedia negra el director pone el acento en la alteración de la zona de confort y el extrañamiento frente a la aparición de unos desconocidos en el entorno cotidiano.

Una pareja adinerada (Nona Fernández y Pablo Schwarz) cuenta a sus interlocutores, en un festejo puertas adentro, la aventura de iniciación sexual de la mujer con un trabajador mapuche burlado y castigado por sus patrones. El cuadro luego será el de un indio dakota enamorado de una hija de colonos americanos. Al igual que en la primera parte, nada terminará bien. Y correrá la sangre. Como correrá también en la última sección de esta Noche mapuche, donde veremos recreados los episodios del asesinato de Matías Catrileo y del incendio en la casa de los Luchsinger-Mackay. Leonart exacerba las marcas de clasismo, racismo y violencia sexual para presentarnos tres cuadros cargados de consigna reivindicativa, coprolalia y humor negro. Podemos ver la crudeza xenófoba y el chiste en un mismo fragmento. Es Marcelo Leonart en su estado puro, con ataques verborreicos y en delirio permanente. Nunca sabemos si lo que ocurre frente a nuestros ojos es realidad o sueño. No lo saben tampoco los protagonistas. Y eso genera alivio y vértigo, en un reiterado vaivén. Algo semejante pasa en Flores de papel, la pieza que Egon Wolff estrenara en 1970 con dirección de Luis Poirot. “Usted tiene su fantasía, yo tengo mi realidad”, dice el Merluza (un brillante Alexis Moreno) a Eva (Mariana Loyola), tras instalarse medio a la fuerza en su departamento. Son dos seres situados en veredas opuestas, que se ven envueltos en un juego de perversión y crueldad. Sin embargo, el proceso de descomposición de los personajes en este caso ocurrirá de manera más progresiva. Hay cierta calma y contención al inicio, que poco a poco van rompiéndose hasta estallar en pedazos. Acá también habrá un conflicto de clases irresoluble, como en Noche mapuche. Acá también estará la figura del extraño que violenta a los moradores. Acá también presenciaremos el choque entre “ellos” y “nosotros”. Y aquí veremos, ante todo, la batuta de Marcelo Leonart, implacable y radical, para recordarnos con Wolff que “estamos con las tripas en las manos”.

Más info. en www.gam.cl y teatrouc.uc.cl

 

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