Por Diego Zúñiga Diciembre 11, 2013

Dicen que Bruno Schulz (1892-1942) quería ser pintor, pero que un día se puso a escribir y descubrió que en las palabras había un misterio. Descubrió, en realidad, que las historias que había vivido y escuchado en esa pequeña ciudad polaca donde nació -Drohobycz- podían ser el material perfecto para escribir un libro. Y lo hizo.

Ese libro se llamó La calle de los cocodrilos, apareció en 1934 y fue recibido con entusiasmo por parte de los lectores y escritores polacos (Witold Gombrowicz entre ellos). Y ahora, a casi 80 años de su aparición, Hueders acaba de publicar una traducción chilena del libro, a cargo de Daniel Barros, y no queda más que celebrar. Es una colección de relatos que se puede leer como una novela: son las historias de un joven que crece en un pueblo polaco aburrido y extraño, mientras ve cómo su padre se vuelve loco, cómo se obsesiona con los pájaros y los maniquíes, cómo intenta luchar contra la vida de provincia, que parece tragárselo. Y Schulz describe estas historias con una prosa que recuerda a Franz Kafka y a otros autores centroeuropeos de entreguerras: una literatura en la que abunda el delirio y las iluminaciones.

 “La calle de los cocodrilos”, de Bruno Schulz. A $9.000.

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