Por Marisol García Julio 2, 2014

La música chilena consigue ser melancólica incluso cuando sale de su confinamiento geográfico y se abre a los estímulos del mundo allá afuera. Son decenas los discos que lo prueban, y Chocolate con ají, el nuevo de Daniel Puente -cantautor con más de 20 años de vida en Europa-, confirma lo de ese tinte otoñal indeleble, pese a la esencial disposición a la viveza y la combinación desprejuiciada de ritmos comandada por la antigua voz de Pinochet Boys (y también de los fantásticos Niños con Bombas). Está en el intento de tango de “Siluetas” y su advertencia de que “mi mundo se cae / y está bien”; y también en la balada “Eat my soul” con su abandono romántico y final afrocaribeño. Y aunque en “Mañana no es otro día, es otro lugar” Puente levanta un swing de cadencia contagiosa, no puede evitar que suene nostálgico (“y no me importa si me pierdo / hoy ya no puedo volver / me llevaré tu recuerdo / todo lo que malogré”).  Éste es el disco de un nómade urbano, desarraigado y sentimental, que ha encontrado en los saltos geográficos y el cariño por su raíz latina un sello autoral distinguible. Es el viaje de un ex insolente dispuesto a hacerse al fin entrañable a cualquier oído.

“Chocolate con ají”, de Daniel Puente.

Relacionados