El material humano, de Rodrigo Rey Rosa. A $12.000.
Un edificio lleno de papeles. Ochenta millones de papeles a decir verdad, revueltos en un caos de carpetas, cajas y sacos. Tan desbordante es que nadie se asombra cuando, luego de un día de lluvia, la tierra aledaña a la entrada se remueve, se agrieta, y aparecen otros cientos más.
Hace 10 años todo aquello era el archivo de la Policía Nacional de Guatemala, que entre secciones y subsecciones, mejor vale conocer como el Archivo. Un sitio que, calculaban entonces los peritos, necesitaría 15 años para ser ordenado.
Rodrigo Rey Rosa se lanzó a revolver esas rumas con parte de la historia de su país. Al comienzo iba sin mucha claridad. Su intención era, como anuncia al principio, “conocer los casos de intelectuales y artistas que fueron objeto de investigación policíaca —o que colaboraron con la policía como informantes o delatores— durante el siglo XX”. Estuvo tres meses revisando actas, registros de identidad y fichas de detención desde 1890 en adelante. Pero le recomendaron no pasar de 1970, pues podía hallar asuntos aún pendientes en tribunales. Aunque lo cierto es que se lo recomendaron por su propia seguridad.
El resultado de esa aventura conforma El material humano, un libro que comienza como un registro pintoresco y fascinante, compuesto por las microbiografías de una centena de ciudadanos anónimos arrestados por las causas más diversas: “Rosales Vidal Francisco. Nace en 1925. Tipógrafo. Fichado en 1940 por jugar a la pelota en la vía pública”; “Godoy O. Mario. Nace en 1920. Estudiante. Detenido por impertinente”; “Ucelo H. Lorenzo. Nace en 1921 en San José Pinula. Labrador. Fichado en 1938 por haber incendiado una montaña”.
El libro —publicado en 2009 y que acaba de reeditar Alfaguara— está organizado según las notas tomadas en cuadernos y libretas a modo de diario de autor. Aunque más bien son los apuntes de un hombre que ha pasado mucho tiempo fuera de su país. El narrador avanza en sus indagaciones y la historia se oscurece: la huella de la violencia política de Guatemala (y de Centroamérica en general) comienza a hacerse cada vez más visible. A medida que se remueven papeles, también se remueven los años de la guerrilla y la represión, la llamada “guerra interna”, que empezó en 1960 y terminó en 1996, con la disolución de la Policía Nacional luego de los acuerdos de paz. Es entonces cuando el relato da un giro: de un momento a otro, el investigador ya no tiene permiso para ingresar al Archivo y sabemos algo que involucra a su propia familia: “Existía el rumor, entre algunos archivistas, de que yo estaba allí en busca de la identidad de los secuestradores de mi madre”.
El material humano es una muestra de la versatilidad de Rodrigo Rey Rosa y saca a la luz algo elemental de la buena literatura: zambullirnos en la memoria propia y la de los otros, traer de vuelta las historias que dormían enterradas, despertar viejos fantasmas sin miedo a las consecuencias.