Loza, de Niña Tormenta.
A juzgar por su álbum debut, Loza, Niña Tormenta está en contra de la idea romántica de que la música se compone en un momento de descanso, claridad mental e inspiración. La música de Niña Tormenta es la de una mujer de trabajo, la música del que madruga: sonidos tenues que rompen el silencio, como el ruido del hervidor eléctrico o la cuchara que choca contra la taza. Y, tal como el trabajo repetitivo de cada día, sus melodías son cíclicas y sin ornamento. Tienen pocos arreglos, todas las palabras escogidas son del cotidiano. No se preguntarían por el significado de ninguna de ellas. Niña Tormenta corta todo lo que es adorno, lo excesivo. Enuncia lo que observa o siente con justeza.
La música de Niña Tormenta es introspectiva. Su primer sencillo, “Va a llover hasta el domingo” —en colaboración con el músico e ilustrador Diego Lorenzini, quien además diseñó la carátula de Loza—, es una muestra de la melancolía presente en todo el disco. Sólo una guitarra y percusiones acompañan a Tiare Galaz (verdadero nombre de Niña Tormenta) mientras repite: “No salgamos más / en la tele dicen / que va a llover / hasta el domingo”. Sus letras siguen el patrón rítmico de la música y en muchas de ellas se repite varias veces un verso o una estrofa completa, manteniendo un ritmo pendular. En “Lozapenco”, describiendo el trabajo interminable de una dueña de casa, repite dos estrofas con la misma cadencia, cada verso de una corresponde al de la otra: “Limpia, barre, ordena / Elige, compra, lleva / Corta, pela, lava, hierve / Hornea, fríe, sirve / Despacio prepara la mesa / La mesa”, es lo mismo que “Recibe, abraza, se ríe / Saluda a todos con ganas / Atiende, reparte las tazas / No deja que nadie le lave / la loza”. Luego enumera cuatro veces los elementos de una once de invierno: “Té en bolsa / Lozapenco / el queque con azúcar flor”. Por cierto, Tiare Galaz tampoco deja que le laven la loza: salvo por Diego Lorenzini, quien se encargó de la guitarra, fue ella misma la que tocó el ukulele, el teclado, las cajitas musicales y la percusión en este disco. Fue igual con las composiciones: todas son propias, excepto su versión de la tradicional “A la mar fui por naranjas”.
Niña Tormenta es capaz de hacer mucho con muy poco: representa muy bien atmósferas y estados de ánimo, y puede transportarte. En las canciones de Loza, la correspondencia entre los sonidos de los versos y la repetición de estos mantiene un movimiento pendular en el que uno llega a perderse. Todas las canciones de este disco evocan los meses en los que fueron grabadas: mayo, junio y julio de este año. Escuchándolo no importa que ya se acerque el verano, no importa el momento que sea. Loza es un disco hermoso y atemporal en toda su melancolía.