Por Evelyn Erlij Abril 27, 2018

Invasion of Privacy, de Cardi B.

La historia nunca ha estado del lado de los censores, esos cruzados que de tanto en tanto lanzan campañas en defensa de la moral. En los 90, por ejemplo, les salió un tiro por la culata épico: cuando un grupo de padres logró que se aprobara una ley para advertir sobre el contenido ofensivo o sexual de un disco (el famoso sello blanco y negro Parental Advisory), al poco tiempo el sticker se convirtió en un símbolo de rebeldía que todos los raperos, punkis y metaleros querían en la carátula de sus álbumes.

Gesto deliberado o no, lo cierto es que el logo combina perfecto con la carátula de Invasion of Privacy, el disco debut de Cardi B (1992): en ella, la rapera de moda aparece con una chaqueta de figuras geométricas en blanco y negro que, además de ser un homenaje al kitsch de Lady Gaga —una de sus mentoras—, también parece un guiño a la estética del logo infame, que reluce ahí, estampado en una esquina. Cardi B reivindica con orgullo ese sticker en la foto y en sus letras: en ellas, cuando no escupe veneno a sus adversarios o se jacta de su fama, defiende con honestidad radical su pasado de violencia y su libertad sexual.

Invasion of Privacy es literalmente una invasión a su privacidad o, mejor dicho, una versión rapeada de su vida turbulenta. Belcalis Almanzar, nacida en el Bronx, de padre dominicano y madre trinitense, creció entre pandillas callejeras en los suburbios más peligrosos de Nueva York, donde de adolescente se dedicó a bailar en clubes de strippers. Juntó dinero y se operó los pechos y glúteos para tener más éxito; se convirtió en estrella de Instagram y luego de un reality show de raperos. Así, sin eufemismos ni adornos, Cardi B lo cuenta en sus canciones, diatribas salvajes como las de Lil’ Kim o Khia, dos de sus raperas predilectas junto a Missy Elliott y Tweet.

“Get Up 10”, pista que abre el disco, es una introducción a su biografía y una declaración de principios: “No confío en ningún nigga, no le temo a ninguna bitch”, canta con voz amenazadora, la misma con la que enrostra su éxito a todas las envidiosas que la han basureado en la intimidante “Bodak Yellow”, una purga verbal que acompaña con una melodía de pulso lento y rimas tan hostiles como ingeniosas. “Ya no bailo, hago movimientos de dinero”, dice, y no miente: con este álbum, la rapera llegó al número 1 del ranking Billboard y destronó a Beyoncé al lograr 115 millones de reproducciones de streaming durante la primera semana en el mercado.

En Invasion of Privacy abundan tics propios del hip hop, como ese afán por hacerle publicidad gratis a marcas (el nombre “Cardi B”, de hecho, es un homenaje al ron Bacardí), pero a la larga esos detalles hablan de un sueño americano encarnado aquí en una pandillera convertida en estrella de la música. Pero que conste que eso no le resta puntos al disco, uno de los mejores que va dejando este primer semestre.

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