Alguna vez fue una tienda de antigüedades; hoy es un restaurante apegado a varios lugares comunes de los comedores del Cajón del Maipo: una ambientación de aire improvisado, de hacer camino al andar, dominada por un camión-escenario que ofrece espectáculos, sombreada por árboles. Amable a fin de cuentas. También está su postura ambientalista, que le impide el servicio de forma explícita a cualquier partidario de la energía hidroeléctrica. Y desde lo culinario, su listado de platos cubre con eficacia varios “grandes éxitos” del comer de la zona.

Su carta es breve y con algunos platos preparados con harto oficio. En el Cajón es infaltable el cerdo, en específico el costillar y asado. En Antiguo Sueño luce la calidad de esa materia prima, resaltada por una sazón comedida, respetuosa del sabor de la carne y, por lo tanto, de sabores delicados. Hay habilidad en la cocción de este plato, acompañado de papas chilotas abundantes y golosas. Luego destaca un puñado de vinos —siempre pueden ser más—, jugos hechos al momento —recomendable el de zanahoria y jengibre— y una respetable línea de cervezas, elaboradas por un vecino. Muchas cosas funcionan así, provistas por el cervecero del lado, por el horticultor cruzando la calle. Una invitación a relajarse sin aspavientos bajo las reglas de la sencillez.

Sus postres, por ejemplo, no van más allá de las creaciones habituales, pero tener un chef pastelero les otorga un brillo especial. En su Torta tres leches y en el que debe ser el dulce oficial del todo el valle: los Panqueques con manjar. Puntos bajos: una Lasaña —otro clásico— con exceso de masa y sabor inexistente, que podría tener mejor gusto vegetal. En todo caso, se trata de un espacio que, al paso, funciona durante toda la semana, lo que también es un plus para un sector donde sólo los sábados y domingos hay ambiente. Ese ritmo les provee la experiencia necesaria para resaltar entre la considerable oferta de San José de Maipo y sus alrededores.