Por Yenny Cáceres Febrero 9, 2018

15:17. Tren a París, de Clint Eastwood.

Esta es una película sobre una tragedia que nunca ocurrió. La tarde del 21 de agosto de 2015, en el tren Thalys de las 15:17 de Ámsterdam a París, un hombre se encerró en un baño y salió de él llevando en sus manos un fusil y una mochila cargada de cartuchos. Uno de los pasajeros lo enfrentó, quedando gravemente herido, y tres amigos estadounidenses –dos de ellos militares– ayudaron a derribar al atacante. Fue una pelea que duró apenas unos minutos, pero que logró salvar la vida de las 500 personas que viajaban en ese tren y que cambió para siempre el destino de estos tres amigos.

Ese día, Spencer Stone, Alek Skarlatos y Anthony Sadler se convirtieron en héroes. El presidente de Francia, François Hollande, los distinguió con la Legión de Honor, fueron recibidos por Obama en la Casa Blanca, y un año después publicaron un libro con su historia. 15:17. Tren a París, la nueva película de Clint Eastwood, recrea ese episodio, sólo que esta vez el director norteamericano quiso ir más lejos con el gancho de “basado en hechos reales”. El viejo Clint, con la porfía –y la trayectoria– que le dan sus 87 años, decidió que Spencer, Alek y Anthony fueran interpretados por ellos mismos, en un cruce entre ficción y realidad pocas veces visto.

Así, 15:17. Tren a París va un paso más allá de Sully, la anterior película de Eastwood –también inspirada en un episodio real–, en que Tom Hanks interpretaba a un piloto que logró aterrizar de emergencia un avión en pleno río Hudson, en Nueva York, salvando la vida de todos los pasajeros y de la tripulación.

La obsesión de Eastwood por los héroes cruza todo su cine, sólo que ahora parece más interesado en los héroes por un día, hombres comunes y corrientes que se ven enfrentados a un episodio extraordinario. Si en Sully lo que importaba eran los cuestionamientos éticos que recibía este piloto por su osada decisión, 15:17. Tren a París es una historia sobre la amistad. Y eso, una vez más, es lo que conmueve del cine de Eastwood. Cuando se olvida del discurso patriotero, de ese mundo de buenos y malos, lo que queda son personajes entrañables: tres amigos veinteañeros que se conocen desde el colegio, mochileando por Europa, deslumbrados por Italia o viviendo al límite la noche en Berlín. Tres tipos simples que, como todos, cargan sus esperanzas y sus sueños rotos.

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