Por Yenny Cáceres Enero 26, 2018

Es el autor de una de las películas más malas de la historia y se llama Tommy Wiseau. El engendro que perpetró lleva por título The Room, se filmó en 2003 con un presupuesto cercano a los seis millones de dólares y es tan jodidamente mala como todos han dicho. Basta mirar a Tommy para darse un festín. Su pelo largo y descuidado, su ropa una talla más grande, su andar torpe, su mirada perdida. Tommy es un freak muy fácil de aplastar o venerar. Pero James Franco no hace ni lo uno ni lo otro como director y protagonista en The Disaster Artist: Obra maestra, la película que recrea el endemoniado rodaje de The Room.

Franco intenta algo que, de tan simple, muchas veces se olvida: entender a sus personajes. Eso que parece tan obvio, fue olvidado completamente en 3 anuncios por un crimen, el nuevo invento en esta temporada de premios. “¡Cuánto desprecio por sus personajes!”, escribió Ascanio Cavallo en su crítica, y no podría estar más de acuerdo. Porque una cosa es que Frances McDormand se despache una actuación sólida, como siempre, pero otra muy distinta es que los secundarios, interpretados por Woody Harrelson y Sam Rockwell –todos nominados a los Oscar, por cierto–, tengan que darse una vuelta de carnero olímpica y traicionar a sus personajes para calzar con los golpes de efecto ideados por el director y guionista Martin McDonagh (In Bruges).

En The Disaster Artist, todos son unos perdedores. Partiendo por Greg Sestero (Dave Franco), el aspirante a actor que conoce a Tommy (James Franco) en un taller de actuación. A Greg aún le falta coraje, mientras que a Tommy le sobra. Pero comparten algo: son pésimos actores, aunque ambos lo ignoran. Así, envalentonados por las ganas de triunfar y hacer películas, parten a Los Ángeles en una aventura que está destinada al fracaso. Ante los continuos rechazos, Tommy decide entonces hacer su propia película, escrita, dirigida, protagonizada y financiada por… Tommy. Un acto de megalomanía extremo, al que arrastra a Greg y a un equipo técnico que deberá padecer sus decisiones caprichosas.

Todo es un delirio desatado y cómico, un relato sobre la creación, sus locuras y sus fracasos, donde los personajes nunca pierden la dignidad. También hay un paralelo con la carrera de James Franco en todo esto, un actor que ha hecho todo lo que ha podido —desde escribir poesía a dirigir películas— para demostrar que es más que una cara bonita. The Disaster Artist era la culminación de este proceso, pero las acusaciones de abuso sexual conocidas hace pocos días, justo cuando ganaba un Globo de Oro por su actuación en esta película, lo han dejado fuera de la carrera de los Oscar, y a The Disaster Artist, con apenas una nominación como Mejor Guión. Curiosa ironía.

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