El atelier, de Laurent Cantet.
Pocos cineastas han logrado un cine político tan agudo y luminoso como Laurent Cantet. Casi una década después de la magnífica Entre los muros, el director francés filmó un perfecto contrapunto a esa película sobre un profesor que hacía clases a hijos de inmigrantes en un barrio periférico de París. En El atelier, su última cinta, Cantet trasladó su mirada a La Ciotat, una ciudad costera del sur de Francia que alguna vez tuvo un fuerte movimiento obrero. Pero poco queda de eso. Los grandes astilleros fueron cerrados a fines de los 80 y lo que queda ahora son esos galpones enormes, vacíos y a la deriva, que Cantet asimila al desamparo de los jóvenes de la zona, que sobreviven en empleos temporales.
Como una suerte de continuación de Entre los muros, en El atelier los protagonistas son jóvenes que ya salieron del colegio, en su mayoría hijos de inmigrantes árabes o africanos que llegan a participar de un taller literario a cargo de una conocida escritora, Olivia Dejazet (Marina Foïs). Pronto, la idea de escribir un texto en forma colectiva chocará con los prejuicios que sienten frente a Olivia –que representa a la elite parisina– y con las polémicas y racistas intervenciones de Antoine (Matthieu Lucci), el más rebelde del grupo.
A excepción de Foïs, todos los que participan son actores no profesionales, lo que contribuye a esa frescura del cine de Cantet que, como ocurría en Entre los muros, se detiene largo rato en los diálogos, en escuchar a estos jóvenes, como si la cámara no estuviera. Cantet tiene alma de documentalista, y esta vez incluye imágenes de archivo del pasado glorioso de La Ciotat y sus astilleros, pero también sorprende al incorporar imágenes de videojuegos, como una especie de relato paralelo del mundo interior de Antoine, este chico solitario y callado que cada vez irá tomando más protagonismo.
Si Entre los muros mostraba la realidad de un país donde las tensiones étnicas llegaban hasta la sala de clases, El atelier se hace cargo de las contradicciones de esta Francia post atentados de Niza y Bataclan, todo sintetizado en Antoine, que de igual forma se siente atraído con los discursos de extrema derecha y con la figura de Olivia. El resultado es revelador, porque estos jóvenes se muestran complejos y desafiantes, pese a ser parte de una generación que parece medio perdida y condenada a vivir al margen de la sociedad francesa.