Rest, de Charlotte Gainsbourg.
Una de las pasiones de Serge Gainsbourg era grabar canciones con actrices que no sabían cantar. “Su falta de seguridad y de profesionalismo lo atraían de forma irresistible”, recuerda su ex mujer, Jane Birkin, quien junto a Brigitte Bardot, Catherine Deneuve e Isabelle Adjani formaron parte de ese club selecto de cantantes amateurs. Gainsbourg amaba dirigir sus voces —llevó la de Birkin a su registro más agudo en “Je t’aime... moi non plus” para lograr un tono de mujer frágil— y las hacía susurrar muy cerca del micrófono, como si estuvieran contando algún secreto libidinoso. Con su hija Charlotte (1971) hizo lo mismo: la metió a un estudio a los 13 años para cantar una rarísima oda al incesto (”Lemon Incest”) y luego la convirtió en protagonista de Charlotte for ever (1986), una película más retorcida aun sobre un padre que, tras la muerte de su esposa, no haya nada mejor que desear a su hija.
Anécdotas aparte, Gainsbourg descubrió los talentos de Charlotte y, a diferencia de su intuición con Deneuve (con la que hizo un hit bastante olvidable), en este caso no se equivocó. En su carrera musical de adulta, que comenzó con 5:55 (2006) e IRM (2009) —dos discos impecables en los que trabajó con Air y Beck, respectivamente—, la actriz de Nymphomaniac reveló una voz aterciopelada, capaz de erizar los pelos, un susurro tímido que recuerda un poco al de su madre, Jane Birkin, pero con un registro más dúctil y elegante. En Rest, su nuevo trabajo, Gainsbourg confirma su lugar entre las cantantes francesas más interesantes del último tiempo, y exhibe por primera vez su destreza como letrista, un paso que dio movida por el dolor que le causó el suicidio de su hermana Kate Barry en 2013.
El disco abre con “Ring-a-Ring O’Roses”, una canción de atmósfera misteriosa que recuerda a las que su padre creó para Histoire de Melody Nelson (1971), uno de sus álbumes míticos. Tanto ahí como en “I’m a Lie” y “Lying with You” hay un cierto aire a ese género algo difícil de definir llamado chanson francesa, en particular por los teclados sesenteros y ochenteros que integró el músico y productor SebastiAn, con quien la cantante se alió para lograr una sonoridad French touch que oscila entre el synth pop, el funk y el ambient. En los arreglos participó Guy-Manuel de Homem-Christo, de Daft Punk, y en la canción “Songbird in a cage” colaboró nada menos que Paul McCartney.
Rest es quizás más heterogéneo en cuanto a ritmos que sus discos anteriores, pero eso funciona a su favor: Charlotte Gainsbourg le saca brillo a una voz que suena más versátil y cómoda dentro de su timidez. Seamos justos con Serge: tanta alusión al incesto fue una forma torpe de admiración por el talento de su hija, hoy dueña de uno de los sonidos más atractivos y sofisticados de la música francesa. Suban el volumen para escuchar uno de los buenos discos que dejará 2017.