Son importantes las estrellas, de Raúl Zurita. A $15.000.
Raúl Zurita lo dice así: “Hacemos literatura, música, pintura, porque no hemos sido felices. Al final esa es la única razón de todos los libros que se han escrito, de todos los cuadros, de las sinfonías”.
Son importantes las estrellas (Ediciones UDP) es el título que eligió Raúl Zurita para reunir sus ensayos. Son textos que nos permiten visitar una parte desconocida de su obra, la posibilidad de entrar en sus lecturas, en aquella caja de herramientas con la que ha construido su poesía.
Quienes hayan leído Purgatorio, Anteparaíso o Zurita —por nombrar algunos de sus libros más importantes— saben que hay referentes clásicos que los atraviesan: La Iliada, La Divina Comedia, los Cantos de Ezra Pound, Pablo Neruda, César Vallejo. Esos libros, esos autores son parte importante de estos ensayos y Zurita se detiene en ellos: en libros, en versos específicos, en historias que le permiten, siempre, hablar sobre lo que implica escribir en tiempos turbulentos, en medio de la violencia, quitarle un puñado de palabras a la muerte y enfrentarla.
“En rigor, ninguna obra está en el pasado. Cuando leemos un libro, lo ponemos delante de nuestros ojos , no detrás, y eso es, ni más ni menos, que abrirnos a una dimensión de nuestro porvenir. Leer es así una forma de futuro y para la poesía el futuro también puede ser un suceso que ocurrió hace quinientos o mil años”, anota en uno de los ensayos. El futuro, para Zurita, está en esos clásicos, pero también en sus contemporáneos. Le dedica un texto hermoso a Juan Luis Martínez, dice que Violeta Parra es nuestro Shakespeare, celebra con entusiasmo y contundencia Historia de una absolución familiar de Germán Marín, lee con intensidad Black out de María Moreno, se detiene en la poesía de Idea Vilariño y rememora los años en que conoció a Roberto Matta y lo visitó en Italia, cuando el autor de Purgatorio era agregado cultural y le restituyó su pasaporte chileno.
“El problema no es la memoria: el problema es la imposibilidad del olvido”, anota en otro momento. Escribe sobre Pablo de Rokha, sobre Neruda, sobre Nicanor Parra. Escribe sobre Eduardo Anguita y dice: “Hay algo que sí quisiera decir sin equivocarme: la radiante obra de Anguita y su posterior silencio nos muestran que las palabras que escribimos, como una gigantesca red, van reuniendo los pedazos dispersos de nuestras vidas, pero que las palabras que no escribimos van reuniendo los trazos más sobrecogedoramente humanos de nuestras muertes”.
Por suerte, la obra de Zurita sigue creciendo y entregándonos esos pedazos dispersos de su vida.